Duros a peseta
Al igual que otros muchos internautas, yo tambi¨¦n recib¨ª el pasado fin de semana un correo electr¨®nico en el que se me aseguraba que si lo rebotaba a otras ocho personas una conocida cadena de hipermercados me recompensar¨ªa con un vale de compra de 100 euros. La ¨²nica condici¨®n era que enviase las direcciones de los receptores de mi mensaje a una determinada cuenta de Gmail. Ya s¨®lo este detalle era para sospechar sobre el fin ¨²ltimo de la propuesta. ?Qu¨¦ raro que un grupo de distribuci¨®n tan importante no utilizase su propio dominio web! Adem¨¢s, el e-mail original iba firmado por una empresa de ingenier¨ªa ubicada en Madrid.
Bast¨® con llamar al Servicio de Atenci¨®n al Cliente de los supuestos donantes de euros para comprobar que todo era un fraude. Tampoco el tel¨¦fono que aparec¨ªa en el texto -adem¨¢s de no estar operativo- coincid¨ªa con el de la ingenier¨ªa madrile?a. Rastreando un poco m¨¢s en la Red, comprob¨¦ que mensajes similares hab¨ªan sido enviados en nombre de otras marcas que operan en el sector de las grandes superficies. El objeto de estas pr¨¢cticas es claro: obtener listados de direcciones activas de e-mail para bombardearlas con spam (correo-basura no deseado).
Sin embargo, lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n de la misiva era la cantidad de gente que la hab¨ªa rebotado. El que yo recib¨ª era el d¨¦cimo reenv¨ªo y ante m¨ª ten¨ªa m¨¢s de un centenar de direcciones v¨¢lidas. El hecho me sugiri¨® dos reflexiones. La primera es que seguimos siendo buscadores infatigables de duros a cuatro pesetas. Adem¨¢s, este ansia por descubrir nuevos chollos es independiente de la condici¨®n social y cultural. Como el reciente caso Madoff nos ha demostrado, tambi¨¦n los tiburones de las altas finanzas pueden ser v¨ªctimas, como el resto de los mortales, de un timo piramidal. El anzuelo del beneficio r¨¢pido es muy apetecible y f¨¢cil de morder. Hasta ahora, me hab¨ªan invitado a invertir en extra?as herencias depositadas en un banco nigeriano o en billetes de loter¨ªa no cobrados, pero semejante despliegue imaginativo para conseguir una simple direcci¨®n de correo no deja de tener su gracia.
La segunda reflexi¨®n se refiere a la excesiva credibilidad que tendemos a dar a cuanto circula por Internet. Si cualquiera de las diez personas que rebotaron el texto fraudulento se hubiera tomado la molestia de descolgar el tel¨¦fono y comprobar la veracidad de lo que se le dec¨ªa, la cadena -y con ella el fraude- habr¨ªa quedado rota.
En el ¨²ltimo Congreso de la Sociedad Espa?ola de Period¨ªstica, la profesora malague?a ?ngeles Cabrera present¨® una interesante comunicaci¨®n sobre el uso que hacen los medios de YouTube como fuente informativa, sin que en muchos caso se contraste la veracidad de lo que all¨ª aparece. El patinazo de Intereconom¨ªa-TV en relaci¨®n con el v¨ªdeo de Wyoming y la becaria nos muestra lo acertado del diagn¨®stico de la profesora Cabrera. Si quieres difundir un bulo, cu¨¦lgalo en la Red.
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