Entre cepas, al ritmo de dos molinos
Una posada de gruesas paredes y un asador al borde del r¨ªo dan refugio en esta tierra castellana. Una copa de Pago de Carraovejas junto a la chimenea. En coche, de Pe?afiel a Quintanilla de On¨¦simo
Anochece a las siete. Y ese s¨¢bado de febrero el ambiente rural castellano ofrece al visitante escaso refugio acogedor en Quintanilla de On¨¦simo (el sistema inform¨¢tico se empe?a en corregir lo que considera un error y escribe en¨¦simo), pueblo vallisoletano de semblante adusto como el pol¨ªtico que le hizo famoso, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que, desde 1987 y hasta sus etapas como presidente del Gobierno, acud¨ªa all¨ª a inaugurar sus cursos pol¨ªticos.
De repente, el invierno cambia: una cuidada iluminaci¨®n, una copa de un buen vino poco conocido -Pico Cuadro-, la chimenea encendida, el rumor de una presa en el r¨ªo, grandes ventanales hacia una chopera desnuda, gruesas paredes de piedra actualizadas con una decoraci¨®n minimalista de gusto n¨®rdico -tambi¨¦n estricta, pero serena; de las que dan calma, no de las que te desabrigan-. Es la posada Fuente de la Ace?a (www.fuenteacena.com; 983 68 09 10. Promoci¨®n de fin de semana, 135 euros por dos noches, desayunos, cena degustaci¨®n y visita a bodega), abierta en 2002 tras una acertada reforma, salvo en algunos rincones, como la bajada a las habitaciones, llevada a cabo por el arquitecto de Valladolid Roberto Valle. El hotelito combina el edificio de un antiguo molino harinero de m¨¢s de 300 a?os que perteneci¨® a los marqueses de Alonso Pesquera con un respetuoso paralelep¨ªpedo de cristal con las 22 habitaciones distribuidas en dos plantas, que miran, transparentes, al Duero, para que se cuele el en¨¦simo rumor del agua entre los juncos y el viento entre los ¨¢lamos. En la carta del silencioso y espacioso restaurante, uno de los m¨¢s apreciados de la zona, se apaga el d¨ªa y enciende la noche con especialidades como lasa?a de morcilla, garbanzos negros con pulpo y sepia, y cochinillo confitado con manzana asada. Pero al final, el viajero opta por una tabla de quesos artesanos castellanos y una copa de Pago de Carraovejas.
Fantasmas aparcados
Antes de entrar en la cama, el viajero consigue dejar al otro lado de la gran cristalera, al borde del barranco que da al r¨ªo, a esos fantasmas nocturnos que esperan sentados en la butaca del dormitorio para asaltarnos en cuanto despertamos o nos levantamos al ba?o.
Amanece con pereza, nuboso. No es poco. Dos peque?as carreteras, unas pocas decenas de kil¨®metros, marcan la esencia de esta comarca vin¨ªcola en Valladolid: hasta Pe?afiel y hasta Pesquera de Duero; olores, colores y paisaje definitorios, que no definitivos, porque vendr¨¢ la primavera, porque habr¨¢n de llegar tiempos m¨¢s expansivos, y se revolucionar¨¢n de verdes. Vi?edos bien cuidados, bien alineados, peinados y como cuidadosamente maquillados. En Quintanilla de On¨¦simo, pagos de Vi?a Mayor y Dominio de Pingus. Hacia Pe?afiel, los dominios del famos¨ªsimo Vega Sicilia y de la moderna bodega, construida en los a?os ochenta, de Arzuaga. En Pesquera, las tierras de Alejandro Fern¨¢ndez, Emilio Moro y Dehesa de los Can¨®nigos. En Pe?afiel, Protos. Todas de renombre y prestigio. Pueblos discretos, blanquecinos, como si todos estuvieran construidos con la apreciada piedra caliza del cercano Campaspero, y silenciosos, como si todos estuvieran hechos del revoloteo de t¨®rtolas y gorriones que ponen la escala a la c¨²pula de un cielo por aqu¨ª m¨¢s amplio, como si quisiera, a falta de elevaciones m¨¢s altas que las amables ondulaciones de collados y riberas, ocuparlo todo.
Y en Pe?afiel marca esta peque?a ruta, para viajar entre susurros, otro remanso en el Duero: el asador Molino de Palacios (www.molinodepalacios.com; 983 88 05 05; unos 40 euros), que ocupa desde 1995 un edificio del siglo XVI. Emilia, la encargada del local, deja entrever parte de esa alma austera castellana que, a veces con raz¨®n, ha traspasado fronteras. "Hola, soy periodista, ?le puedo hacer unas preguntas?". "No, no, no quiero saber nada de prensa; el presupuesto de publicidad ya lo hemos cubierto para este a?o". "No cobramos ni es publicidad, es informaci¨®n para un reportaje". "Bueno, pero cinco minutos, ?eh?, que tengo que recoger la cocina". Su molino s¨ª concede abrigo, entre patos y humedad, entre muros gruesos con una c¨¢lida decoraci¨®n agreste, de cedazos y manojos de tomillo; y proporciona para entonarse en estos d¨ªas desabridos una cocina muy castellana: lechazo asado, escabechado de caza, pollo de corral, setas, croquetas definitivas, y el postre de hojaldre caliente. Entre ventanas y ventanucos se cuela el r¨ªo y las confidencias de los viajeros, porque cuando el paisaje se entrega tan despojado, tan despejado, queda m¨¢s hueco para la aportaci¨®n personal al camino.
Hay m¨¢s propuestas para no darle tantas vueltas a las obsesiones en una conversaci¨®n que gira como la piedra que prensaba el grano en el molino de Emilia, para salir del viaje en espiral y hacerlo longitudinal. A escasos kil¨®metros de este tramo que hemos amojonado entre dos molinos: el monasterio de Santa Mar¨ªa de Valbuena, en San Bernardo, sede permanente de la exitosa y maratoniana Fundaci¨®n de Las Edades del Hombre; el restaurante Casa Aurelio, en Canalejas de Pe?afiel, virtuoso en la preparaci¨®n del bacalao; el Museo del Vino, un afinado e interactivo contenedor dentro del castillo de Pe?afiel, cuya silueta blanquecina es de las fortalezas m¨¢s conocidas en Espa?a.
Al finalizar la ruta y el fin de semana, el viajero siente cierta ansiedad al haber desnudado tanto sus sentimientos, en consonancia con el paisaje y las paredes. Y nota que los fantasmas han vuelto y se han colado en el asiento de la parte de atr¨¢s del coche.
Castilla y Le¨®n esconde otras muchas propuestas. Desc¨²brelas con la gu¨ªa de EL VIAJERO
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