Irak ha vivido todos los horrores
La invasi¨®n sumi¨® al pa¨ªs en el caos y exacerb¨® todos sus conflictos. Ahora hay motivos para la esperanza. Nuri al Maliki ha jugado bien sus cartas. La clave est¨¢ en la gesti¨®n de la retirada de las tropas de EE UU
Si al final tan s¨®lo se consigue que Irak sea una democracia de baja intensidad, este pa¨ªs puede consagrarse como un Estado fallido, base para el crimen organizado y las actividades terroristas, con millones de personas desplazadas o refugiadas, sometido a fuertes tensiones ¨¦tnicas y religiosas e incapaz de mantener la solidaridad y la cohesi¨®n ni entre ciudadanos ni entre provincias. En este peor de los casos, Irak perpetuar¨ªa lo que vergonzosamente ha sido desde el a?o 2003.
Pocos meses despu¨¦s de la invasi¨®n estadounidense, y pasadas unas semanas de una tregua enga?osa, de forma paulatina se fueron colocando en Irak las piezas de lo que ha sido una guerra civil de geometr¨ªa variable, de conflictos simult¨¢neos y entrelazados entre chi¨ªes y sun¨ªes, entre insurrectos y tropas de ocupaci¨®n, grupos terroristas y poblaci¨®n civil, entre ¨¢rabes y kurdos... A esta fenomenolog¨ªa del enfrentamiento y la aniquilaci¨®n habr¨ªa que a?adir el impulso de las tensiones centr¨ªfugas desde Bagdad hacia las tribus y las provincias, en un pa¨ªs que se qued¨® sin Estado.
Los ¨²ltimos comicios confirman una gran voluntad de vivir con normalidad
Los polic¨ªas y soldados iraqu¨ªes nunca estar¨¢n preparados si los de EE UU siguen en el pa¨ªs
Para comprender lo que ha sido Irak en los ¨²ltimos a?os, tambi¨¦n ser¨ªa preciso colocar esa pieza de la criminalidad rampante de delincuentes armados, con frecuencia encubiertos en milicias religiosas o actuando sin despojarse de los uniformes y equipos de las fuerzas policiales para violar, matar y robar, reinventando los escuadrones de la muerte de la manera m¨¢s despiadada que imaginarse pueda, con absoluta desfachatez.
Pr¨¢cticamente desaparecidas las instituciones p¨²blicas a partir de marzo de 2003, y hasta unos cuatro a?os despu¨¦s, el poder pol¨ªtico se pulveriz¨® en innumerables estancias, retrocedi¨® a las tribus y las mezquitas y se reparti¨® de manera mafiosa en unos grupos contra otros, alcanz¨¢ndose un momento en que m¨¢s bajas se causaban los iraqu¨ªes entre s¨ª que los insurrectos o los terroristas inflig¨ªan a las fuerzas de ocupaci¨®n.
Una poblaci¨®n resentida o huida, abandonada a su suerte y martirizada por tal cantidad de sufrimientos, es la que aparec¨ªa al fondo enrevesado de un escenario tan poco prometedor, caracterizado por soldados extranjeros que tardaron mucho en entender de qu¨¦ guerra se trataba, y de una ¨¦lite pol¨ªtica en su mayor parte reci¨¦n llegada del exilio.
Sin seguridad ni orden, apenas sin expectativas para las personas y para el pa¨ªs, se celebraron en enero de 2005 las primeras elecciones. En octubre del mismo a?o se plante¨® el refer¨¦ndum constitucional y, una vez aprobada la Constituci¨®n, tuvieron lugar nuevas elecciones parlamentarias en diciembre de 2005. Sorprendentemente, los iraqu¨ªes acudieron en porcentajes elevados a todas las convocatorias, pese a los riesgos y los escasos motivos para el optimismo. Lo hicieron para configurar en los resultados de las urnas un pa¨ªs escindido a lo largo de l¨ªneas de separaci¨®n ¨¦tnicas y religiosas que el miedo y la violencia hac¨ªan m¨¢s profundas a¨²n.
En realidad no se votaba a alguien sino contra alguien. Que los partidos sun¨ªes, con la excepci¨®n destacada del Partido Isl¨¢mico Iraqu¨ª, rechazaran participar, como lo hicieron los chi¨ªes de Moq-tada al Sadr, cre¨® graves problemas de representaci¨®n exagerada o ausencia de la misma en diversos sectores de poblaci¨®n. En consecuencia, esa Constituci¨®n de 2005 sell¨® la sectarizaci¨®n hostil del pa¨ªs, como acuerdo entre los chi¨ªes del Consejo Supremo Isl¨¢mico Iraqu¨ª (CSII) y la Alianza Kurda, para un Irak en el que dif¨ªcilmente se podr¨ªa vivir, que m¨¢s val¨ªa abandonar, sin futuro perceptible ni en el plano pol¨ªtico ni en el militar.
En este panorama de horrores, relativamente mitigado a partir de la primavera de 2007, los resultados de las elecciones de enero de este a?o autorizan un cierto margen de optimismo. Con lentitud, han venido apareciendo datos fiables sobre la normalizaci¨®n de la vida en las ciudades, el descenso de la violencia y el retorno de refugiados y desplazados, y, con claridad, se verifica el triunfo de la coalici¨®n dirigida por el primer ministro Nuri al Maliki en nueve de las 14 provincias consultadas. Persona muy sometida a cr¨ªticas por parte de la poblaci¨®n y por parte de Estados Unidos, sin embargo, ha sabido aprovechar los resortes del Gobierno, e incluso legitimarse, tanto para conseguir mayores niveles de seguridad, como por sus negociaciones para la retirada de las tropas extranjeras y la firmeza mostrada contra las milicias sadristas y ante las exigencias de los kurdos.
El triunfo de su coalici¨®n, el rotundo fracaso del CSII y la disoluci¨®n de la alianza chi¨ª que gan¨® en las elecciones de diciembre de 2005, evidencian probablemente la creciente pluralidad de opiniones en el seno de los chi¨ªes, que siempre existi¨®, entre los sectores urbanos y rurales, laicos y religiosos, nacionalistas y de obediencia iran¨ª, etc¨¦tera, que s¨®lo la m¨¢s crasa ignorancia hizo creer que no exist¨ªa. Como si los chi¨ªes en Irak, o en cualquier otro lugar, fueran un conglomerado, y su mayor¨ªa demogr¨¢fica pudiera trasladarse de manera matem¨¢tica a una mayor¨ªa pol¨ªtica.
En ¨¦stas y otras cuestiones, Irak ha sido v¨ªctima de inauditos errores de apreciaci¨®n, ignorancia pura y dura, abierto desprecio y vergonzosas rectificaciones, generados por analistas y estrategas neocons, soberbios y torpes que no sab¨ªan de qu¨¦ pa¨ªs se trataba y qu¨¦ tipo de guerra se deb¨ªa librar. As¨ª todo, hasta que apareci¨® gente diferente como el general David Petraeus y el embajador Ryan Crocker, y el Departamento de Estado norteamericano acab¨® por tomar la direcci¨®n de Irak de manos del Departamento de Defensa.
Las ¨²ltimas han sido, pues, unas elecciones que parece que dar¨¢n estabilidad al Gobierno, que reflejan la pluralidad de la mayor¨ªa chi¨ª, que registran esta vez la participaci¨®n de sun¨ªes y sadristas, con presencia de partidos independientes, seculares y nacionalistas, unas elecciones que, en definitiva, han vuelto a registrar una notable participaci¨®n ciudadana y constituyen un ejemplo m¨¢s de la resistencia y la voluntad de los iraqu¨ªes, de su negativa a morir, contra tanto viento y tanta marea, buscando futuro en un Irak tan amenazado.
Parte de la soluci¨®n y parte del problema al respecto, est¨¢ en la retirada de las tropas estadounidenses, unos 145.000 soldados, de las ciudades a mediados de este a?o, y en su totalidad para finales de 2011. La soluci¨®n es que el pa¨ªs deje de estar ocupado; el problema, o la duda, es si los soldados y polic¨ªas iraqu¨ªes estar¨¢n ya en condiciones de hacerse cargo de la tarea. El c¨ªrculo vicioso est¨¢ en que si permanecen los soldados extranjeros, los iraqu¨ªes nunca se preparar¨¢n para sustituirlos.
Todos y cada uno de los diversos conflictos que anidan en el pa¨ªs requieren la correspondiente respuesta para conseguir una dif¨ªcil reconstrucci¨®n. Dif¨ªcil porque Irak ha sido sometido a un implacable acoso en todos los aspectos de la vida de las personas, de sus instituciones, de su econom¨ªa, su cultura y su conciencia nacional. Irak seguir¨¢ siendo un pa¨ªs d¨¦bil en la medida en que sus principales actores persistan en los graves contenciosos, que exist¨ªan antes de la ocupaci¨®n pero han sido furiosamente aventados por ¨¦sta. Contenciosos, por supuesto sobre la identidad nacional, pero asimismo sobre la distribuci¨®n de poderes entre el Estado y las provincias, el control de los recursos nacionales y el reparto de los beneficios; y tambi¨¦n sobre las relaciones con sus poderosos vecinos, en especial con Ir¨¢n, Turqu¨ªa y Siria.
Es evidente que lo que antecede se relaciona, ?y de qu¨¦ manera!, con lo que se espera de Estados Unidos en Oriente Pr¨®ximo, una vez que ha sido preciso asistir al fracaso de la ocupaci¨®n de Irak y la ruina del pa¨ªs ocupado y que ha habido que esperar a que un nuevo presidente se aloje en la Casa Blanca. Pero lo que m¨¢s importa se relaciona tambi¨¦n con esos signos de vigorosa reacci¨®n que se perciben en los iraqu¨ªes. Todo ello para que las piezas del abrumador embrollo nacional y regional puedan, al fin, empezar a colocarse en su sitio.
Ignacio Rup¨¦rez ha sido embajador de Espa?a en Irak de 2005 a 2008. Ha publicado Da?os colaterales. Un espa?ol en el infierno iraqu¨ª (Planeta).
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