Italia necesita una oposici¨®n a Berlusconi
Mientras el primer ministro destroza la Constituci¨®n republicana, el atemorizado Partido Democr¨¢tico de Walter Veltroni s¨®lo desea agradarle. Es el momento de pensar en una f¨®rmula nueva e independiente
Italia es una democracia cada vez m¨¢s an¨®mala. Es, caso pr¨¢cticamente ¨²nico en Occidente, una democracia sin una verdadera oposici¨®n al Gobierno. De hecho, Italia es doblemente an¨®mala: en el pa¨ªs hay una oposici¨®n a Berlusconi, amplia, apasionada, intransigente, que sale a las calles y aprovecha cada ocasi¨®n que puede para organizarse, pero en el Parlamento es como si no existiera. Entend¨¢monos: una oposici¨®n digna de ese nombre, que emplee todos los medios legales disponibles, d¨ªa a d¨ªa y de forma sistem¨¢tica, para ponerle las cosas dif¨ªciles al Gobierno, aprovechar sus debilidades y contradicciones internas. Y, si es posible, hacer que entre en crisis.
El Partido Democr¨¢tico de Walter Veltroni, surgido de las cenizas del Partido Comunista m¨¢s fuerte de Occidente y de la izquierda de la Democracia Cristiana, parece preocupado s¨®lo por "no demonizar a Berlusconi", poder dialogar con ¨¦l, intervenir en la elaboraci¨®n de leyes "de consenso" junto a Berlusconi. No es casualidad que se haya definido como una oposici¨®n discordantemente concorde.
El berlusconismo no es una degeneraci¨®n s¨®lo italiana, puede contagiar a toda Europa
Hay que forjar una alianza c¨ªvica de independientes con el peque?o partido del ex magistrado Di Pietro
Y esto ocurre mientras Berlusconi destroza la Constituci¨®n republicana nacida de la resistencia antifascista -una de las Constituciones democr¨¢ticas m¨¢s avanzadas del mundo-, destruye la autonom¨ªa judicial, refuerza su monopolio personal a la b¨²lgara sobre la televisi¨®n (y se hace cada vez m¨¢s fuerte en la prensa escrita), proyecta dr¨¢sticas restricciones del derecho de huelga y otros derechos sindicales, fomenta la oleada de sentimientos racistas en el pa¨ªs y somete todas las leyes relacionadas con los derechos civiles a la voluntad oscurantista de la Iglesia de Ratzinger.
Sin embargo, una oposici¨®n digna de ese nombre lo tendr¨ªa f¨¢cil en Italia dadas las condiciones tan favorables que existen para poner al Gobierno en crisis. Los salarios reales de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n siguen disminuyendo, se extiende cada vez m¨¢s el "s¨ªndrome de la cuarta semana" -cuando ya se ha gastado todo el sueldo y no se sabe c¨®mo llegar a fin de mes-, en las colas de los comedores de beneficencia ya no s¨®lo se ve a los marginados tradicionales (que se multiplican), sino a jubilados y miembros de la clase media empobrecida. Y el ciudadano corriente considera que la corrupci¨®n que inunda la clase pol¨ªtica, a la que todos se refieren ya como "la casta" (el t¨ªtulo de un best seller escrito por dos periodistas), es el gran c¨¢ncer del pa¨ªs.
Para derrotar a Berlusconi bastar¨ªa un programa que articulase el tema del retorno a la legalidad, porque ese retorno resolver¨ªa por s¨ª solo gran parte de los problemas sociales, la explotaci¨®n de la mano de obra negra y precaria, la evasi¨®n fiscal, los espantosos enriquecimientos il¨ªcitos, un sistema financiero sin control y que arruina impunemente a los peque?os ahorradores, etc¨¦tera.
En realidad, s¨ª existe una oposici¨®n, con presencia incluso en el Parlamento. La peque?a patrulla del partido de Di Pietro, el ex magistrado de Manos Limpias (la Italia de los valores).
Durante el Gobierno de Prodi hab¨ªa fuerzas vinculadas a la mayor¨ªa que pretend¨ªan ser al mismo tiempo partidos de gobierno y de oposici¨®n, cosa que no es posible. En cambio, s¨ª es posible ser al mismo tiempo un partido de oposici¨®n parlamentaria y de oposici¨®n extraparlamentaria, es decir, un partido en estrecho contacto con la calle. Hoy, la Italia de los valores representa exactamente esa ¨²nica forma posible de oposici¨®n. Quien pretenda hacer oposici¨®n al Gobierno de Berlusconi s¨®lo desde dentro del Parlamento, sin tener detr¨¢s la fuerza de la protesta callejera, es un iluso.
El Gobierno de Berlusconi, a pesar de que no consigue resolver ning¨²n problema urgente (est¨¢n aumentando incluso la delincuencia com¨²n y la llegada de inmigrantes clandestinos, para no hablar de los impuestos, todos ellos caballos de batalla de la campa?a electoral de Berlusconi), tiene probabilidades de ganar, y tal vez arrasar, en las pr¨®ximas elecciones europeas s¨®lo por la impopularidad ya devastadora del Partido Democr¨¢tico entre su propio electorado. Existe el peligro de que millones de ciudadanos de centro-izquierda, hartos de la falta de oposici¨®n de Walter Veltroni (a quien muchos apodan, ir¨®nicamente, Walterloo), no acudan a las urnas.
De ah¨ª nuestra modesta propuesta: una alianza que re¨²na a los ciudadanos que no se dedican profesionalmente a la pol¨ªtica pero que, en el estado de emergencia que vive el pa¨ªs, decidan comprometerse de manera activa y en primera persona en las elecciones al Parlamento Europeo, con el partido de Di Pietro, la ¨²nica oposici¨®n existente. Una sola lista pero con dos s¨ªmbolos emparejados, para dejar claro que se trata de algo absolutamente nuevo. Una alianza entre personas que no tienen "las cartas manchadas", como se dec¨ªa antiguamente en Sicilia. Ya Berlinguer habl¨® en su tiempo de un "partido de la gente honrada".
Una lista aut¨®noma de la sociedad civil es algo t¨¦cnicamente imposible debido a la ley electoral actual, que prev¨¦ una recogida de firmas en todas las regiones y exige unas cifras que s¨®lo se pueden alcanzar si se dispone de un aparato nacional de funcionarios. Antonio di Pietro, en un debate con nosotros durante una mesa redonda cuyos resultados acaba de publicar la revista MicroMega, declar¨® que su partido estaba, en principio, dispuesto, e incluso se atrevi¨® a cuantificar en un 70% la proporci¨®n de candidatos que deber¨ªan salir de la sociedad civil.
Las elecciones europeas son la mejor oportunidad para permitir que los ciudadanos (cansados de los aparatos de los partidos) env¨ªen representantes extranjeros a las organizaciones internacionales. Con el voto europeo no se eligen Gobiernos, y en cada pa¨ªs se pueden presentar como candidatos ciudadanos de cualquier otro Estado de la Uni¨®n. Por consiguiente, la lista que estamos imaginando deber¨ªa incluir, junto a personalidades de la sociedad civil italiana que luchan contra Berlusconi, a numerosos candidatos espa?oles, franceses, alemanes, polacos... Porque el berlusconismo no es un fen¨®meno degenerativo exclusivamente italiano, sino que existe el peligro de que contagie a toda Europa, y toda la democracia europea deber¨ªa tom¨¢rselo en serio. El modelo de Berlusconi no se llama Obama, se llama Putin.
?Es nuestra propuesta la en¨¦sima utop¨ªa de "almas buenas", "intelectuales abstractos", "moralistas so?adores" o cosas peores que suelen llamarnos los amos de la pol¨ªtica oficial? De lo que no hay duda es de que el verdadero realismo pol¨ªtico no est¨¢ en los dirigentes del Partido Democr¨¢tico, que, en s¨®lo unos meses, gracias a su falta de oposici¨®n a Berlusconi (Elle Kappa, genial y famosa dibujante, cuando habla de los dirigentes del PD no los llama "opositores", sino "discordantemente concordes"), han conseguido disipar, seg¨²n todos los sondeos, m¨¢s de un tercio de la aprobaci¨®n de hace un a?o.
Las cosas se producen de forma gradual, y nosotros, al proponer esto en MicroMega, hemos dado un primer paso. Veltroni ya ha protestado: ?otro partido, no hay ninguna necesidad! No nos atrincheremos tras los nombres. El hecho de que personas independientes, sin partido, se re¨²nan para constituir un partido, es una contradicci¨®n f¨¢cil de superar si se le da otro nombre, Los Independientes, por ejemplo. Y nuestra idea no consiste en formar un partido tradicional, sino s¨®lo una lista para las elecciones europeas y despu¨¦s, tal vez, si tiene ¨¦xito, una organizaci¨®n de geometr¨ªa variable. Precisamente para evitar crear nuevos "profesionales de la pol¨ªtica" es por lo que estamos pensando en la posibilidad de que los que resulten elegidos para Estrasburgo permanezcan all¨ª s¨®lo una parte de la legislatura y luego pasen el testigo a los siguientes en la lista.
Con nuestra propuesta no hemos hecho m¨¢s que establecer un primer contacto. El siguiente paso es difundir este proyecto, quiz¨¢ mediante la elaboraci¨®n de un manifiesto program¨¢tico, a trav¨¦s de MicroMega o de Internet, para empezar a sondear el terreno. Por otra parte, el mill¨®n de firmas recogidas por Di Pietro para pedir un refer¨¦ndum sobre la justicia demuestra que existe ya una oposici¨®n extensa y latente.
No podemos ser pesimistas; en ese caso, m¨¢s vale jugar a la ruleta rusa. Y nos preguntamos, incluso, si esta necesidad de que los aparatos dejen de monopolizar la pol¨ªtica no se siente tambi¨¦n en otros pa¨ªses europeos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Andrea Camilleri es escritor. Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo y director de MicroMega.
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