Pfeiffer salva s¨®lo a medias a Frears
'Ch¨¦ri' une a actriz y director veinte a?os despu¨¦s de 'Las amistades peligrosas'
Hace veinte a?os al cine le ocurri¨® algo memorable titulado Las amistades peligrosas. Stephen Frears, ayudado por el espl¨¦ndido gui¨®n de Christopher Hampton y por tres int¨¦rpretes en estado de gracia llamados John Malkovich, Michelle Pfeiffer y Glenn Close creaba un brillante universo de seducci¨®n, perversos juegos de m¨¢scaras, mentiras calculadas con efectos devastadores, cinismo sofisticado que acaba devorando a los cazadores y a sus presas.
Frears, Hampton y Pfeiffer vuelven a reunirse en una pel¨ªcula de ¨¦poca que adapta la novela de Colette Ch¨¦ri. Frears sigue hablando de una clase ociosa y de c¨®mo entretienen su tiempo con intrigas, del arte de la lujuria y de las imprevistas y tr¨¢gicas consecuencias que le pueden ocurrir a los corazones cuando se juega demasiado con ellos. Con la diferencia respecto a los personajes de Las amistades peligrosas de que aqu¨¦llos eran arist¨®cratas corrompidos y voraces y aqu¨ª son superputas de finales del siglo XIX que se han hecho ricas sabiendo administrar los regalos de sus amantes de la nobleza, la realeza, la empresa y la banca.
Bouchareb habla en 'London river' de la inaplazable tolerancia
Frears describe el proceso destructivo y rom¨¢ntico en el que se ve pillada una de estas reinas del sexo mercenario, cuarentona, sabia y descre¨ªda, al enrollarse con un l¨¢nguido, opi¨®mano y enigm¨¢tico gigol¨® de 19 a?os que es el hijo de una compa?era de profesi¨®n. Habla de las convulsiones y la vulnerabilidad que puede provocar el amor en gente que se sent¨ªa acorazada ante sentimiento tan peligroso, de los estragos morales que pueden acompa?ar al indeseado envejecimiento f¨ªsico, del miedo a que ocurra lo inevitable cuando en la aparentemente fr¨ªvola relaci¨®n uno se acerca al crep¨²sculo mientras que el otro permanecer¨¢ durante muchos a?os insultantemente joven y deseable, de las trampas para intentar eludir el fracaso y el abandono.
Se nota que el guionista y el director se han esmerado por hacer algo penetrante sobre el esplendor, los vaivenes y la fragilidad del sentimiento amoroso, para que di¨¢logos, personajes y situaciones sean complejos, para transmitir al espectador la tensi¨®n, la malicia y el subterr¨¢neo lirismo de esta peligrosa relaci¨®n entre la mujer que sab¨ªa demasiado y el mequetrefe dionisiaco y turbador. Pero aunque reconozca las pretensiones, la mordacidad y el talento de sus creadores en mi caso no lo consiguen.
Me ocurre que casi toda la tipolog¨ªa que presentan me caen fatal, que el narcisismo, las dudas, las huidas, la desesperaci¨®n y la a?oranza del ni?ato hipermimado me dan una ligera grima, que la forma en que retratan la banalidad de ese mundo me crean tanto rechazo como fatiga. Algo que desaparece en todos los momentos en los que est¨¢ presente Michelle Pfeiffer, esa maravilla de hembra y de actriz. En sus secuencias me lo creo todo, la comprendo y la compadezco, me resulta transparente lo que aparenta y lo que siente. Michelle Pfeiffer ser¨¢ sexy y fascinante hasta el final de sus d¨ªas, cantando tumbada en un piano o vestida de monja de clausura. Ver c¨®mo miran, sonr¨ªen, se mueven, sufren, besan, hablan y escuchan se?oras como Michelle Pfeiffer y Robin Wright Penn es uno de los mayores placeres que me sigue regalando el cine.
En London river, dirigida por Rachid Bouchareb, no hay erotismo ni enso?aci¨®n, pero s¨ª una sensible y emotiva historia sobre la comunicaci¨®n y la solidaridad que pueden llegar a establecer dos personas de culturas dispares o enfrentadas que buscan a sus desaparecidos hijos chorreando angustia. Ocurre d¨ªas m¨¢s tarde del atentado terrorista en Londres en julio del 2005. Ella es una inglesa tradicional y ¨¦l un africano musulm¨¢n. Bouchareb habla de la inaplazable tolerancia con lenguaje del mejor cine independiente. Te implica en la compartida e ¨ªntima odisea de estos dos n¨¢ufragos que no renuncian a la esperanza de que el destino o el diablo no se hayan ensa?ado con lo que m¨¢s aman.
Chen Kaige, un director chino que tuvo un esplendor fugaz con Adi¨®s a mi concubina, y que no ha vuelto a levantar cabeza, prosigue con su narrativa espesa y casi nada interesante que contar en Forever enthralled. Describe el duelo entre dos divos de la ¨®pera de Pek¨ªn que representan el conservadurismo y la transgresi¨®n. De ¨®pera china no s¨¦ nada pero deduzco que Chen Kaige la utiliza como par¨¢bola sobre el estado de las cosas en su pa¨ªs. Los duelos me apasionan, pero ¨¦ste me resulta demasiado esot¨¦rico, ni lo comprendo ni me dan ganas de apostar por ninguno de los contendientes. Y adem¨¢s se hace interminable.
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