"?H¨¦roe yo? Que te capture la Gestapo no es nada heroico"
"?As¨ª que la prensa tambi¨¦n est¨¢ en crisis aqu¨ª?", pregunta St¨¦phane Hessel, instantes despu¨¦s de recitarle el men¨² a su esposa con el mismo vigor que entonaba un poema de Victor Hugo mientras posaba para la foto. Los ojos casta?os que el lector puede contemplar en el retrato adjunto han visto casi todos los altibajos del pasado siglo. Lo que en boca de otro puede sonar hasta cursi, pronunciado por Hessel, padre de los Derechos Humanos, parece irrefutable, coherente con una vida dedicada a luchar contra las injusticias. "No le creas demasiado, es un faux-monnayeur, un falsificador", bromea su mujer, Christianne. ?l asiente: "?H¨¦roe, yo? Dejarse capturar por la Gestapo no tiene nada de heroico".
El 'padre' de los Derechos Humanos vislumbra a lo lejos un cambio de era
A sus 91 a?os, Hessel mantiene intacto su porte de caballero franc¨¦s de anta?o, de esos que, aunque lo relatado por su interlocutor no tenga el menor inter¨¦s, responde con un "Ah oui, c'est tr¨¨s interessant". Ex diplom¨¢tico, su amor por la poes¨ªa le viene de sus padres, inmortalizados por Fran?ois Truffaut en Jules et Jim. "Mi madre estaba encantada con la interpretaci¨®n de Jeanne Moreau". De visita por la capital vizca¨ªna tras recibir el Premio Unesco-Bilbao, se enorgullece de haber participado en la gesta de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. "No ¨¦ramos ingenuos. Sab¨ªamos que lo que proclamaban no reflejaba la realidad, eran un ideal hacia el cual tender. Est¨¢bamos en un momento de la historia, entre 1945 y 1948, que nos permit¨ªa ser audaces. Y fuimos tan lejos como nos dejaron ir". Falt¨®, tal vez, suprimir la pena de muerte. "Ren¨¦ Cassin estaba muy a favor, pero se decidi¨® que era prematuro".
Mientras degusta una merluza confitada -mero tr¨¢mite antes del dulce- Hessel vislumbra a lo lejos algo similar a lo que sinti¨® justo despu¨¦s de la guerra. Un momento ¨²nico, propiciado por el colapso de la econom¨ªa y los estragos causados en el mundo por una "nefasta" administraci¨®n estadounidense. "Hasta ahora cre¨ªamos que las cosas funcionaban, por lo menos los ocho a?os de Bush nos han abierto una puerta". Esa nueva era, cuyo contorno est¨¢ a¨²n por definir, comenzar¨ªa con un cambio en la mirada hacia el otro, similar al que ¨¦l sinti¨® tras liberar al mundo de la bota nazi. "Puede que sea el fin de miles de a?os marcados por la rivalidad como motor. Porque, si no cambiamos, nuestra rapacidad terminar¨¢ devor¨¢ndonos". Europa, dice, debe ser abanderada del salto hacia adelante. "No creo que necesitemos un Obama europeo. Tenemos nuestra historia. Debemos ser los defensores del Derecho. Adem¨¢s, ser¨ªa dif¨ªcil encontrar a alguien en el que 27 pa¨ªses se vean reflejados".
Tal vez cohibidos por el pre¨¢mbulo sobre la crisis de la prensa, Hessel y su mujer insisten en compartir los postres. Justo antes de la ¨²ltima trufa, surge la pregunta: ?C¨®mo no perder la ocasi¨®n? El cambio del que habla es m¨¢s posible que probable. ?l le hizo la misma a su amigo, el soci¨®logo Edgar Morin: "Me respondi¨® que seguramente terminar¨ªamos autodestruy¨¦ndonos. Pero despu¨¦s me record¨® la batalla de Stalingrado, c¨®mo los nazis ten¨ªan todas las de ganar y, de haberlo hecho, nos hubiesen condenado a 150 a?os de su locura. De repente, vencieron los rusos. Lo desconcertante de la historia es que lo improbable ocurre cuando menos te lo esperas".

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