Don Joaqu¨ªn, un tipo singular
El lunes ¨²ltimo fue inhumado en Valencia don Joaqu¨ªn Maldonado Almenar a la provecta edad de 101 a?os, dejando tras s¨ª una impronta que lo califica como la personalidad m¨¢s descollante en el ¨¢mbito c¨ªvico de la ciudad a lo largo de toda la segunda mitad del siglo pasado. Los perfiles biogr¨¢ficos y necrol¨®gicos publicados estos d¨ªas con tal motivo -y en estas mismas p¨¢ginas- abonan suficientemente esta valoraci¨®n, que sin duda es participada por la mayor¨ªa de quienes han sido sus coet¨¢neos y de cuantos prolongan -prolongamos- su imborrable recuerdo. Sin otra pretensi¨®n que la de contribuir a la cabal comprensi¨®n de tan singular personaje, a modo de modesto homenaje y con la venia del lector nos parece oportuno glosar tres facetas relevantes del finado.
En primer lugar, su acendrada religiosidad, y no vamos a invadir obviamente un delicado hontanar que incumb¨ªa a su conciencia y, a lo sumo, a su confesor. Nos referimos tan solo a la manifestaci¨®n p¨²blica de esa vivencia que, siendo sin duda el motor de su infatigable actividad y abnegada entrega a los compromisos que asum¨ªa, siempre fue protegida por una exquisita discreci¨®n. Un permanente ejercicio de projimidad que empezaba por suscitar el mutuo respeto con sus interlocutores de otras o de ninguna confesi¨®n, que no eran escasos. Apostar¨ªamos, adem¨¢s, a que nunca pronunci¨® don Joaqu¨ªn el nombre de Dios en vano, y apenas supo una mano c¨®mo prodigaba la caridad o la munificencia con la otra, lo que perge?a a un cristiano de dif¨ªcil homologaci¨®n con los creyentes al uso, tan ostentosos y avaros a menudo.
Despu¨¦s, su condici¨®n de burgu¨¦s, que arrostr¨® cual rara avis en su propio entorno social, al menos desde que, concluida la guerra civil, su vida dio un giro dram¨¢tico, por la profunda decepci¨®n que le ocasion¨® la violencia del r¨¦gimen franquista que hab¨ªa contribuido a instaurar. Ser¨ªa temerario hablar de redenci¨®n personal, pues nada ha de redimir quien en todo momento procedi¨® con coherencia y buena fe, cual es el caso, pero lo cierto es que, culminada la victoria b¨¦lica y asentado el nuevo y sombr¨ªo panorama pol¨ªtico, don Joaqu¨ªn alent¨® con determinaci¨®n no exenta de riesgos y mientras estuvo en activo una proyecci¨®n p¨²blica que lo involucr¨® con notables y plurales iniciativas c¨ªvicas y culturales de signo democr¨¢tico que estos d¨ªas han sido evocadas. Un compromiso no siempre comprendido por su propia clase, que obviamente lo hubiera querido m¨¢s acomodaticio y asimilable. Que este patricio haya sido un sobreviviente longevo, que su opci¨®n partidaria no cuajase y su generaci¨®n fuese devastada por la edad, no justifica la desmemoria o la ignorancia que a nuestro juicio le han ofrendado los clanes dirigentes de los dos partidos hegem¨®nicos y de la misma Generalitat.
Y, por ¨²ltimo, unas palabras sobre su dimensi¨®n liberal, esa cualidad que tan raramente es de buena ley por estos pagos y que don Joaqu¨ªn prodig¨®. Quienes le acompa?amos en la aventura editorial del Diario de Valencia en los a?os 80, que con tanto desprendimiento y empe?o patrocin¨®, podemos dar fe de la liberalidad con que ampar¨® todas las opiniones, especialmente aquellas con las que disent¨ªa, desde su presidencia de la Junta de Fundadores. Un episodio period¨ªstico que mereci¨® mejor suerte por muchas razones y que no se concibe sin el talante del personaje excepcional que glosamos.
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