Contemporaneidad de Larra
A punto de celebrarse el segundo centenario de su nacimiento y a m¨¢s de 170 a?os de la despedida tr¨¢gica de Mariano Jos¨¦ de Larra el lunes de carnaval de 1837, hemos de recordar que el escritor madrile?o ha sido postergado o rescatado en sucesivas etapas de nuestra historia por iniciativa de grupos intelectuales resguardados bajo su emblema, comenzando por los entonces j¨®venes asistentes a su vistoso entierro y sin pasar por alto la recuperaci¨®n realizada por los hombres del 98, que retoman parcialmente su compromiso intelectual con Espa?a. Tambi¨¦n fue oportuna la doble recuperaci¨®n del escritor llevada a cabo, en plena guerra incivil, con ocasi¨®n del primer centenario de su muerte, tanto en su clave liberal como nacionalista, en sus facetas espa?ola o cosmopolita. Pero as¨ª como en las sucesivas recuperaciones esc¨¦nicas que ya contamos desde la pionera de Buero Vallejo, se advierte que quedaba pendiente todo lo relativo a su oficio de periodista, que destraba la realidad vivida aunque para ello deba ridiculizar los poderes de su tiempo.
Una mezcla de observaci¨®n objetiva y trallazo l¨ªrico recorre sus p¨¢ginas
Ser ni?o de la Constituci¨®n de 1812, hijo de afrancesado y partido psicol¨®gicamente por una educaci¨®n de progreso en Francia y en la Espa?a de juventud por una breve fiebre absolutista a la par que por dos guerras -la primera de ocupaci¨®n, la segunda civil-; ser testigo del decenio ominoso y despu¨¦s periodista fustigador de cuatro gobiernos que se suceden en menos de un lustro, sesga una obra central de la que nos habituamos a entresacar los art¨ªculos m¨¢s contextuales (los dedicados contra la censura, el carlismo, y el Estatuto de Mart¨ªnez de la Rosa, etc¨¦tera), en detrimento de su vibrante f¨®rmula estil¨ªstica, tan solitaria por original como comprometida en su eficacia period¨ªstica.
Analista de lo pol¨ªtico, los ministros de Gobernaci¨®n vieron en F¨ªgaro al interlocutor m¨¢s turbulento y l¨²cido con quien tem¨ªan toparse en una capital salpicada la v¨ªspera de pat¨ªbulos escarmentadores. Diseccionador de lo social, roza el moderantismo en ¨²ltimos meses de confusi¨®n mediante un acta de diputado nunca estrenada debido a la disoluci¨®n de aquellas ¨²ltimas Cortes de su vida. Radical amigo del liberalismo, redactor de peri¨®dico que ten¨ªa para m¨¢s inri el nombre de El Espa?ol, hoy nos aparece como te¨®rico contempor¨¢neo que desarrolla su concepto de ruptura ideol¨®gica frente a quienes proclaman en su tiempo que se puede edificar sin desmontar lo que se hereda.
Larra considera, con un s¨ªmil candoroso pero ejemplar, que "para que empiece el d¨ªa hace falta que termine la noche", apostando por la laicizaci¨®n de la sociedad espa?ola, premisa imprescindible para regenerar sobre la base de una evoluci¨®n de la opini¨®n y la instrucci¨®n del pueblo.
Tanto ha llovido desde entonces, mas tan intensa es a los ojos de quienes constatamos en su escritura su creencia en el acto de nombrar la verdad y los estados de degradaci¨®n y de carencia nacionales, que basta alcanzar cualquiera de sus escritos de peri¨®dico para confluir con sus razones subjetivas por efecto de convencimiento. H¨¢bil, turbulento, jocoso, esc¨¦ptico y desesperado, fingidor ir¨®nico de identidades y anticlerical, Larra renueva lo que juzga y levanta los motivos de la prensa noticiera al ¨¢mbito de la creaci¨®n m¨¢s breve convertida en martillo que sobrecoge y averg¨¹enza al contrario. Partidario de la fusi¨®n de la prensa de humor con la m¨¢s grave, suma la distensi¨®n liberadora a una causticidad sin concesiones y tanto en la serie costumbrista como en la urbana y la pol¨ªtica, eleva a categor¨ªa literaria un estado de ¨¢nimo que contrarreste la artrosis mental que lo rodea.
Cuando como lectores de peri¨®dico nos guarecemos en estas p¨¢ginas peri¨®dicas, a¨²n amenazadas por la autocensura y la estrechez del relativismo, de temporales de necedad, retornar a la firma que combina la observaci¨®n objetiva con el trallazo l¨ªrico, nos reconcilia con su raz¨®n imaginaria. Pues no se trata de la p¨®cima sustantiva que se arroja al contrario, sino del viaje de la duda y la divagaci¨®n inteligente con que se asiste al tiempo que le toca, no para hacer pensar que las cosas podr¨ªan ser de otro modo, sino como lecci¨®n de lo que son, con conciencia, siempre, de que es posible incorporar lo que nos falta. Y puede que nosotros tardemos una doble lectura en comprobar c¨®mo el ma?ana se prefigura en ese art¨ªculo, aunque su esfuerzo le costara otra vez la exclusi¨®n aquel d¨ªa bajo cero como el cr¨¦dito del Estado, con un reloj, tres sortijas y media docena de alfileres de oro, cuando apenas conf¨ªa, como anta?o, en la evoluci¨®n general de la opini¨®n p¨²blica y agita el ¨ªndice en su Madrid de la desgana y del ensimismamiento.
Hoy, los j¨®venes universitarios, de nuevo preocupados por el tiempo que viene, tienen a su disposici¨®n la oportuna bibliograf¨ªa, como el l¨²cido ensayo de Juan Goytisolo en los a?os sesenta La actualidad de Larra, para saber que el Larra sufridor de sus contempor¨¢neos, el dandy y cosmopolita que acostumbran a releer cada d¨ªa con mayor entusiasmo, no abdica de su diagnosis reformista a prop¨®sito de la convalecencia nacional. Y porque no acepta la imagen que la ciudad le da, lo hace constar al menos personalmente en su reducto solitario, contradictorio y l¨²cido de aquel ¨²ltimo lunes y 13 de su vida.
Fanny Rubio es profesora de Literatura Espa?ola en la Universidad Complutense de Madrid.
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