"La ¨®pera, si es buena, debe ser siempre transgresora"
No ha dirigido en escena, jam¨¢s ha cantado ni se ha puesto al frente de una orquesta. Pero igual que la historia de la ¨®pera de los ¨²ltimos 50 a?os no se concibe sin Maria Callas, la del presente, surgida a caballo entre el final del siglo XX y principios del XXI, no ser¨ªa igual sin otro nombre: G¨¦rard Mortier.
Este gran gestor cultural, nacido en Gante (B¨¦lgica) hace 65 a?os, ha marcado desde el buen gusto un esp¨ªritu incansablemente transgresor que le ha dado a partes iguales tanta gloria como esc¨¢ndalos y la aparente tranquilidad de sus despachos, un antes y un despu¨¦s en las p¨¢ginas de este arte may¨²sculo.
En enero de 2010, Mortier llegar¨¢ a Madrid para dirigir el Teatro Real, aunque ya ha comenzado a fondo sus clases de espa?ol. "Todav¨ªa me l¨ªo con los verbos", dice, "puedo pedir un caf¨¦ en el aeropuerto, pero comunicarme con el p¨²blico... a¨²n no". Eso es algo que ¨¦l considera fundamental. Dominar la lengua para hacer cierto apostolado. No hay m¨¢s que verle preguntar e indagar junto al compositor Philippe Boesmans y otros artistas de la ¨®pera Yvonne, princesse de Bourgogne - que actualmente se representa en la Bastilla- como a este hombre le gusta batirse en la arena. Como le apasiona convencer, practicar la provocaci¨®n intelectual, esa costumbre tan sana que aprendi¨® con los jesuitas en Flandes, donde se cri¨® cerca de los muelles, procedente de una familia obrera.
El nuevo rumbo que quiere marcar en el Real traer¨¢ cola. Pol¨¦micas. Entregas y rechazos. Pataletas de los sectores m¨¢s reacios a nuevas propuestas y aplausos de otros muchos. Mortier jugar¨¢ duro y desmontar¨¢ verdades instaladas. Cree con la misma convicci¨®n que Lou Reed es m¨¢s importante para la cultura actual que Pavarotti. O que Pedro Almod¨®var es un Verdi de nuestro tiempo. Le tentar¨¢. Tambi¨¦n aumentar¨¢ el repertorio contempor¨¢neo y har¨¢ propuestas para atraer nuevos p¨²blicos.
Todav¨ªa es pronto para que suelte prenda, pero anda d¨¢ndole vueltas ya a proyectos importantes. Una cosa es segura. Llega m¨¢s sosegado que cuando desembarc¨® en Salzburgo en 1991 desde La Monee de Bruselas para sustituir a Herbert von Karajan al frente del festival. All¨ª, nada m¨¢s instalarse realiz¨® una declaraci¨®n de guerra: colg¨® el retrato de un iconoclasta como Thomas Bernhard -el escritor que con m¨¢s crudeza ha desgranado las miserias del alma austriaca- en mitad del despacho y la emprendi¨® a mandobles con las vacas sagradas.
LOS RESULTADOS PRONTO empezaron a dar frutos. Acab¨® con la tiran¨ªa de los divos enfrent¨¢ndose a Jesse Norman, Pavarotti o Carreras. Puso pilas a la comodidad en la que se hab¨ªa instalado una escler¨®tica Filarm¨®nica de Viena y baj¨® los humos a directores musicales como Claudio Abbado o Riccardo Muti, con los que luego ha terminado arregl¨¢ndose. As¨ª trastoc¨® todo el equilibrio y el statu quo de un arte que envejec¨ªa sin remisi¨®n. Dio el mando a los directores de escena m¨¢s arriesgados de su tiempo, desde Herbert Wernicke hasta Patrice Ch¨¦reau, Luc Bondy, Klaus Maria Gr¨¹ber o la Fura dels Baus, y, c¨®mo no, a los gestores, que hoy lo conservan. Pero fue una cuenta necesaria porque el p¨²blico rejuveneci¨® y acudi¨® en masa a llenar las localidades con otro aire.
En Par¨ªs ha seguido su manual desde que apareci¨® en 2001 como director delegado. Lo ha hecho con tanto ¨¦xito como irritaci¨®n por parte del p¨²blico, y nunca se sabr¨¢ lo que hubiera podido aportar en Estados Unidos, donde renunci¨® a dirigir la New York City Opera en noviembre pasado para fortuna del Real. Aquella dimisi¨®n fue la que hizo que la plaza madrile?a le tentara, y su designaci¨®n, casi inmediata, fue pan comido.
Ahora, tras las negociaciones, las idas y venidas y dem¨¢s trasiegos, confiesa que acept¨® por una raz¨®n tan caprichosa como convincente: "Si me hubiera ido a Berl¨ªn ya sab¨ªa lo que me iba a encontrar. Pero justo cuando tengo 65 a?os y en lo que deber¨ªa pensar es en retirarme me he dejado llevar por la curiosidad. Eleg¨ª ir al lugar del que no conoc¨ªa muchas cosas. Por eso quer¨ªa trabajar en Espa?a. Para aprender todo lo que pueda de esta nueva experiencia". Como las paredes de sus despachos hablan, ya hay rastro en el que actualmente ocupa en la ?pera de Par¨ªs de su nueva pasi¨®n hisp¨¢nica. Junto a Mozart y un busto de Beethoven, Mortier ha colgado un inquietante capricho de Goya. "Siempre me ha fascinado", asegura.
?Prosperando con sus clases de espa?ol...? Es una lengua bell¨ªsima. Me costar¨¢ todav¨ªa dominarlo para comunicarme con el p¨²blico, pero con tiempo... Me voy de Par¨ªs en junio, antes me enfrento a un final de temporada intenso.
?C¨®mo piensa despedirse? Pues tenemos la Lady Macbeth de Mzensk (Shostakovich), una gran producci¨®n que espero llevar a Madrid con Eva Maria Westbroek, para m¨ª la gran soprano dram¨¢tica del presente. Tambi¨¦n hemos hecho el estreno mundial de Yvonne, princesse de Bourgogne, del compositor belga Philippe Boesmans, basada en un texto de Gombrowicz con montaje de Luc Bondy. Y para el final he pedido a Anselm Kiefer, el gran artista, que prepare una gran instalaci¨®n en la que Isabelle Huppert recitar¨¢ pasajes de Isa¨ªas de la Biblia.
Inventando. Claro, porque creo que incluso el propio repertorio es peque?o. Hay que crear ideas que a¨²nen el repertorio con los int¨¦rpretes y quienes van a ponerlo en pr¨¢ctica. Es una cuesti¨®n m¨¢s qu¨ªmica que otra cosa. Siempre. No sirve decir que vas a convencer a un cineasta para hacer una ¨®pera; es necesario saber qu¨¦ t¨ªtulo en concreto. No todos valen para cualquier opci¨®n. Muchas cosas se hacen s¨®lo para llamar la atenci¨®n y no se conciben para ver c¨®mo funcionar¨ªa cada propuesta en su m¨¢s profunda dimensi¨®n.
Con esas premisas, ?ha elegido ya la ¨®pera que quiere proponerle a Almod¨®var? No, no. Todav¨ªa no. No creo que tenga posibilidades de convencerle por el momento, aunque lo intentar¨¦. Hace tiempo quise que hiciera Don Giovanni, cuando estaba en Salzburgo. Ahora, conociendo mejor su trabajo, creo que har¨ªa bien cualquier pieza loca de Verdi. No con cantantes de la vieja escuela, sino con cantantes muy modernos.
Es una pena que usted y Puccini no se lleven bien, porque Almod¨®var lo bordar¨ªa. Podr¨ªa, podr¨ªa... Un gran Gianni Schichi, ?por qu¨¦ no?
?Ya ha escogido un escritor espa?ol para colocar en su despacho del Teatro Real? Me refiero, al igual que puso a Thomas Bernhard en Salzburgo... Bueno, aquello fue algo especial.
?Una cuesti¨®n de principios? Eso es. Fue una cuesti¨®n de principios, aunque algunos cr¨ªticos lo consideraron una mascarada, pero no era cuesti¨®n de discutirlo con nadie. En Madrid no querr¨ªa hacer algo tan pol¨¦mico. Pero si lo hiciera, me atrae mucho Lorca. Aunque estoy esperando para poder leerlo a fondo en espa?ol. Hay otros escritores hispanos, no necesariamente espa?oles, que me gustan much¨ªsimo: desde Vargas Llosa hasta Carlos Fuentes y Julio Cort¨¢zar, aunque a quien adoro es a Octavio Paz.
Lorca ser¨ªa una buena elecci¨®n porque, as¨ª como Thomas Bernhard retrat¨® la oscuridad del alma austriaca, Federico todav¨ªa pesa sobre la conciencia de los espa?oles. M¨¢s cuando hoy no se sabe con seguridad ni d¨®nde est¨¢ su cad¨¢ver. Lo s¨¦, lo s¨¦. S¨¦ que se han compuesto ¨®peras sobre algunas de sus obras de teatro. Una Yerma que ha hecho Villalobos, por ejemplo. No la conozco. Es muy dif¨ªcil trasladar la gran literatura a la m¨²sica, pero, bueno. Tendr¨¦ que ver...
?Cu¨¢l ser¨¢ su proyecto? Es muy pronto todav¨ªa. Por ahora no tengo un proyecto. Lo que tengo son mis convicciones, mis principios sobre c¨®mo debe dirigirse un gran teatro de ¨®pera.
Vino a decir cuando lleg¨® a Salzburgo que aqu¨¦lla era una ciudad dominada por la Iglesia, los turistas y los taxistas. No se haga ilusiones: en Madrid no se va a encontrar algo muy distinto en estos tiempos. ?Ah s¨ª? No s¨¦. Por el momento, me gusta la ciudad. No soy un mediterr¨¢neo, soy un hombre del norte. Y de alguna manera me atrae esa rigidez madrile?a y castellana. Se parece algo a Flandes.
Hay que encontrar conexiones, aunque sea a trav¨¦s de Carlos V. Pues s¨ª. Est¨¢n esas cosas, pero si ahondamos en Flandes, despu¨¦s descubrimos Brueghel, El Bosco, la exuberancia de los flamencos y s¨¦ que en Madrid encontrar¨¦ algo parecido. Despu¨¦s est¨¢ mi educaci¨®n con los jesuitas. En san Ignacio de Loyola vemos esa formalidad, pero tambi¨¦n una extravagancia impresionante. Hay que dejar claro que existe una gran diferencia entre la Iglesia cat¨®lica y los jesuitas. Yo aprend¨ª grandes cosas con ellos.
Por ejemplo... El pensamiento dial¨¦ctico. Enfrentar nuestras ideas a todo tipo de preguntas. Confrontarlas. Estudi¨¢bamos a Sartre, a Nietzsche, a B¨¹chner, en los a?os sesenta. Eran muy avanzados. Lo m¨¢s importante de todo en la vida es no ser dogm¨¢tico, y a eso me ense?aron los jesuitas. Una cosa es tener convicciones, y otra, dogmas. Hay una gran diferencia.
Le va a venir bien ese pensamiento dial¨¦ctico. Ya hay mucha gente que critica su nombramiento. Aunque para alguien que se ha enfrentado a la Filarm¨®nica de Viena, a los grandes divos, a las discogr¨¢ficas, ser¨¢ f¨¢cil convencerles. El hecho de que haya sectores cr¨ªticos con mis propuestas es normal. Y me gusta. No hay cr¨ªticas sin ideas. Es sano. Lo que no me gusta es que los argumentos que se empleen no sean serios.
Es que me parece que hablamos m¨¢s de prejuicios que de cr¨ªticas propiamente dichas. Me temo. De todos los prejuicios que se esgrimen contra usted, ?cu¨¢l es su favorito? En Par¨ªs y Salzburgo me ha pasado igual. Uno de los que m¨¢s gracia me hacen es el de que mi prioridad en la ¨®pera no es la m¨²sica, sino la escena. Lo primero que har¨¦ ser¨¢ trabajar con la orquesta y el coro a fondo para mejorar su calidad. Siento que est¨¢n muy motivados para ello. En todas partes he hecho lo mismo. Y es una labor que quiero coordinar con el actual director musical, Jes¨²s L¨®pez Cobos, con quien me llevo muy bien. Empezaremos por ver los salarios. En el Liceo y en la Orquesta Nacional est¨¢n mejor pagados. Es dif¨ªcil contar con una orquesta de primera cuando no se les paga bien.
Cuando se miran sus batallas en otros lugares se aprecia que siempre ha tenido conflictos con m¨²sicos, pero jam¨¢s con directores de escena. Por eso a lo mejor la gente se confunde. Bueno, he tenido conflictos con varios de ellos. En Salzburgo fueron pocos por una raz¨®n muy simple. No exist¨ªan como se les considera ahora. Eran muy poco importantes. Con los cantantes ha habido algunos.
Con grandes divos, sobre todo. Muy pocos. Pero seguir¨¢n surgiendo con algunos, como Marcelo ?lvarez. Ha dicho que no quiere cantar conmigo en Madrid y estoy encantado. Lo ¨²nico que le interesa son sus negocios en Mil¨¢n, es muy mal compa?ero, por m¨ª no hay problema. No se le puede comparar con otros como Ben Heppner o Juan Diego Fl¨®rez, con quien no he trabajado nunca, pero que me resulta muy aristocr¨¢tico en escena, al estilo de Kraus. Le dir¨¦ que es cierto que tuve mis diferencias con Jos¨¦ Carreras, pero nunca con Alfredo Kraus. Puedo trabajar con grandes cantantes. Y de los directores musicales...
?Vendr¨¢n a Madrid grandes directores musicales? Eso espero. Con Riccardo Muti tambi¨¦n tuve mis diferencias, pero nos reconciliamos al irme de Salzburgo, y le invitar¨¦ a Madrid. Pero necesitamos directores que trabajen a tiempo completo con la orquesta al principio.
De aquellas guerras est¨¢ claro que algo cambi¨® en la ¨®pera para siempre. Por supuesto.
Con eso lleg¨® un nuevo equilibrio de poder. El de la escena y el de los despachos. D¨¦jeme explicar lo que creo de eso. Cuando hacemos ¨®peras no nos explicamos como individuos, sino que exponemos una idea y nos acercamos a fondo a la ra¨ªz de una obra maestra. No crea que eso lo acepta mucha gente. Por ejemplo. Si decido representar una ¨®pera de Rossini, un gran compositor, revolucionario en su ¨¦poca, como Il turco en Italia, me gusta confrontarla con Fidelio, de Beethoven. Las dos se compusieron al tiempo. Pero Beethoven hablaba de un mundo mejor, y Rossini se limitaba a darnos placer tras las guerras napole¨®nicas. En ese contexto hay diferencias.
?Pero acaso existe algo m¨¢s revolucionario en pa¨ªses como Espa?a, o de gran peso cat¨®lico, como el placer? ?No deber¨ªamos darle una oportunidad transgresora al placer? Bien, bien. Pero no de forma simplona. Hoy la gente no disfruta del placer as¨ª, me temo.
Hay un camino hacia la utop¨ªa basado en el placer, predicaba Epicuro. Debemos abordarlo de manera existencial. En Espa?a, pese a la dominaci¨®n cat¨®lica, existe un periodo que me fascina, el de la coexistencia de tres religiones. Dur¨® casi 500 a?os y eso es muy fascinante.
Probablemente, rascando, eso forme parte de nuestra identidad de manera decisiva. Por supuesto, es una de sus grandes cualidades como pa¨ªs. Y es algo que m¨¢s arriba de los Pirineos se desconoce. Por eso me gusta estar estudiando la historia de Espa?a. Como los v¨ªnculos con Am¨¦rica Latina, que es algo que los franceses no tienen, ni los alemanes.
Pensando en lo que es el concepto de cultura hoy, el t¨¦rmino en Europa, que tuvo su vertiente francesa y alemana muy poderosa, est¨¢ dominado ahora por lo anglosaj¨®n. Quiz¨¢ un poder que venga del sur lo reequilibre. ?Puede ser un poder latino? Si tiene que ser un poder latino, vendr¨¢ sobre todo de Espa?a. No de Italia. Italia ha perdido su peso en la cultura. En gran parte porque ellos mismos se han dejado invadir por lo anglosaj¨®n. Espa?a, no tanto. Si caminas por Madrid, es de las pocas capitales en las que las grandes marcas mundiales no est¨¢n colocadas una detr¨¢s de otra. Muy llamativo.
A no ser que vaya usted a las afueras... ?Ah! ?Entonces la invasi¨®n se nota en las afueras? El hecho de que el centro no haya sucumbido le da una fuerza, un car¨¢cter. Para eso estudio tambi¨¦n. Para entender el car¨¢cter. En cuanto crea haber captado eso, empezar¨¦ a programar, a proponer. Creo que en Europa la gente no comprende bien ese car¨¢cter, esa personalidad espa?ola. En Par¨ªs me pas¨® con la concepci¨®n de Centroeuropa. Los franceses la desconocen y he trabajado a fondo para acercarla. Si Europa no ha triunfado como idea todav¨ªa es porque no nos conocemos entre nosotros.
?Europa es su obsesi¨®n? S¨ª, es mi obsesi¨®n pol¨ªtica. Si la tengo es porque creo que es la ¨²nica salida que tenemos para sobrevivir en este mundo. Me ha parecido esperanzador que en los ¨²ltimos d¨ªas haya sido Europa quien haya encontrado cierta salida para el conflicto de Gaza. Respecto al mundo ¨¢rabe, Espa?a tiene mucho que decir. Convivieron juntos muchos siglos.
Ya, pero aquello acab¨® y todo qued¨® nublado por una tremenda fuerza oscurantista que en muchos aspectos subsiste. Le aviso. Ya, y yo no puedo cambiar eso, aunque puedo aportar algo de luz con mi trabajo. Yendo tambi¨¦n a sus ra¨ªces, a sus herencias. Desde el teatro musical espa?ol, la zarzuela, hasta el flamenco.
?La ¨®pera es eso? ?Luz? ?Qu¨¦ puede ense?arnos la ¨®pera en estos tiempos? Yo creo que vivimos en una ¨¦poca en la que las relaciones no son excitantes por ausencia de contacto f¨ªsico. Se hacen principalmente por Internet, virtuales. La gente se relaciona en clubes en los que nunca se ve. Pero sabemos que la amistad consiste en apretarse las manos primero y luego mirarse a los ojos. Los grandes sentimientos se han convertido en algo virtual, como el dinero. ?Existe todo el dinero que tenemos? ?Y estos sentimientos los experimentamos? Necesitamos el contacto f¨ªsico. Por eso la ¨®pera, mediante el canto que es la expresi¨®n del alma, puede devolvernos el poder de una sensibilidad perdida. El poder de la pasi¨®n, la excitaci¨®n de los violines. Cada cantante es Orfeo, el s¨ªmbolo mitol¨®gico, preparado para pasar a la otra dimensi¨®n para recuperar a Eur¨ªdice. Atraviesa el r¨ªo de la muerte para conseguirla de nuevo. Es un viaje transgresor, y la ¨®pera, si es buena, debe ser siempre transgresora. Te trasladas a otro mundo, y esa provocaci¨®n tiene hoy m¨¢s sentido que nunca. Me da miedo el mundo virtual. No tocar a tus amigos, no pelearte con ellos, no re¨ªr.
Observo que en su despacho ni siquiera tiene instalado un ordenador. Pero eso es para que me filtren los correos. Aunque le dir¨¦ que los ordenadores nos hacen ganar tiempo en la misma medida que nos lo hacen perder. Eso es.
?Podemos vivir sin ellos? Podemos. No quiere decir que est¨¦ en contra de la tecnolog¨ªa ni el progreso. Adoro a Leonardo da Vinci, a Einstein, pero cada invento tiene ventajas y desventajas.
Provocaci¨®n y transgresi¨®n como puntos de partida. Pero ?no cree que ambas cosas andan de capa ca¨ªda? ?Por qu¨¦?
Porque nos hemos vuelto demasiado c¨®modos. Bien. Pero precisamente por eso estamos obligados a practicarlas, ambas. M¨¢s cuando tenemos retos por delante como los que tenemos. ?Qu¨¦ ha sido derrotado al final, el marxismo o el capitalismo? ?Qu¨¦ pasa con la ciencia, el cambio clim¨¢tico, las tecnolog¨ªas? Somos part¨ªcipes de esos cambios. El centro de poder se mueve de Occidente a Asia. Nada est¨¢ arreglado ni solucionado, el mundo est¨¢ en permanente cambio, en constante convulsi¨®n. Debemos implicarnos en todo eso. Ser conscientes de que vivimos en una ¨¦poca crucial, muy importante. Nosotros no vamos a ser decisivos en ello, pero podemos ayudar a concienciar, a reflexionar sobre todo eso desde un teatro de ¨®pera. Sin imponer nada. No puedo soportar a aquellos que andan convencidos de que portan la verdad.
Hay que esconderse de ellos. Como quiz¨¢ de otras cosas, como la industria discogr¨¢fica, que usted azuz¨® de lo lindo en Salzburgo. ?Ya no est¨¢n en posici¨®n de imponer? Es m¨¢s. Ya no existen, se han hundido por hacer las cosas mal. Salvo las peque?as e independientes. Las que tienen una visi¨®n. Han sobrevivido. Un disco, de todas formas, es un gran invento. Pero para estudiar. Un disco es una fotocopia, y un DVD, un documento. Hay que darles cierta importancia, pero no m¨¢s.
La experiencia es lo que cuenta. El contacto con la emoci¨®n. Exactamente. Como ahora esa moda de llevar la ¨®pera al cine. Necesitas la emoci¨®n en directo. Me interesa la pregunta lanzada por Woody Allen en La rosa p¨²rpura de El Cairo, cuando un personaje salta de la pantalla a la vida real.
?D¨®nde est¨¢n ahora las presiones en el mundo de la ¨®pera? Pues en profetas falsos que dicen que se debe acercar la ¨®pera a nuevos p¨²blicos yendo al cine a ver una Madama Butterfly del Metropolitan. Primero, es muy peligroso porque promociona cosas anticuadas. Lo que hace el Metropolitan ojal¨¢ desaparezca. Pero para que la ¨®pera triunfe en el cine necesitas tambi¨¦n ¨¦xitos de taquilla y todo queda en moda, imagen. No hay sentimiento, alma, nada aut¨¦ntico. Me opongo radicalmente a eso. En una reciente entrevista en Le Monde me dijeron: "Se sube usted demasiado tarde a este tren". Yo les dije que nada de eso. Que lo que pasa es que no quer¨ªa montar, sencillamente. ?Menos mal que el tren se ha largado sin m¨ª! Por supuesto, hay excepciones. Una apertura de temporada, cosas as¨ª.
En el Real se ha hecho alguna vez en la plaza de Oriente, con una pantalla. Ya, pero es que yo tengo otros planes. ?Por qu¨¦ no hacer alguna funci¨®n en la plaza misma? O en El Escorial...
Dicen que llegar¨¢ a Madrid pac¨ªficamente, no con el hacha levantada. ?Est¨¢ m¨¢s calmado que cuando lleg¨® a Salzburgo? Bastante m¨¢s. En Salzburgo deb¨ªa causar un shock. Madrid es diferente. En Madrid debo convencer al p¨²blico que ya existe para que se adentre en otras cosas y animar a quien no va para que se acerque. A la juventud, sobre todo. ?sa ha sido siempre mi fuerza, el p¨²blico joven. Debo ir con cuidado, con tacto.
Pero es que a muchos nos gusta el Mortier guerrero. Ya, bien. Pero es que, m¨¢s que vencer en la batalla, primero hay que saber c¨®mo ganarla. Eso s¨®lo puede ser conociendo las cosas a fondo, no como los estadounidenses en Irak, a las bravas. Me arriesgo, a mi edad, y me sigue gustando pelear.
?Ha sido usted un intruso en un mundo al que no pertenec¨ªa por sus or¨ªgenes humildes? El mundo de la ¨®pera siempre ha sido glamouroso, pero a la clase obrera le ha gustado mucho porque tambi¨¦n es popular. La grandeza de Almod¨®var, porque yo creo que ¨¦l es un Verdi de nuestra ¨¦poca, es porque consigue conmover a todos. Sin diferencias sociales. Adem¨¢s, Beethoven, Mozart, tampoco pertenec¨ªan a ese mundo.
No es cuesti¨®n de clases diferenciadas econ¨®micamente, pero s¨ª de clases emocionales, sentimentales, sensoriales. En la ¨®pera conviven ambos. Entran quienes necesitan aparentar su posici¨®n y quienes buscan una experiencia interior intensa, verdadera. Necesitamos que sean esos quienes se puedan permitir la experiencia.
Por eso tambi¨¦n hay que diferenciar lo que usted ha separado entre cultura popular y cultura populista. ?Siguen mezcl¨¢ndose los t¨¦rminos? Si hablamos de m¨²sica, hay que diferenciar entre puro entretenimiento y gran arte. Lo que distingue a Bob Dylan, Jacques Brel y Sarah Vaughan de las Spice Girls y esa basura. Pero es que hay basura tambi¨¦n en la ¨®pera, que quede claro.
Pues los primeros a los que se debe convencer es a muchos compositores contempor¨¢neos. Deben saber que, como usted dec¨ªa, Lou Reed tiene m¨¢s que aportar al mundo que Pavarotti. Cierto, cierto. Con la m¨²sica contempor¨¢nea hay un gran problema. Hay que terminar con el dogmatismo en ese campo. No me interesa cuando ¨¦ste se impone.
?Necesitan un ba?o de eclecticismo? El mundo es ecl¨¦ctico. No nos interesan las escuelas en solitario. Nos interesa quien sea capaz de contar una historia utilizando lo mejor de cada una de esas escuelas, mezcl¨¢ndolas, conoci¨¦ndolas sin empe?arse en andar s¨®lo un camino.

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