Riguroso absurdo
"La poes¨ªa debe ser seca, como la le?a, para que arda bien", dec¨ªa Octavio Paz. Y la dimensi¨®n po¨¦tica en la obra de Esther Ferrer es as¨ª. Sobria, austera, minimalista, abstracta, asc¨¦tica, dura, pero tambi¨¦n leve, fr¨¢gil, ef¨ªmera, con un ligero perfume de ideas difusas que pervive en la memoria. Fuego y humo. Luego cenizas. Cenizas vanguardistas. Esther Ferrer (San Sebasti¨¢n, 1937) lleva m¨¢s de cuatro d¨¦cadas dedicada al arte de crear situaciones ins¨®litas. Las performances, que conocen hoy un nuevo auge, se llamaban acciones o happenings en 1967, cuando ella empez¨®. "El t¨¦rmino que utiliz¨¢bamos, en realidad, era teatro musical", recuerda. "Para nosotros, todo lo que hac¨ªamos era m¨²sica, en el sentido cageano del t¨¦rmino", dice, aludiendo al compositor que redefini¨® el silencio. "John Cage piensa que si olvid¨¢ramos todo lo que nos han ense?ado que es m¨²sica, toda la vida se convertir¨ªa en m¨²sica".
"La 'performance' es un h¨ªbrido, un hijo natural. Nadie sabe qui¨¦n es su padre y su madre, aunque muchos lo reivindican"
En su piso de Par¨ªs hay un gran piano que cuesta descubrir detr¨¢s de todos los cuadros embalados que esperan para ser enviados a Madrid para su exposici¨®n en el stand de EL PA?S en Arco. "Prometimos no invadir el sal¨®n, la zona com¨²n de la casa, con nuestros trabajos (su marido, Tom Johnson, es compositor), pero estos d¨ªas ha sido inevitable", admite con resignaci¨®n. Es un bajo en un antiguo edificio, con un luminoso patio de carruajes empedrado. Ferrer sube las escaleras hasta su estudio con una energ¨ªa y una velocidad envidiables a sus 71 a?os. Es delgada, fibrosa, conversadora. Las dos habitaciones donde trabaja son peque?as y est¨¢n llenas de objetos, cajas, dibujos, libros. "Tom y yo todos los a?os elegimos los libros que no vamos a leer m¨¢s y los sacamos a la puerta para que los cojan", dice. "No me gusta tener. No me gusta poseer objetos. Me gustar¨ªa tener menos. Con tener un techo me basta. Acumulo s¨®lo obras de arte porque no me queda m¨¢s remedio. Compro pocas cosas, ni ropa, ni nada. Comprar no me produce satisfacci¨®n ni seguridad. No me aporta nada. Consumir no me va a quitar la angustia de vivir, as¨ª es que para qu¨¦ lo voy a hacer".
El a?o pasado recibi¨® el Premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas. Un reconocimiento a la discreta y consecuente trayectoria de esta creadora de lo m¨ªnimo.
"Suelo decir que mi trabajo es un minimalismo basado en el rigor del absurdo", explica. "A m¨ª me gusta mucho trabajar el absurdo, hacer las cosas muy simples. Cuando me pongo a pensar una performance, me paso el d¨ªa quitando. No digo que sea una depuraci¨®n, pero s¨ª consiste en extraer todo lo superfluo, el adorno. No pretendo gratificar al espectador. Mi trabajo es muy seco muchas veces, m¨¢s que sobrio. Y me gusta mucho el rococ¨® y el barroco, pero para que lo hagan los otros. Incluso el expresionismo me interesa mucho como espectadora. Quiero que en lo m¨ªo todo salga de forma natural, casi solo. Como los n¨²meros, 1, 2, 3? son maravillosos. No hay ning¨²n drama. El drama, si quiere, se lo a?ade el que lo ve".
No debe haber resultado f¨¢cil empezar a cultivar algo tan radicalmente transgresor como las performances a mediados de los a?os sesenta en la Espa?a franquista. Se uni¨® al grupo ZAJ, formado por el artista canario Juan Hidalgo, el m¨²sico italiano Walter Marchetti y algunos otros, que despu¨¦s dejaron el proyecto. "Por entonces yo estudiaba periodismo en Pamplona, en la universidad del Opus, de donde me echaron en 1968", recuerda. "Jos¨¦ Antonio Sistiaga y yo hab¨ªamos creado el Taller de Libre Expresi¨®n Infantil en San Sebasti¨¢n. Fue ¨¦l quien me dijo que vendr¨ªan unos amigos suyos, llamados ZAJ, y que estaban buscando a una mujer para el grupo. Al final de la acci¨®n me pidieron que me uniera a ellos".
ZAJ empez¨® sus actividades hace 50 a?os, en 1959. Orientado m¨¢s hacia la m¨²sica de acci¨®n, instigaba la participaci¨®n multidisciplinar. Desde la incorporaci¨®n de Esther Ferrer, ZAJ se convierte en un tr¨ªo y contin¨²a haciendo sus acciones hasta 1996. Ese a?o el Museo Reina Sof¨ªa les dedic¨® una retrospectiva. Esta semana se acaba de inaugurar en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid una exposici¨®n ZAJ de la colecci¨®n de Francesco Conz.
Los esc¨¢ndalos y el desconcierto formaban parte de su estela. Hubo abucheos e indignaci¨®n, por ejemplo, cuando se presentaron en Madrid, y el concierto anunciado consisti¨® en una persona comi¨¦ndose una manzana en el escenario. Puro Cage. "Para hacer performance en esa ¨¦poca hab¨ªa que tener aguante. Aceptar que la gente, incluso la gente seria y cercana al arte, pensara que est¨¢bamos locos", afirma Ferrer. "Para un artista que quer¨ªa ser respetable la forma de no conseguirlo era haciendo performance. A Juan y Walter, y a m¨ª, nos importaba muy poco la imagen que d¨¢bamos o c¨®mo pod¨ªan considerarnos los otros".
En esos a?os realiz¨® acciones como ?ntimo e impersonal que, en una cr¨ªtica a los concursos de belleza, consist¨ªa en medir su propio cuerpo o el de otras personas e ir diciendo las medidas en voz alta. Entre las m¨¢s recientes est¨¢ 1.863, presentada al a?o pasado en Madrid. La noticia de que 1.863 inmigrantes hab¨ªan perdido la vida al intentar entrar en la Uni¨®n Europea, la llev¨® a pedir la participaci¨®n de una veintena de personas que fueron contando lentamente las cifras hasta llegar a ese n¨²mero. Despu¨¦s hubo un minuto de silencio. "Soy emigrante yo tambi¨¦n", dice Ferrer, "y eso me hace especialmente sensible al problema".
No resultaba sencillo a ZAJ trabajar juntos. "Los tres viv¨ªamos en ciudades distintas y era complicado. Cuando nos invitaban para alguna presentaci¨®n llegaba cada uno con su idea un d¨ªa antes o as¨ª. Eran acciones para una persona, para dos o para tres. Por ejemplo, Especulaciones en V, que hicimos muchas veces, es para tres. El secreto, de Juan, si se pod¨ªa hacer con seis personas se hac¨ªa, pero si no se hac¨ªa con tres", explica. "No s¨¦ qu¨¦ trayectoria habr¨ªa tenido yo si no me hubiera encontrado con ZAJ. De todas formas, creo que me habr¨ªa encontrado con el mundo de la acci¨®n. ?De qu¨¦ manera? El hecho de que fu¨¦ramos un grupo nos facilit¨® un poco a todos el asunto, se tiene m¨¢s coraje y se afrontan mejor las reacciones. Art¨ªsticamente, adem¨¢s, est¨¢bamos absolutamente en la misma onda. Entre nosotros jam¨¢s se dijo 'qu¨¦ tonter¨ªa' a ninguna de las ideas que trajo el otro. Nosotros nunca hemos hecho obras comunes, cada uno hac¨ªa las suyas, aunque los otros pod¨ªamos participar. Eso nos daba una libertad enorme".
Pero la libertad, en esos a?os, estaba muy limitada. "En la ¨¦poca del franquismo todo lo que hac¨ªas ten¨ªa una lectura pol¨ªtica. Hicieras lo que hicieras. Quedarte parada mirando al p¨²blico durante un minuto o m¨¢s provocaba que inmediatamente la gente empezara a gritar ?libertad! u otras cosas, como pas¨® en los Encuentros de Pamplona de 1972. Es decir, hay muchas maneras de hacer arte pol¨ªtico sin pasar por ser absolutamente expl¨ªcito. De todas formas, en la Espa?a de entonces o eras una cosa u otra. No se pod¨ªa escapar. M¨¢s que de tus ideas pol¨ªticas -a m¨ª nadie me pregunt¨® las m¨ªas-, depend¨ªa de tu est¨¦tica. Por eso creo que no he tratado asuntos pol¨ªticos espec¨ªficos. Igual me pasa con el arte feminista. Nunca he hecho arte feminista. Yo soy feminista en mi vida de todos los d¨ªas. Y supongo que todo eso desti?e en mi forma de trabajar y en lo que diga. No impide que en un momento tenga una idea que me interesa y que puede interpretarse como arte feminista".
El hecho de vivir desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas en Francia tambi¨¦n cuenta. Y cont¨® desde antes. "Creo que la situaci¨®n en la que viv¨ªamos, con esa dictadura y con ese ansia de libertad, nos empujaba a buscar cosas nuevas. Viviendo a 20 kil¨®metros de la frontera, pues mis amigas y yo pas¨¢bamos mucho a Francia a comprar libros y revistas, ver pel¨ªculas en Hendaya. Lo que pasa es que, como aquella Espa?a era un desierto cultural, todo nos interesaba. Mi hermana (gemela) Matilde y yo nos ¨ªbamos a todas las conferencias. Aunque hablaran de las hormigas o de lo que fuera. No hab¨ªa nada que hacer en ese pueblo. Yo ya hab¨ªa vivido en Par¨ªs, a finales de los cincuenta, principios de los sesenta. Vine a estudiar y no estudi¨¦. Pero s¨ª aprend¨ª mucho. Vi infinidad de exposiciones, much¨ªsimo cine, teatro. Era una ¨¦poca en la que todo nos interesaba".
Viv¨ªa el mundo del arte y hac¨ªa dibujos, aunque sin grandes pretensiones. "A Oteiza lo conoc¨ªamos much¨ªsimo. Nos recib¨ªa en la casa que ten¨ªa al lado de la frontera. Era encantador con nosotros, de una gran generosidad intelectual. Nos aguantaba y nos re¨ªamos mucho con ¨¦l porque era divertid¨ªsimo, genial, con una rapidez mental asombrosa", relata. Adem¨¢s de Cage y Duchamp, Ferrer cita otras influencias en su trabajo. "Una de las filosof¨ªas que ha contado mucho en mi vida, a pesar de que soy completamente agn¨®stica, es la de Lao Ts¨¦, el tao¨ªsmo. Me interesa tambi¨¦n mucho la estructura del universo, la astronom¨ªa, las matem¨¢ticas", apunta.
"Veo mi paso del mundo de la pl¨¢stica al de la performance como una continuidad. Proviene de la mentalidad m¨¢s abierta que ya hab¨ªamos cultivado algunos en esa ¨¦poca. En realidad, la performance es un h¨ªbrido, y que dure... Es un hijo natural, nadie sabe qui¨¦nes son su padre y su madre, aunque muchos lo reivindican".
Para ella, es un arte abierto y por eso ha preferido con frecuencia realizarlo en la calle. "No es que me guste m¨¢s la calle, pero creo que no se debe excluir como escenario de las acciones", dice. "La performance es como los vagabundos sin domicilio fijo. Me gusta esa idea y en muchas ocasiones he realizado acciones en cualquier sitio de la ciudad. Lo que no quiero es limitarlas a un lugar, como las galer¨ªas o los museos. Es un arte n¨®mada. Luego el ¨²nico juicio es el m¨ªo. Yo s¨¦ si funciona o no. Lo que el p¨²blico piense es irrelevante, me tiene sin cuidado. Lo mismo sucede con las obras de arte. El artista dice: 'Es as¨ª', y basta. ?No les gusta? Me da igual. Yo no lo voy a cambiar. Es la ¨²nica manera que tengo de funcionar".
En los ¨²ltimos a?os ha revivido el inter¨¦s por esta expresi¨®n, pero hubo una ¨¦poca en la que casi hab¨ªa desaparecido. "Es cierto, durante unos a?os parec¨ªamos como los antiguos combatientes de una guerra terminada. La gente te dec¨ªa: ?pero t¨² haces performance? Madre m¨ªa, qu¨¦ obsoleta", dice sonriendo. "La performance ha cambiado much¨ªsimo porque la situaci¨®n es completamente diferente. Ahora hay much¨ªsima tecnolog¨ªa, esa idea de pobre que ten¨ªamos nosotros (o tengo yo) es diferente. Pienso tambi¨¦n que vivimos en un mundo tan num¨¦rico, tan de abstracciones... Este arte que est¨¢ en tu cuerpo, pero no en el cuerpo teatralizado, este arte de la presencia tal vez sirva a los j¨®venes para afirmarse f¨ªsicamente, para favorecer un cuerpo que cada vez parece m¨¢s pixelizado. Esa vuelta a la presencia del cuerpo, con sus miserias, sus alegr¨ªas, sus flaquezas, su f¨ªsico, puede ser importante para ellos".
Y prosigue con la reflexi¨®n. "Una de las cosas que me ha importado en mis performances es la ligereza. Esto que lo haces, desapareces y no queda nada. Queda en la memoria de los que lo han visto, si queda. Me parece maravilloso. A m¨ª. Porque hoy hay otros artistas que luego venden el v¨ªdeo, la foto y la silla en la que se sentaron. Una vez, en Italia, me pas¨® eso. Me quisieron comprar la silla y la mesa que hab¨ªa utilizado en la performance. Dije que no pod¨ªa porque me las hab¨ªa prestado el caf¨¦ de enfrente. Si se la compras al del caf¨¦ te va a salir m¨¢s barata, dije, que si te la firmo yo. Es una broma. Yo nunca vender¨¦ los objetos que uso en las performances".
No s¨®lo expone su propio cuerpo en las acciones, Esther Ferrer es tambi¨¦n la figura en muchas de sus obras. Recurre al autorretrato por econom¨ªa y pragmatismo antes que por vanidad o egocentrismo. Es m¨¢s f¨¢cil hacer uso de uno mismo antes que depender de otro modelo. Los autorretratos han sido una constante en su trabajo. En Arco expondr¨¢ una visi¨®n resumida de su trabajo de los ¨²ltimos a?os titulada La serie de las series, porque su forma de trabajar la lleva a realizar numerosas obras sobre un mismo tema.
"Tengo una relaci¨®n muy mala con el tiempo", contin¨²a. "No s¨¦ nunca en qu¨¦ d¨ªa vivo, a veces ni en qu¨¦ a?o. Siempre he sido as¨ª. El tiempo y yo tenemos una relaci¨®n extra?a, desde siempre tengo la sensaci¨®n de estar corriendo detr¨¢s de ¨¦l. Luego, supongo que en alguna parte est¨¢ la angustia de la muerte. El hecho de envejecer, el proceso de acercarme a la muerte, me preocupa. Quiz¨¢ una manera de neutralizar o paralizar ese proceso es a trav¨¦s de la imagen. Cuando empec¨¦ a hacer obras fue con todo mi cuerpo, con mis manos, mi cabeza, mi sexo. Empec¨¦ con mi cabeza y mi sexo porque es lo m¨¢s evidente, quiz¨¢ lo que tiene m¨¢s resonancias o connotaciones pl¨¢sticas. No pens¨¦ en el proceso de envejecimiento, sino en el simple paso del tiempo. El tiempo que te atraviesa. Cuando expongo la serie de fotos que me he hecho cada cinco a?os, hay gente que me dice que tengo mucho valor. A m¨ª eso no me importa nada. No me importa tener arrugas. Es que yo no s¨¦ de d¨®nde vengo, no s¨¦ ad¨®nde voy. Es simplemente el tiempo que pasa. La forma que tengo de sacarme esa preocupaci¨®n es a trav¨¦s de los autorretratos".
Esther Ferrer. Arco. Pabell¨®n 6. Stand A109, de EL PA?S. ZAJ. Colecci¨®n archivo Conz. C¨ªrculo de Bellas Artes. Alcal¨¢, 42. Madrid. Hasta el 22 de marzo.
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