Paro, despilfarro y ?corrupci¨®n?
?Palidece la estrella del PP despu¨¦s de brillar durante lustros en el firmamento de la Comunidad Valenciana o estamos ante una ef¨ªmera opacidad del r¨¦gimen, una debilidad aparente del que saldr¨¢ robustecido? Existe un cierto consenso social a la hora de explicar la derrota electoral del PSPV en las elecciones auton¨®micas de 1995: Joan Lerma perdi¨® la presidencia de la Generalitat como consecuencia de los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n en que se encontraba inmerso el PSOE, pese a que en la Comunidad Valenciana no se hubiera detectado ning¨²n esc¨¢ndalo de relevancia. Para no pocos analistas los electores le dieron una patada a Felipe Gonz¨¢lez en salva sea la parte de Lerma con manifiesto olvido de la gesti¨®n de ¨¦ste. Una explicaci¨®n que olvida la crisis econ¨®mica que atravesaba la sociedad valenciana en aquel tiempo.
La situaci¨®n actual es a¨²n m¨¢s grave que aquella. En 1995 se oteaba un horizonte de recuperaci¨®n econ¨®mica. Hoy, la confianza es una rareza. Los esfuerzos del presidente Camps por cargar sobre las espaldas de Rodr¨ªguez Zapatero todo el peso de la crisis son in¨²tiles. Empresarios, sindicatos y un creciente n¨²mero de ciudadanos comparten cada vez menos su pol¨ªtica victimista. El paro en la Comunidad Valenciana ha crecido 20 puntos por encima de la media espa?ola.
Hubo un tiempo en que todo evento, cualquier ocurrencia pol¨ªtica, el ¨²ltimo capricho del arquitecto de moda, era saludado con oleadas de orgullo patri¨®tico, mientras que quienes osaban dudar de la pertinencia de tan grandes sucesos eran poco menos que tachados de traidores. El dinero p¨²blico se despilfarraba sin mesura. Los intangibles de la proyecci¨®n mundial, universal, gal¨¢ctica de la Comunidad Valenciana eran incontables. Por el contrario, se intu¨ªa -la transparencia es un elemento ex¨®tico en estas tierras- que los resultados materiales que obten¨ªan quienes trabajaban por la causa eran sustanciosos y nada espirituales.
A mediados de los noventa, el PP impuso un lema que era como un men¨² ¨²nico de tres platos: paro, corrupci¨®n y despilfarro. Estomagante, pero eficaz para sus intereses. En la Comunidad Valenciana, ahora mismo, sabemos mucho del primero y empezamos a comprobar la intensidad del postre; pero el plato principal, la corrupci¨®n, siempre nos ha parecido como que no iba con nosotros, que era una cuesti¨®n lejana por m¨¢s que los hechos, aunque no siempre las pruebas, se empe?aran en desmentir tan ingenua convicci¨®n. A esa percepci¨®n distanciada de la podredumbre ha contribuido la austeridad de algunos presidentes de la Generalitat, Francisco Camps entre ellos.
Pero hay veces que las actitudes personales, con ser necesarias, no son suficientes. Todo lo que empieza a conocerse sobre Orange Market y sus relaciones con el PP y el Gobierno valenciano exige una clarificaci¨®n inmediata. La confusi¨®n entre lo p¨²blico (el Consell) y lo privado (el partido) es en este caso de tal magnitud que resulta imposible saber d¨®nde empieza lo uno y acaba lo otro. Este comportamiento es propio de reg¨ªmenes autoritarios, en los que Gobierno y partido son una misma cosa. El presidente tiene que comparecer y explicar las estrechas relaciones mantenidas con esta empresa cabecera de su propio partido. Estas clarificaciones son mucho m¨¢s apremiantes toda vez que es cosa sabida que su Gobierno lleva a?os sin responder a unas preguntas de la oposici¨®n sobre los contratos de Orange Market con la Administraci¨®n que dirige. El oscurantismo ayuda a acrecentar las sospechas.
Que las cosas se hagan sense al?ar pols ni remol¨ª, no significa que no se hagan. En la Comunidad Valenciana sabemos del paro, conocemos del despilfarro. ?Toca hablar de corrupci¨®n? Por ah¨ª empez¨® a oscurecerse la estrella de los socialistas.
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