Debates de saldo
Sobreviene el des¨¢nimo al advertir la derrota que sufre la realidad a manos de la banalidad. Solemos consolarnos de lo insoportable -matanzas, injusticias- dici¨¦ndonos lo contrario. M¨¢s temprano que tarde, nos repetimos, lo real acabar¨¢ por imponerse, y quiz¨¢ alguna vez ocurre. Un siniestro canalla de encefalograma c¨®ncavo es borrado del mapa, metaf¨®ricamente hablando, por el renacer de la decencia en los votantes. O al fin se conoce la naturaleza de un determinado Estado, visto su inter¨¦s por perpetrar masacres.
No s¨®lo cortinas de mentiras debidas, en muchos casos, a la negligencia de profesionales de la comunicaci¨®n, cuando no a su connivencia con el enga?o. Es evidente, o deber¨ªa serlo, que, durante d¨¦cadas, la desinformaci¨®n deliberada y la cobard¨ªa informativa han marcado la t¨®nica y a?adido la ginebra en el bebedizo que gran parte de las audiencias han ido trasegando... Pero la sinsustanciaci¨®n de la verdad recibe ayuda extra cuando, adem¨¢s, en el cortejo principal de embusteros act¨²an, como ansiosos peones, los vertedores/vertederos de palabras rimbombantes, destinadas a agitar lo f¨²til hasta lograr que suplante a lo necesario.
Al periodismo que actualmente se practica en la mayor¨ªa de los medios -bien por af¨¢n de aumentar su clientela o por mera impericia-, maldita la falta que le hac¨ªan dos t¨¦rminos que, personalmente, me sacan de quicio. Uno es testimonio. El otro es debate. Reconozcamos que ambos impresionan. A m¨ª, desde luego. Por ejemplo, tal vez Truman debatiera con sus consejeros antes de decidirse a arrojar un par de bombas at¨®micas en Jap¨®n en el a?o 1945. Enjundioso debate. En la ONU -esa batidora de debates, o m¨¢s bien mantecadora de helados: congela- se debati¨® acerca de las armas de destrucci¨®n masiva que ocultaba Irak: la controversia tampoco fue manca. Seguro que ahora mismo, y no me quiero meter en berenjenales, existen unas cuantas posibilidades de, cuanto menos, debatir un ratillo acerca de unos miles de ?vidas o muertes? Yo qu¨¦ s¨¦, escribo siempre 15 d¨ªas antes de esta aparici¨®n y se me revuelve la sangre cuando pienso en la posible cifra de descuartizados que puede haberse producido durante estas dos semanas. Por supuesto, alguien habr¨¢ dado testimonio de unos o de otros hechos y habr¨¢ aportado argumentos para la pol¨¦mica (otro fino vocablo). O a lo mejor se ha debatido tanto que al final ya no har¨¢ falta solucionar nada, pues a nadie le importar¨¢ gran cosa lo que ocurra al otro lado de su propia posibilidad de crisis por falta de carburante literal o figurado.
En cualquier caso, ?qu¨¦ bellos los peones, cu¨¢n floridas las damas de honor que acompa?an a las pol¨¦micas de fuste, infladas en torno a mesas cuadradas o redondas! Son ellos y ellas quienes tapizan el ambiente con el punto de avispa de sus lenguas. ?Qu¨¦ le parece el traje de la ministra tal? Pues mire usted, yo no quisiera entrar en ese debate, pero me parece que la pol¨¦mica en torno al testimonio de su estilista no deber¨ªa apartarnos aqu¨ª del verdadero asunto, que no es otro que si debemos o no debatir acerca de c¨®mo visten la princesa y su reina-suegra.
?O qu¨¦ le parece si nos instalamos -qu¨¦ verbo, santo infierno- en una controversia sobre lo que piensa la esposa del conferenciante de Georgetown, concejala mitad ambiental mitad Botella, acerca de las nieves? Debate sobre debate, pol¨¦mica sobre pol¨¦mica. Testimonios todos, los que van a morir os saludan.
Cierto, de repente la realidad agujerea el basti¨®n de palabras aceitosas, vislumbramos el fuego de las v¨ªsceras desparramadas, las l¨¢grimas secas por la ira, oh, s¨ª, lo vemos y nos espantamos, retrocedemos, c¨®mo es posible, eso est¨¢ ah¨ª, hagamos algo. Entonces se sale a la calle, se grita -palabras: otras-, y al d¨ªa siguiente hay mucha gente feliz porque una nueva pol¨¦mica, un nuevo debate salta al aire, lo oscurece. ?Fueron oportunas las exclamaciones, fueron acertados los esl¨®ganes? ?Hab¨ªa que cog¨¦rsela con un papel de no fumar (pues ya no fumamos, pero nos la cogemos, como reza el refranero vulgar) o hab¨ªa que llamar al pan, pan y a la hostia, oblea?
Debatamos. Controversiemos. Que no decaiga.
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