El ¨¦nfasis sospechoso
Hace cinco siglos que los jud¨ªos fueron expulsados de Espa?a, pero a veces pareciera que todav¨ªa ronda en Espa?a el fantasma del jud¨ªo, no en las calles de Gerona o las sinagogas de Toledo, sino en el alma de algunos espa?oles en quienes persiste -soterrado, inconfesable- el viej¨ªsimo prejuicio antisemita.
Conviene aclarar, en negativo, qu¨¦ entiendo por antisemitismo.
Criticar la fundaci¨®n de Israel teniendo en cuenta el alt¨ªsimo costo que tuvo que pagar desde entonces el pueblo palestino, no implica por fuerza un acto antisemita: historiadores israel¨ªes de la corriente post-sionista han ejercido y documentado esa cr¨ªtica. Criticar la pol¨ªtica exterior israel¨ª en las ¨²ltimas d¨¦cadas conlleva a¨²n menos una actitud antisemita: de hecho, los propios israel¨ªes liberales y de izquierda han visto en los asentamientos un acto de ocupaci¨®n inadmisible, cruel y, a fin de cuentas, contraproducente.
En el alma de algunos espa?oles persiste, soterrado, inconfesable, el prejuicio antisemita
Israel no se ha propuesto exterminar a la poblaci¨®n palestina
Criticar la reciente ofensiva israel¨ª en Gaza tampoco supone albergar un prejuicio antisemita: existen argumentos serios contra su desproporci¨®n y una indignaci¨®n general por el sufrimiento de la poblaci¨®n civil. Ni siquiera criticar a "los jud¨ªos" supone necesariamente un reflejo antisemita: los fan¨¢ticos de la identidad suelen generalizar as¨ª sus antipat¨ªas, lo mismo contra "los jud¨ªos" que contra "los yanquis", "los chinos", "los sudacas" o "los gachupines".
Dicho todo lo cual, creo que a ra¨ªz de la guerra de Gaza afloraron dos actitudes preocupantes: una roza el antisemitismo, otra lo asume abiertamente.
La primera es la parcialidad noticiosa y editorial de algunos medios con respecto al tema, como si la ofensiva israel¨ª se hubiese dado (casi) en el vac¨ªo, sin la provocaci¨®n previa de los proyectiles de Ham¨¢s sobre el sur de ese pa¨ªs y la amenaza cierta de que en un futuro cercano cayeran sobre Tel Aviv.
Creo que no se document¨® de manera suficiente el hecho (recogido con amplitud, por ejemplo, en el Corriere de la Sera) de que Ham¨¢s puso en posiciones de riesgo militar deliberado y forzado a su poblaci¨®n civil.
Creo que ese ¨¦nfasis condenatorio no se ha visto en otras tragedias: pienso en Chechenia, donde fueron torturadas y muertas decenas de miles de personas. La doble moral resulta inexplicable.
Nadie compar¨® entonces a los rusos con los nazis. Hubiera sido una infamia, a pesar de lo que hicieron en Chechenia. Y es que los rusos sufrieron indeciblemente a manos de los nazis. Los jud¨ªos a¨²n m¨¢s. Otorgar a las v¨ªctimas la identidad de los victimarios es una perversidad moral.
All¨ª reside la segunda actitud, francamente antisemita.
Su expresi¨®n m¨¢s socorrida es la amalgama de maldad: la equiparaci¨®n (ostentada en las manifestaciones de Madrid y Barcelona) de la Esv¨¢stica con la Estrella de David, que a su vez supone la equiparaci¨®n (formulada por varios importantes escritores y periodistas) de la tragedia de Gaza con el Holocausto.
Se trata de dos fen¨®menos distintos que por su magnitud y naturaleza no pueden ser homologables.
La amalgama de todos los males conduce a la banalizaci¨®n del mal: si 600 v¨ªctimas inocentes son lo mismo que seis millones (aunque la muerte de los seis o 600 sea claramente reprobable) el mal resulta relativo, el mal no importa. Pero a¨²n m¨¢s decisiva que la diferencia cuantitativa es la diferencia de sentido.
El Holocausto represent¨® la voluntad (cumplida en un 50%) de exterminar un pueblo, de borrarlo, de tratar a ni?os, mujeres, ancianos como plaga y no como personas. Este exterminio no fue solamente un crimen contra los jud¨ªos sino contra el concepto mismo del ser humano. La inteligencia, la racionalidad y el lenguaje desaparecen si no suponemos una semejanza radical entre los hombres.
En el caso actual, son los fundamentalistas isl¨¢micos quienes reproducen el ¨¢nimo nazi: quieren borrar al otro, en Jerusal¨¦n, Nueva York, Madrid o Londres. Ni en esta ofensiva ni en ninguna otra, Israel se ha propuesto exterminar a la poblaci¨®n palestina.
Seg¨²n el Pew Research Center de Chicago, desde 2005 Espa?a es el pa¨ªs de Europa donde el prejuicio antisemita ha aumentado m¨¢s aceleradamente: pas¨® del 21% al 46%. Seg¨²n una encuesta realizada por el Observatorio Espa?ol de Convivencia Escolar, m¨¢s de la mitad de los estudiantes de secundaria declararon que preferir¨ªan no sentarse junto a un joven jud¨ªo en sus aulas.
La Espa?a tolerante y plural que ha otorgado el Premio Pr¨ªncipe de Asturias a las comunidades que preservaron el legado de Sefarad no puede -sin negarse a s¨ª misma- desde?ar esos datos sin hacer un an¨¢lisis valiente y objetivo.
Y la Espa?a democr¨¢tica y moderna, que ha sido v¨ªctima reciente del terrorismo isl¨¢mico, no puede ignorar -sin caer en la esquizofrenia- que Ham¨¢s busca la imposici¨®n de un r¨¦gimen fundamentalista mientras que Israel es el ¨²nico Estado democr¨¢tico de la regi¨®n.
?Qu¨¦ har¨ªa Espa?a, mutatis mutandis, en el caso, improbable pero no imposible, de que un triunfo generalizado del islam radical en el norte de ?frica se tradujera en una amenaza sobre sus puertos mediterr¨¢neos bajo el pretexto teol¨®gico de recobrar el territorio de Al Andalus que fue suyo siete siglos?
En el tema jud¨ªo, hay que volver a la tradici¨®n liberal de Benito P¨¦rez Gald¨®s, quien en tres novelas (Aita Tettauen, Misericordia y Gloria) mostr¨® comprensi¨®n y compasi¨®n por el drama hist¨®rico del pueblo jud¨ªo. Israel no es una nota al pie de p¨¢gina en ese drama.
Israel es el corolario de ese drama. Si se acepta la legitimidad de su existencia (producto, no olvidemos, de las circunstancias sin precedente creadas por el Holocausto), debe admitirse tambi¨¦n su derecho a vivir sin la amenaza cotidiana que ha pendido sobre sus habitantes.
Esa doble aceptaci¨®n no implica, repito, justificar la pol¨ªtica israel¨ª de los ¨²ltimos decenios. Pero s¨ª implica mirar al conflicto en toda su diab¨®lica complejidad, distinguir la responsabilidad de ambos bandos, y dar a los muertos israel¨ªes el mismo peso que los muertos palestinos.
Implica evitar la inmoral referencia al Holocausto y exorcizar el fantasma del jud¨ªo para poder verlo como los nazis y los fundamentalistas no lo ven: como un ser humano.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.