Serbia, 'mon amour'
Ma?ana martes se celebra el primer aniversario de la independencia de Kosovo. En el a?o transcurrido, 54 Estados han reconocido formalmente al nuevo Estado kosovar, entre ellos 22 de los 27 miembros de la UE (incluido nuestro vecino portugu¨¦s), as¨ª como dos importantes vecinos de Serbia, como son Macedonia y Montenegro. Fuera de Europa, las democracias m¨¢s pr¨®speras y m¨¢s avanzadas, como Jap¨®n, Canad¨¢, Australia, Corea del Sur o Costa Rica, tambi¨¦n han reconocido a Kosovo.
Espa?a, sin embargo, sigue sin dar ese paso, lo que la sit¨²a en el bloque que dentro de la UE forman Grecia, Chipre, Rumania y Eslovaquia. M¨¢s all¨¢ de la UE, la resistencia a reconocer a Kosovo se impone mayoritariamente en el arco de pa¨ªses de Asia, ?frica, Am¨¦rica Latina y la vecindad europea que, con China y Rusia de mascarones de proa, suelen denominarse "soberanistas" por su reticencia a aceptar conceptos como el derecho de injerencia, la responsabilidad de proteger o la universalidad de los derechos humanos.
La posici¨®n de Espa?a sobre Kosovo lastra las relaciones con nuestros socios europeos
Estamos ante una curiosa anomal¨ªa, pues Espa?a es un pa¨ªs democr¨¢tico, desarrollado y occidental que poco tiene que ver hist¨®ricamente con estos pa¨ªses, y menos a¨²n con sus posiciones en pol¨ªtica exterior, con las que raramente suele alinearse. Eso indica claramente que la clave de nuestra posici¨®n hacia Kosovo no debe buscarse en la pol¨ªtica exterior, sino en nuestra pol¨ªtica interior.
La posici¨®n espa?ola, aunque bienintencionada, no s¨®lo yerra en sus motivaciones, sino que traslada al exterior una imagen de nuestro pa¨ªs en nada acorde con la realidad y, adem¨¢s, lastra innecesariamente las relaciones con nuestros socios europeos a menos de un a?o de la presidencia espa?ola de la UE. Cabe por tanto cuestionarse esos motivos y preguntarse hasta cu¨¢ndo esas consideraciones internas van a seguir dominando nuestra pol¨ªtica exterior y perjudicando nuestra imagen internacional.
Vaya por delante que, como cosmopolita, tiendo a simpatizar con aquellos que consideran que la independencia de cualquier territorio representa no s¨®lo un fracaso de la convivencia, sino tambi¨¦n un peligroso precedente. Por tanto, ni los principios ni el pragmatismo amparan dibujar las fronteras de acuerdo con criterios ¨¦tnicos, y menos con la ayuda de la fuerza o de forma unilateral.
Pero como cosmopolita, simpatizo tambi¨¦n con aquellos que consideran que la soberan¨ªa no es un cheque en blanco, sino que implica importantes responsabilidades. Y de la misma manera que aceptamos que los ciudadanos tienen derecho a la resistencia contra un Estado que viole sistem¨¢ticamente sus derechos, es evidente que debe existir un l¨ªmite para el principio de inviolabilidad de las fronteras o la no injerencia en los asuntos internos de los Estados.
Espa?a puede estar bien orgullosa de c¨®mo, tras una historia traum¨¢tica, ha acomodado las diversas identidades nacionales que conviven en su territorio. Por ello, es imprescindible decir que el camino elegido por Serbia y por Espa?a es exactamente el contrario: si Serbia hubiera ampliado, en lugar de suprimido, la autonom¨ªa de Kosovo, nada de lo que vino despu¨¦s habr¨ªa ocurrido, incluyendo la deportaci¨®n masiva de kosovares en vagones de mercanc¨ªas. Y si despu¨¦s de la guerra de 1999, Serbia se hubiera tomado en serio la necesidad de reconciliarse con los kosovares, es casi seguro que la secesi¨®n no hubiera ocurrido.
Siendo Espa?a un¨¢nimemente considerada en todo el mundo un modelo de convivencia y descentralizaci¨®n, nada m¨¢s doloroso ni m¨¢s contradictorio que ver a los radicales serbios enarbolar banderas espa?olas en sus manifestaciones. Hablamos mucho de soft power (poder blando) como s¨ªmbolo del atractivo de un pa¨ªs, pero resulta intrigante pensar de qu¨¦ somos ejemplo nosotros en Belgrado.
Al final, lo m¨¢s preocupante de la posici¨®n de Espa?a es la falta de confianza en s¨ª misma que denota. Canad¨¢ ha reconocido Kosovo sin pensar en Quebec, Reino Unido sin pensar en el independentismo escoc¨¦s y Francia sin tomar C¨®rcega en consideraci¨®n. Pero en nuestro pa¨ªs, el estrecho prisma vasco o catal¨¢n impone un pensamiento tan ¨²nico como reduccionista. Como consecuencia, a la derecha, que nunca critic¨® a Bush, le puede el nacionalismo espa?ol y termina por criticar al Estados Unidos que reconoci¨® a Kosovo; a la izquierda, generalmente cosmopolita y onusiana, le cuesta ver el caso claro (m¨¢xime cuando la mano de Estados Unidos aparece por el camino).
Y para colmo de la confusi¨®n, la izquierda abertzale se suma al barullo, argumentando de forma totalmente disparatada que mucho ojo, que Kosovo ser¨ªa Navarra, cuna originaria de los vascos pero repoblada por castellanos (Espa?a ser¨ªa como Albania), por lo que habr¨ªa que pens¨¢rselo dos veces antes de considerarlo precedente. Curiosa unanimidad ¨¦sta, en la que todos somos serbios, prueba evidente de la necesidad de elevar la mirada m¨¢s all¨¢ de nuestras inseguridades.
jitorreblanca@ecfr.eu
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.