Decibelios descontrolados
Las zonas de ocio de Valencia superan con creces los l¨ªmites legales de ruido
Hace fr¨ªo, es final de mes y la crisis aprieta. Pero ganas de juerga no faltan. Por la calle de Caballeros, en el centro de Valencia, peregrinan de local en local grupos de amigos que cantan o vociferan como si a¨²n estuvieran en una pista de baile. Son las 3.00 y a¨²n hay tiempo para divertirse. Suena el claxon de un coche y pasa otro envuelto en una m¨²sica ensordecedora. El exceso de ruido lo notan los o¨ªdos de cualquier transe¨²nte -y de un vecino que quiera dormir- y lo mide el son¨®metro con el que EL PA?S ha paseado por varias zonas de ocio nocturno. La combinaci¨®n del bullicio callejero, el boom boom que escapa de parte de los locales y el tr¨¢fico disparan la medici¨®n a pie de calle por encima de los 70 decibelios y tambi¨¦n de los 80, y eso que la madrugada es bastante tranquila en El Carme un mi¨¦rcoles v¨ªspera de la fiesta de San Vicente M¨¢rtir, que s¨®lo celebra Valencia.
Con un pub cerca "no hay doble cristal que resista al ruido"
"?Por qu¨¦ no controlan la aglomeraci¨®n de gente en la calle?"
"?M¨¦telo, m¨¦telo en el coche!", reta un joven con la radio a tope al ver el son¨®metro. La medici¨®n a pocos metros, ahora de 83,5 decibelios, no alcanza la fiabilidad de los aparatos de los expertos en contaminaci¨®n ac¨²stica, pero es indicativa de que la noche valenciana supera los valores permitidos. La Uni¨®n Europea marca un l¨ªmite nocturno de 55 decibelios, y la ordenanza local lo reduce a 45. Marcas de entre 65 y 80 decibelios constan tambi¨¦n en los ¨²ltimos registros oficiales a los que tuvo acceso Amics de El Carme. Datan de 2005, y desde entonces la asociaci¨®n vecinal ha peleado sin ¨¦xito por que el Ayuntamiento le entregara m¨¢s mediciones y datos de aforos y licencias de los 303 bares, pubs y restaurantes que se concentran en el centro hist¨®rico, con el n¨²cleo en El Carme. Hace una semana, un juzgado orden¨® al Consistorio que facilitara la informaci¨®n. El gobierno de Rita Barber¨¢ (PP) recurrir¨¢ el fallo.
Pero los vecinos no se rinden. La historia de C. G. L., de 52 a?os, es una de muchas que demuestran que el silencio se gana con denuncias. Esta vecina de El Carme vive pegada a un edificio en cuyo bajo funciona un pub con solera, un entorno de marcha en el que "no hay doble cristal que resista al ruido". C. G. L., como otros afectados, prefiere no dar el nombre completo porque a¨²n convive con el local. Al principio intent¨® razonar con el due?o. No sirvi¨® de nada. Llegaron las denuncias y se impuso el limitador de sonido: "Y entonces lo traspasaron y volvi¨® a subir la m¨²sica. El proceso se repiti¨®". Al final, el local ha sido insonorizado y la situaci¨®n ha mejorado. "Hay que estar encima", concluye tras cinco a?os de pelea.
Al exceso de decibelios dentro de establecimientos mal aislados se suman las aglomeraciones de gente en la puerta, copa en mano, o los botellones a la hora del cierre, cuando salen todos los clientes a la vez y la calle est¨¢ abarrotada, sobre todo en verano. P. L., de 56 a?os, tiene pisos en alquiler, y avisa a los inquilinos de que a partir del jueves el barrio se transforma: "De d¨ªa es una delicia, pero de noche...".
La "pasividad" del Ayuntamiento ha obligado a los vecinos de El Carme y otras ¨¢reas de ocio a soportar largos procesos judiciales en la ¨²ltima d¨¦cada. Pero la constancia en las movilizaciones y denuncias empieza a tener efectos, aunque a¨²n insuficientes. Se ve m¨¢s Polic¨ªa Local en la calle y control del horario de cierre, y una terapia de choque ha contenido los botellones en la plaza de El Carme. Hay algo m¨¢s de "disciplina" en un barrio "que era una ciudad sin ley y ahora es un enfermo cr¨®nico", comenta el portavoz de Amics de El Carme, Toni Cassola. De esa presi¨®n se ha beneficiado E. A., de 29 a?os, que s¨®lo tard¨® un a?o y pico en lograr el cierre de un after hours que le levantaba a las ocho de la ma?ana los fines de semana y ten¨ªa una licencia de bar revocada. Gracias a que acumulaba incumplimientos y "la polic¨ªa hizo caso del problema", el after ech¨® la persiana. Eso s¨ª, intent¨® reabrir con el mismo ruido como "asociaci¨®n cultural" a final de 2008. De nuevo, denuncia y cierre.
La Federaci¨®n de Hosteler¨ªa se desmarca de los "garbanzos negros" del ocio y defiende sus esfuerzos para concienciar a los locales y al p¨²blico que sale a la calle a voz en grito, que ve como el principal problema junto al tr¨¢fico. Fernando, de 37 a?os, regenta un pub en la calle Corona y asegura que no ha tenido problemas, pero ¨¦l s¨®lo lo lleva desde hace cuatro meses. El historial anterior del pub es otro. "Yo lo tengo todo legal y entiendo que los que viven arriba no quieran a alguien debajo que les d¨¦ por saco", admite. Vicent, de 32 a?os, al frente de un pub cercano, reconoce que ha encajado alguna multa y ha tenido que soltar "una pasta en la insonorizaci¨®n" para cumplir la normativa. Ha puesto a dos porteros "para que la gente no se quede parada ante el local". "Se pueden tomar medidas por un ocio m¨¢s civilizado, podemos tener sitio todos", a?ade.
El Ayuntamiento se apunta al dif¨ªcil equilibrio de concertar "el derecho al descanso, al ocio y al trabajo". El mapa del ruido sit¨²a a toda la ciudad con 57 decibelios de media levemente por encima del tope de noche, pero las ¨¢reas de ocio exigen planes "espec¨ªficos", admite la concejal¨ªa de Contaminaci¨®n Ac¨²stica. Ahora se colocar¨¢ una decena de son¨®metros como parte del estudio para decidir si El Carme se declara Zona Ac¨²sticamente Saturada (ZAS). La concejal¨ªa insiste en que "lo mejor es la prevenci¨®n".
A los afectados en el entorno de Juan Llorens eso ya no les vale. Ganaron su derecho a la ZAS en 2007 en el Supremo tras 15 a?os de lucha. La medida, que implica l¨ªmites a licencias y horarios est¨¢ en fase de contestaci¨®n de alegaciones. "A¨²n no ha cambiado nada desde la sentencia, las molestias siguen y tambi¨¦n las infracciones al horario", explica Antonio Puchades, presidente de la asociaci¨®n Arrancapins-La Petxina. El son¨®metro confirma que la zona supera claramente los 55 decibelios que los vecinos ven como tope para no exigir una ZAS m¨¢s estricta -la del Ayuntamiento es una versi¨®n light-. Casi 75 marcaba el medidor en la acera de un local a las 2.20 del pasado mi¨¦rcoles. Fuera se oye perfectamente la m¨²sica. Percatados de que alguien mide el ruido, desde el local dejan salir a unos clientes y bajan persianas a toda prisa. El son¨®metro sube a 90 decibelios.
El aparato fluct¨²a una hora antes entre los 58 y 62 decibelios en la zona de Men¨¦ndez Pelayo y la discoteca Woody, reconvertida en "Caf¨¦-Par¨ªs" con actuaciones del circuito nocturno de teatro tras la entrada en vigor de la ZAS hace dos a?os. "Nos han arruinado, no se puede decir de otra manera", asevera el due?o de Woody, Miguel Oliver, de 38 a?os. Antes pasaban por ah¨ª miles de estudiantes. "?Por qu¨¦ no controla la Polic¨ªa las aglomeraciones en la calle? Nosotros no hemos tenido denuncias", critica. Los afectados tardaron ocho a?os en lograr un fallo judicial favorable y con la ZAS viven "mucho m¨¢s tranquilos", constata Federico Pardo, vicepresidente vecinal. "Woody no ha sido el problema", reconoce, "sino otros bares". El control en los ¨²ltimos meses se ha "aflojado" y hay dos o tres locales que vuelven a dar molestias. "No se puede bajar la guardia", concluye Pardo. As¨ª lo creen tambi¨¦n los perjudicados de otros barrios.
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