De aquella revoluci¨®n s¨®lo queda el desencanto
Los ayatol¨¢s a¨²n no han resuelto los problemas que desataron hace 30 a?os la revuelta contra el sha
"Llegu¨¦ a ver el rostro de Jomeini en la luna", recuerda ahora incr¨¦dulo A. H., que siendo un joven oficial del Ej¨¦rcito del sha particip¨® en la revoluci¨®n que le derrib¨® en 1979. "Fui un revolucionario", admite con una mezcla de orgullo y desencanto. Como ¨¦l, millones de iran¨ªes siguieron la llamada de Jomeini a finales de 1978 y principios de 1979, para salir a la calle y echar del poder a Mohamed Reza Pahlevi. Treinta a?os despu¨¦s, aquella generaci¨®n sigue gobernando, pero la Rep¨²blica Isl¨¢mica a¨²n no ha resuelto algunos de los problemas que desataron un movimiento revolucionario sin precedentes en el mundo musulm¨¢n.
"?ramos j¨®venes; no analiz¨¢bamos las cosas. Nos limit¨¢bamos a repetir los esl¨®ganes y cre¨ªamos a pies juntillas en las palabras del imam", manifiesta este hombre de 55 a?os que hizo la transici¨®n a las nuevas Fuerzas Armadas y luch¨® durante los ocho a?os de guerra con Irak. Hoy, ya jubilado, ha perdido aquel entusiasmo. "Poco a poco, mis compa?eros y yo nos dimos cuenta de que nos hab¨ªan enga?ado", admite sopesando sus palabras.
"Las libertades, como la de prensa, han sufrido altibajos", dice un analista
Oponerse a EE UU y a Israel constituye una credencial de nacionalismo
Cualesquiera que sean los logros, quedan muchos asuntos pendientes
Un 20% de la poblaci¨®n controla el 80% de la riqueza del pa¨ªs
Pocos reconocen en p¨²blico que la revoluci¨®n fuera un error. Una revisi¨®n no s¨®lo supone cuestionar el mito en el que el r¨¦gimen ha convertido el momento fundacional de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, sino las propias trayectorias vitales. Se trat¨® de un levantamiento popular que cont¨® un respaldo de todo el espectro pol¨ªtico. La oposici¨®n al sha incluy¨® desde marxistas hasta partidarios de la monarqu¨ªa constitucional, pasando por intelectuales laicos. La figura de Jomeini sirvi¨® de aglutinante y el clero chi¨ª actu¨® de amplificador al llevar el mensaje hasta las mezquitas de las aldeas m¨¢s remotas.
Cualesquiera que hayan sido los logros, quedan sin embargo muchos asuntos pendientes. La propia llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad en 2005 se hizo sobre una plataforma que reclamaba la vuelta a los principios revolucionarios, dando a entender que en alguna medida Ir¨¢n se hab¨ªa alejado de ellos. Pero ?cu¨¢les fueron esos pilares sobre los que se levant¨® este nuevo modelo que propon¨ªa combinar islam y democracia?
En el ¨¢mbito interno, Jomeini prometi¨® un buen gobierno y una sociedad justa, de acuerdo con la shar¨ªa o ley isl¨¢mica. En el externo, independencia y soberan¨ªa. Hasta qu¨¦ punto se han conseguido esos objetivos, es materia de debate en el propio Ir¨¢n.
"En t¨¦rminos econ¨®micos los resultados no han sido tan buenos", admite Saeed Leylaz. Este economista cr¨ªtico cita como ejemplo que el Producto interior bruto per c¨¢pita no alcanza el de 1976 a precios constantes, o que Ir¨¢n est¨¢ exportando el mismo n¨²mero de barriles de petr¨®leo que entonces (2,2 millones diarios). Sin embargo, subraya que la brecha social es hoy menor que hace 30 a?os, sobre todo entre el campo y la ciudad. "En ese sentido, el principal objetivo de la revoluci¨®n ha sido un ¨¦xito", asegura.
Para Leylaz, el mayor logro de todos fue sin duda transformar Ir¨¢n de una sociedad rural en una sociedad urbana. "La Rep¨²blica Isl¨¢mica nos convirti¨® ciudadanos", afirma. Parad¨®jicamente, ¨¦se era el objetivo que se propon¨ªa el sha con sus medidas modernizadoras. Sin embargo, su abandono del campo y su revoluci¨®n desde arriba, con la prohibici¨®n del velo y otras costumbres importadas, produjeron la reacci¨®n contraria. "La sociedad rural era demasiado tradicional para ello", concede el analista.
Otro destacado reformista, Mohamed Atrianfar, abunda en la misma idea. "Han mejorado todos los indicadores de desarrollo, el nivel de bienestar, de educaci¨®n, de salud, e incluso el patr¨®n de consumo", defiende antes de recordar que su pa¨ªs se vio obligado a afrontar ocho a?os de guerra con Irak (1980-1988) que retrasaron esos avances.
En la calle, muchos iran¨ªes est¨¢n de acuerdo, aunque lamentan haber perdido en el camino lo que el director de una sucursal bancaria resume como "alegr¨ªa de vivir". Todo ha adquirido un tono gris en este pa¨ªs cuyos poetas siempre han ensalzado los placeres de la vida, el amor, las mujeres y el vino. Pero los iran¨ªes no est¨¢n para juergas. Sus principales preocupaciones son el paro y la pobreza, seg¨²n una encuesta realizada por la BBC con motivo del lanzamiento de su servicio en farsi el mes pasado. As¨ª lo manifestaron un 45% de los encuestados. S¨®lo un 1% se?al¨® la falta de democracia o la necesidad de reformas pol¨ªticas.
La promesa de una justicia distributiva queda en entredicho ante el dato de que un 20% de la poblaci¨®n controla el 80% de la riqueza del pa¨ªs. El agravio es a¨²n mayor cuando se considera que Ir¨¢n es el cuarto exportador de petr¨®leo del mundo. Al margen del despilfarro del que los reformistas acusan a Ahmadineyad, Leylaz habla de un problema estructural que se arrastra desde antes de la revoluci¨®n: La dependencia del petr¨®leo. "Los petrod¨®lares han permitido que el 70% de la econom¨ªa est¨¦ en manos del sector p¨²blico, se ha olvidado el sector privado y como resultado nuestra productividad es m¨ªnima", explica.
De ah¨ª que este economista, que era un estudiante de 16 a?os cuando estall¨® la revoluci¨®n y particip¨® muy activamente en ella, asegure que las transformaciones han sido m¨¢s sociales y culturales, que econ¨®micas. "Fue una gran revoluci¨®n", resume con una chispa de emoci¨®n en los ojos. Esa ternura al recordar aquellos meses de protestas es algo que se repite en todos los entrevistados, incluso entre quienes hoy se muestran m¨¢s cr¨ªticos con ese momento hist¨®rico.
"Sin duda en el terreno cultural y cient¨ªfico, hemos hecho avances notables, sobre todo teniendo en cuenta que tenemos una poblaci¨®n muy joven", apunta por su parte Atrianfar. Dos tercios de los 70 millones de iran¨ªes tienen menos de 30 a?os y el pa¨ªs cuenta con 20 millones de estudiantes y 2,7 de universitarios. ?l tambi¨¦n estaba en la universidad cuando estall¨® la revoluci¨®n y se uni¨® a la lucha con la utop¨ªa de alcanzar la democracia.
?Y se ha conseguido? "Tenemos las estructuras necesarias, pero no podemos mostrar unos logros ejemplares, y a la vista est¨¢ el actual Gobierno", afirma. Atrianfar atribuye la falta de entusiasmo de la poblaci¨®n en la defensa de los valores democr¨¢ticos al control estatal de la econom¨ªa. "Como no pagan impuestos, los ciudadanos no valoran su voto como es debido. Es una etapa que debe superarse, pero no lo lograremos mientras no se corrija el sistema econ¨®mico". A¨²n as¨ª, tambi¨¦n su evaluaci¨®n global de la revoluci¨®n es positiva. Este ingeniero reconvertido en periodista por la v¨ªa de su activismo pol¨ªtico se ve obligado a admitir sin embargo que "las libertades, como la de prensa, han sufrido altos y bajos desde 1979". En su opini¨®n, en ese tiempo s¨®lo ha habido dos per¨ªodos aceptables: entre 1989 y 1990, tras el final de la guerra contra Irak, y entre 1997 y 1998, despu¨¦s de la elecci¨®n de Jatam¨ª.
"Aunque la sociedad ha evolucionado mucho, la visi¨®n de los dirigentes respecto a la prensa, no es distinta que antes de la revoluci¨®n", explica con la experiencia de que en 2006 le cerraran Sharg, el peri¨®dico que dirig¨ªa. "La libertad de prensa no puede estar a expensas de los Gobiernos, mientras no logremos eso, no van a producirse las mejoras que esperan los defensores de los derechos humanos y las organizaciones internacionales", advierte. Es en ese punto donde resultan m¨¢s claras las diferencias entre conservadores y reformistas.
En pol¨ªtica exterior, ambos grupos suelen coincidir en que la revoluci¨®n permiti¨® recuperar la soberan¨ªa y la independencia. De Occidente, pero sobre todo de Estados Unidos, cuyo respaldo al sha no hizo sino confirmar para los iran¨ªes la actitud colonial de un pa¨ªs que hab¨ªan admirado hasta que respald¨® el golpe de Estado de 1953. De ah¨ª que la expresi¨®n de ese objetivo se tradujera en un antiamericanismo a ultranza que llen¨® el pa¨ªs de pintadas con la inscripci¨®n "Muerte a EE UU". El eslogan sigue repiti¨¦ndose mec¨¢nicamente en cada gran acontecimiento pol¨ªtico, aunque de tanto usarlo se ha vaciado de contenido.
El precio de esa obsesi¨®n por la independencia ha sido el aislamiento internacional en el que hoy se encuentra el pa¨ªs, por mucho que sus dirigentes compren con los beneficios del petr¨®leo improbables amistades con reg¨ªmenes en las ant¨ªpodas ideol¨®gicas como la Cuba de Castro, la Nicaragua de Ortega o la Bolivia de Evo Morales. Pero ni siquiera la ausencia de verdaderos aliados entre sus vecinos ha impulsado un consenso sobre c¨®mo volver a reintegrarse en la comunidad de naciones y recuperar su puesto de l¨ªder regional. (Claro que la desastrosa pol¨ªtica de Bush en Oriente Pr¨®ximo, les ha ayudado en los ¨²ltimos a?os a cabalgar sobre una ola de antiamericanismo que reduce esa urgencia).
En un reciente art¨ªculo publicado en la revista acad¨¦mica estadounidense Current History, Mahmud Sariolghalam, profesor de relaciones internacionales en la Universidad shaid Beheshti, apunta hacia un problema de identidad no resuelto. "Ir¨¢n desea ser un Estado normal que ejerce las actividades corrientes en el mundo, a la vez que se empe?a en ser revolucionario con una ret¨®rica desafiante", describe el acad¨¦mico.
La alternancia entre idealismo revolucionario y realismo pol¨ªtico ha sido una constante en estas tres d¨¦cadas que hace dif¨ªcil que el resto de los pa¨ªses sepan c¨®mo tratar con la Rep¨²blica Isl¨¢mica. A¨²n hoy, a pesar de que su comportamiento regional demuestra que Ir¨¢n favorece el statu quo, su apoyo a los grupos radicales palestinos, su oposici¨®n a las negociaciones de paz con Israel y su programa nuclear, despiertan enormes recelos.
M¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica exaltada de algunos de sus dirigentes, hay observadores que detectan la inseguridad de un r¨¦gimen que no se siente plenamente reconocido. De ah¨ª que, por acci¨®n o por omisi¨®n, el restablecimiento de relaciones diplom¨¢ticas con Washington planee sobre el resto de las cuestiones y constituya un elemento clave para intuir c¨®mo va evolucionar Ir¨¢n en los pr¨®ximos 30 a?os.
Mientras que una buena parte de la sociedad opina con la Nobel Shir¨ªn Ebad¨ª, que "no hay diferencia que no pueda resolverse a trav¨¦s de un di¨¢logo franco", los sectores m¨¢s recalcitrantes recelan. El cambio no puede hacerse bajo la actual estructura. Renunciar al enemigo hist¨®rico, dejar¨ªa a la revoluci¨®n sin uno de sus pilares. De momento, oponerse a las pol¨ªticas arrogantes del Gran Sat¨¢n y de Israel constituye una credencial de nacionalismo. Aunque un nuevo clima internacional (que incluya la renuncia de EE UU a promover un cambio de r¨¦gimen) y el propio empuje de las nuevas generaciones terminar¨¢n, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, devolviendo a Ir¨¢n al lugar que se merece.
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