?Laicidad contra laicismo?
La declaraci¨®n colectiva del episcopado franc¨¦s de 1996 puede ser considerada como la carta magna de la laicidad en el seno de la Iglesia cat¨®lica. All¨ª se renuncia a la imposici¨®n y se adopta la proposici¨®n
Me figuro que los inventores del sufijo ismo no pensaron en la descalificaci¨®n, sino en las actitudes o movimientos innovadores: "puritanismo", "modernismo", "nacionalismo", "socialismo"... Y ya sabemos que los innovadores corren el riesgo de equivocarse. No me parece justo empobrecer la carga sem¨¢ntica del fonema "laicismo".
Del laicismo, el diccionario de la RAE se limita a decir: "doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad y m¨¢s particularmente del Estado, respecto de cualquier organizaci¨®n o confesi¨®n religiosa". Los que arrasaban conventos y asesinaban a curas y monjas estaban ebrios de venganza, pero no pueden presentarse como prototipos de laicismo. Los presidentes de las tres iglesias cristianas de Francia se refer¨ªan, no hace mucho, al laicismo de la primera mitad del siglo pasado con la expresi¨®n m¨¢s exacta de la?cit¨¦ de combat. Alg¨²n prelado espa?ol debe estar m¨¢s informado y se refiere al laicismo como "la laicidad a la francesa". Por este camino se va en busca de las diferencias y se termina inevitablemente en la confrontaci¨®n.
?Ser¨¢n cosas del ¨¦nfasis o del tono amenazante de nuestra jerarqu¨ªa espa?ola?
?Ser¨¢ verdad que nuestro 'laicismo' ha ca¨ªdo en el 'trou noir' del dogmatismo progresista?
Creo que es imposible llegar a la soluci¨®n de los problemas si nos dedicamos a abultar de manera habitual sus relieves m¨¢s conflictivos. No es ¨¦ste el procedimiento de solucionar y menos arrancar de ra¨ªz los conflictos sociales. Contribuimos a convertirlos en insolubles y, lo que es peor, en males nacionales.
Dentro de la Iglesia cat¨®lica, P¨ªo XII, dirigi¨¦ndose a un grupo de italianos de la regi¨®n de las Marcas el 23 de marzo de 1958, se refiri¨® a lo que ¨¦l llamaba "leg¨ªtima y sana laicidad del Estado". En Francia, a pesar del Concordato de 1801 no aparece el t¨¦rmino la?cit¨¦, ni figura ni forma parte de los ideales republicanos hasta despu¨¦s de la guerra de 1870. La Tercera Rep¨²blica aprob¨® entre 1880 y 1905 un verdadero arsenal de leyes laicas sin emplear una sola vez el t¨¦rmino laicidad. Todav¨ªa en las v¨ªsperas de la guerra de 1914, figuraba como neologismo y hasta final de siglo no fue admitido en la Enciclopedia Universalis (vol. 9, Paris, 1980, col. 743-747). Las autoridades ling¨¹¨ªsticas son m¨¢s severas que el pueblo en la aceptaci¨®n de neologismos. Tampoco el abstracto "laicidad" figura en la ¨²ltima edici¨®n de nuestro diccionario de la RAE.
La jerarqu¨ªa cat¨®lica, en general, no puede negar la fuerte evoluci¨®n sem¨¢ntica del t¨¦rmino laicidad. Basta comparar el juicio que hac¨ªa San P¨ªo X en la enc¨ªclica Vehementer nos (6, febrero 1906), dos meses y medio m¨¢s tarde de la Ley de Separaci¨®n votada en el Parlamento franc¨¦s por la izquierda republicana. El Pont¨ªfice dec¨ªa textualmente: "Es una tesis absolutamente falsa y un error pernicioso afirmar que sea necesario separar al Estado de la Iglesia". Porque, en opini¨®n de San P¨ªo X, injuria a Dios, fundador de la sociedad humana, el que niega el orden sobrenatural, limitando el horizonte del Estado al fin de la prosperidad p¨²blica. Pervierte el orden establecido por Dios que exige la concordia armoniosa entre la sociedad religiosa y la civil.
La historia de dos siglos, a la vez tempestuosa y apasionada, demostr¨® que la laicidad puede convivir con las religiones en un r¨¦gimen pac¨ªfico y abierto. El ralliement (acercamiento) de Le¨®n XIII culmin¨® en la carta colectiva de la Conferencia Episcopal Francesa en diciembre de 1996: Proposer la foi dans la soci¨¦t¨¦ actuelle (Proponer la fe en la sociedad actual). La insistencia del verbo "proponer" en vez del antiguo "imponer" fue t¨ªpica de Juan Pablo II. Los medios, y aun el mismo estilo verbal, le hacen malas pasadas a la predicaci¨®n de los cat¨®licos. No todos los medios de exponer sintonizan con el Evangelio.
Los franceses, en todo el documento al que estamos aludiendo, se tomaron muy en serio el verbo "proponer". De ah¨ª la importancia trascendental y la eficacia social que consigui¨® esta Declaraci¨®n Colectiva de la Conferencia Episcopal francesa a partir de 1996. Hay que leerla toda, pero aqu¨ª nos tenemos que conformar con dos cortos p¨¢rrafos:
"La separaci¨®n de la Iglesia y del Estado, despu¨¦s de un siglo de experiencia, puede verse como una soluci¨®n institucional que, permitiendo de manera efectiva distinguir lo que concierne a Dios y lo que concierne al C¨¦sar, ofrece a los cat¨®licos de Francia la posibilidad de ser actores leales a la sociedad".
"Afirmar esto," prosigue el documento, "equivale a reconocer el car¨¢cter positivo de la laicidad, no tal como ella fue en sus or¨ªgenes, cuando se presentaba como una ideolog¨ªa conquistadora y anticat¨®lica, sino tal como ella ha llegado a ser despu¨¦s de un siglo de evoluciones culturales y pol¨ªticas: un marco institucional, y, al mismo tiempo, una actitud del esp¨ªritu que ayuda a reconocer la realidad del hecho religioso, especialmente del hecho religioso cristiano, en la historia de la sociedad francesa".
Importa decir que este comportamiento del episcopado franc¨¦s fue propuesto como ejemplar por el papa Juan Pablo II, el 11 de febrero de 2005, cuando la Iglesia de Francia se dispon¨ªa a celebrar el primer centenario de la Ley de Separaci¨®n. En mi opini¨®n, estamos ante la Carta Magna de la Laicidad en la Iglesia Cat¨®lica y es l¨¢stima que no podamos recorrer y analizar detalladamente todas sus l¨ªneas. El Papa hab¨ªa recibido a todos y cada uno de los obispos franceses en la visita ad limina de 2004, v¨ªspera del primer centenario de la Ley de Separaci¨®n.
"A trav¨¦s de vuestras informaciones personales", dijo Juan Pablo II, "he participado de vuestras preocupaciones y alegr¨ªas de pastores y en ellas hab¨¦is manifestado las relaciones positivas que manten¨¦is con los responsables de la sociedad civil. Aquella Ley fue un acontecimiento doloroso y traum¨¢tico para la Iglesia de Francia. Regulaba la manera de vivir en Francia el principio de laicidad, y, en este marco, no manten¨ªa m¨¢s que la libertad de culto, relegando al mismo tiempo el hecho religioso a la esfera de lo privado... Sin embargo, desde 1920 el Gobierno franc¨¦s ha reconocido, en cierto modo, el lugar del hecho religioso en la vida social".
"Deben considerarse", prosigui¨® el pont¨ªfice, "los esfuerzos realizados por las dos partes para mantener el di¨¢logo. Entre otros nuevos avances en las relaciones de la Iglesia con el Estado franc¨¦s se ha llegado en estos ¨²ltimos a?os a la creaci¨®n de un di¨¢logo al m¨¢s alto nivel, abriendo el camino, por una parte, a la reglamentaci¨®n de las cuestiones pendientes o de dificultades que puedan presentarse en distintos dominios y, por otra, a la realizaci¨®n de algunas colaboraciones en la vida social enfocadas al bien com¨²n".
Entre los rasgos m¨¢s sobresalientes de la aplicaci¨®n del principio de laicidad, el Papa se?al¨® el siguiente: "Debido a vuestra misi¨®n, est¨¢is llamados a intervenir regularmente en el debate p¨²blico sobre los grandes temas de la sociedad".
La laicidad del Estado que ahora se invoca en todo momento, que ocupa muchas p¨¢ginas de la prensa y que divide a la opini¨®n p¨²blica, es, seg¨²n Emile Poulat, "una idea sencilla, una historia larga y una realidad muy complicada". Aun el mismo Immanuel Kant renunciar¨ªa a escribir la "cr¨ªtica de la laicidad pura". Es fruto de un proceso hist¨®rico, de una aventura intelectual y pol¨ªtica, una manera de concebir el papel y el sitio de la religi¨®n en el espacio p¨²blico de una sociedad moderna.
En las democracias europeas se dictan leyes como las nuestras sobre la ense?anza, sobre la vida prenatal y sobre la uni¨®n conyugal. Y los episcopados de esas naciones proponen p¨²blicamente la misma doctrina de la Iglesia. Si exceptuamos la pintoresca intervenci¨®n de Berlusconi a prop¨®sito de la joven Englaro, cuesta encontrar protestas de pol¨ªticos cuando las Conferencias Episcopales se pronuncian sobre alguna ley. ?Ser¨¢ cosa del ¨¦nfasis o del tono amenazante de nuestra jerarqu¨ªa espa?ola? La verdad m¨¢s evang¨¦lica puede degradarse con la utilizaci¨®n de medios menos evang¨¦licos. ?O ser¨¢ verdad, como sospecha Edgar Morin, que nuestro "laicismo" ha ca¨ªdo en el trou noir del dogmatismo progresista?
Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino es presidente de la Fundaci¨®n Encuentro.
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