Coartadas venatorias
Por su configuraci¨®n, Espa?a ha sido desde el comienzo de los tiempos pueblo de pescadores y de cazadores. Un extenso litoral surt¨ªa de los peces, hasta el aburrimiento. Durante la construcci¨®n del ferrocarril minero que bordeaba el r¨ªo Nal¨®n, hasta su desembocadura, el rancho de los trabajadores era mon¨®tono: salm¨®n y angulas. Hubo motines y plantes para protestar por aquella invariable dieta
Las llanuras y las serran¨ªas son cobijo de gran diversidad de animales que proporcionaban la carne, desde la huidiza de la liebre hasta la prieta del venado. Pero est¨¢ todo revuelto y hay que poner cierto orden en el saldo biol¨®gico, porque entre los animales que facilitaban el alimento, la leche, la sangre, las prote¨ªnas necesarias, se colaban competidores que disputan la presa a los humanos. El hombre tiene que improvisarse en cazador defensivo de los depredadores que amenazan su alimento e incluso la vida. Como la actividad m¨¢s importante, aparte de la agricultura y ganader¨ªa confiada a los siervos, era la guerra, no hubo problemas para convertir los escasos periodos de paz en jornadas de entrenamiento, como la caza deportiva, solaz de nobles y relajo real. Realizaron una s¨ªntesis humana: unir lo ¨²til a lo agradable, reduciendo la poblaci¨®n hostil y adiestr¨¢ndose en el arte cineg¨¦tico para luego embrazar la lanza o el hacha para cascarle el cr¨¢neo al adversario.
Las que se llamaron alima?as y eran un riesgo para la vida tienen ahora grandes defensores
Vivo en una regi¨®n que vivifica la pol¨¦mica conservacionista y existen partidarios del lobo
Las que siempre se llamaron alima?as constituyeron un riesgo para las vidas y propiedades humanas y tienen ahora grandes defensores entre quienes quieren resguardar las especies a toda costa. En los campos manchegos, castellanos y andaluces, el zorro causa da?os y no he escuchado a¨²n -por falta de oportunidad o m¨¢s amplios conocimientos- una argumentaci¨®n sostenible en pro de seres cuya supervivencia depende del ataque a otros, m¨¢s ¨²tiles al ser humano. Dejando aparte la generosa declaraci¨®n de que somos los reyes de la creaci¨®n y que lo que por ah¨ª anda est¨¢ a nuestra merced no resulta convincente la prepotencia del le¨®n o del leopardo que se merienda a la gacela, sobre todo desde el punto de vista de la gacela. Sin ?o?er¨ªas, la gacela puede ser el alimento de una o varias familias, pero el estofado de tigre nunca tuvo verdaderos partidarios.
Vivo parte del a?o en una regi¨®n espa?ola que vivifica la pol¨¦mica conservacionista y existen declarados partidarios del lobo, que causa muchas v¨ªctimas entre el ganado vacuno y lanar, y su ep¨ªgono el perro asilvestrado. Parece que los ganaderos suelen ser restituidos de los da?os que producen estas fieras, a las que a?adir el jabal¨ª, que arrasa sembrados y levanta cosechas, el oso pardo, que no se contenta con desmenuzar panales y que, en a?os inh¨®spitos como el presente, salen al encuentro de los humanos azuzados por el hambre.
He asistido, en mi vida a bastantes cacer¨ªas, con la ventaja de no ser tirador, o sea, no disputar puestos ni sucumbir a la tentaci¨®n de atizarle un fogonazo a alguien poco simp¨¢tico, pero encuentro que es un hermoso deporte y un regocijo contemplar la maestr¨ªa de las buenas escopetas. No he abatido un solo animal, porque no me ha dado por ah¨ª ni he sentido la comez¨®n competitiva.
Pena da el acabamiento de un venado adulto cuya mayor falta puede ser la de estropear alguna cerca, pero que poco perjuicio provoca ramoneando en los arbustos. Creo justificada la caza deportiva en la econom¨ªa general y el control sobre el casi mill¨®n de escopetas censadas, aparte de la afluencia de forasteros que se dejan buenos cuartos en las partidas. Y los salarios de los ojeadores.
Que nos hablen menos de La escopeta nacional. Como pel¨ªcula fue otro acierto de Berlanga, pero convendr¨ªa ajustar los l¨ªmites, las adhesiones y las cr¨ªticas a esta actividad. Si la poblaci¨®n de alima?as crece, hay que reducirla. Si el raposo ladr¨®n se come los huevos de perdiz y las cr¨ªas de cualquier bicho menor que ¨¦l, habr¨¢ que tomar medidas, como con los lobos, los osos, los jabal¨ªes.
Si merecen respeto por tratarse de seres vivos, corramos el riesgo de que, en las afueras de una aldea serrana, lleguen unos perros hambrientos y se coman a un ni?o despistado, y resulta flojo el recurso del equilibrio ecol¨®gico. El tema es inacabable y tiene, como todo, la cara y la cruz de la misma moneda, aunque algunas caigan de canto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.