Mujeres preciosas
Llegan los Oscar, esa gala que tanto interesa en Espa?a (s¨ª, ese peque?o pa¨ªs furiosamente antiamericano que se vuelve papanatas con todo lo que venga de Am¨¦rica), y que en USA no consigue atrapar el inter¨¦s general. Los Oscar debieran emitirse en un horario razonable para Espa?a, as¨ª aumentar¨ªan esos ¨ªndices de audiencia que han ca¨ªdo casi en un cuarenta por ciento en los ¨²ltimos a?os. ?Y eso que lo hacen bien! Hasta el comentarista de The New York Times se consolaba pensando que, ya que ten¨ªa que escribir en estos tiempos dif¨ªciles de algo, por qu¨¦ no, superficial, quer¨ªa pensar que la cosecha de este a?o hab¨ªa dado la espalda, en general, a la violencia est¨¦ril y se hab¨ªa dedicado a contar historias edificantes. Incluso, dec¨ªa, los discursos de los actores se hab¨ªan vuelto m¨¢s c¨¢lidos, se?alaba en particular a Sean Penn, al que aqu¨ª no se le tiene por el gran simp¨¢tico. No est¨¢ mal, hay un clamor en el mundo de las personas corrientes hacia las estrellas: queridos, ya que sois privilegiados, en vez de darnos la tabarra ideol¨®gica, nos conformar¨ªamos con que os comport¨¦is con educaci¨®n. O simpat¨ªa, que tambi¨¦n gusta. Un ejemplo es una mujer ante la que ha sido dif¨ªcil no caer rendido este a?o. Kate Winslet. Actriz, no estrella. Una de las entrevistas m¨¢s cachondas que se le hicieron por sus dos globos de oro fue en el show de Oprah Winfrey. Oprah, refiri¨¦ndose a la pel¨ªcula El lector, en la que Winslet aparece desnuda y hermos¨ªsima, le dijo: "Me encanta que ense?es tu pecho natural". Kate le dio apasionadamente las gracias y despu¨¦s brome¨® sobre el asunto: "?Te refieres a que las tengo ca¨ªdas?, ?ca¨ªdas con los pezones para arriba?, ?a esas tetas que cuando te tumbas se desparraman?". Muchos felicitaron a la actriz por no someterse a la esclavitud de ser una modelo, sino una mujer joven madre de dos hijos. ?se es el papel, por cierto, que representa en Revolutionary Road, una novela que en estos d¨ªas tengo en la mesilla de noche y que me confirma, en cada p¨¢gina, los grandes actores que son ella y Leonardo DiCaprio, porque, dejando a un lado lo acertado o no que haya estado el director Sam Mendes, ellos han captado el esp¨ªritu de esos grandes personajes y lo llevan en su cuerpo toda la pel¨ªcula. Una amiga me coment¨® que no sientes que haya empat¨ªa entre los dos. Por supuesto, no la hay, por el simple hecho de que la historia trata de un amor en descomposici¨®n. Tal vez eso est¨¦ mal explicado en la pel¨ªcula. Pero ah¨ª est¨¢n ellos. Inmensos. Ella, April, la mujer descontenta, m¨¢s que idealista, es alguien que cree merecer lo que no tiene. Y ¨¦l, Frank, en apariencia un personaje menos interesante por carecer de aires de grandeza, es, en el fondo, el m¨¢s rom¨¢ntico de los dos, el que la admite como es, a pesar de saber que ella no lo ama, ni a ¨¦l, ni la vida que tienen en ese Camino de la Revoluci¨®n en el que viven. Revolutionary Road es una de esas calles de urbanizaci¨®n en las que, seg¨²n la feminista Betty Friedan, naci¨® el feminismo americano. Friedan estudi¨® de qu¨¦ manera la llegada de los electrodom¨¦sticos a las cocinas de la clase media y el vac¨ªo que muchas de esas amas de casa sent¨ªan una vez que sus maridos se marchaban a la ciudad y los ni?os a la escuela, gener¨® un descontento que incub¨® una especie de sublevaci¨®n cotidiana. Pero en el caso de April hay, sobre todo, algo de desajuste mental que Winslet sabe expresar muy bien. El libro de Yates es una maravilla y nunca est¨¢ de m¨¢s que una pel¨ªcula resucite un libro de 1961. S¨¦ que Rosa Montero lo est¨¢ leyendo al mismo tiempo que yo, y eso, como me dec¨ªa ella en una carta, nos hace convivir en una misma habitaci¨®n emocional. Pero aqu¨ª no se acaban las sorpresas winsletianas, dentro de poco llegar¨¢ a Espa?a The reader, en la que el personaje es a¨²n m¨¢s retorcido que en la anterior. Nunca desear¨ªa estar en la piel de un cr¨ªtico porque entiendo que en el gusto por los libros o las pel¨ªculas interviene lo que de nuestra propia piel ponemos en ellos. Por fortuna, tengo el privilegio de escribir s¨®lo de lo que me gusta, y quisiera transmitirles lo que me emocion¨® esa historia, la m¨¢s triste que he visto en mucho tiempo. Si es usted uno de esos que sueltan, como si nadie m¨¢s hubiera pronunciado nunca esa idiotez sobre la tierra, "yo no voy a ver tristezas, para llorar ya est¨¢ la vida", abst¨¦ngase. Admiro a Winslet, ?queda claro? Adoro su falta de afectaci¨®n. En el show de Ellen DeGeneres hay otro momento genial. Ellen llama por tel¨¦fono a la casa de la actriz en Londres para felicitarle por sus Globos (?se referir¨ªa a las tetas?) de Oro, pero quien contesta es su hija de seis a?os. La alegr¨ªa de lo natural, s¨ª. Lo menos que podemos pedirle a quienes se dedican a interpretar a seres comunes es que luego no act¨²en con desprecio hacia quienes son esos seres, sus espectadores. Comparto mi entusiasmo por Winslet, tan joven y tan sabia, con Carlos Boyero, pero difiero con ¨¦l en un detalle; dec¨ªa nuestro cr¨ªtico que Kate no te llamar¨ªa particularmente la atenci¨®n si te la cruzas por la calle, que no es espectacular. Yo entiendo que no se trata de que sea menos bella que otras, sino de actitud. Hay actrices que caminan como estrellas, hay otras que van por la calle como mujeres preciosas. ?Y hay tantas por la calle!
Los Oscar debieran emitirse en un horario razonable para Espa?a. As¨ª aumentar¨ªan sus ¨ªndices de audiencia
Betty Friedan estudi¨® de qu¨¦ manera cambi¨® la clase media con la llegada de los electrodom¨¦sticos
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