Recuerdos de la Albufera

Ya no quedan en las acequias anguilas maresas, aquellas plateadas en su piel y ya casi marinas, pendientes tan solo de obtener los ¨²ltimos gramos de energ¨ªa para hacer su infinito recorrido desde nuestra Albufera hasta el Mar de los Sargazos para, en ese id¨ªlico destino, bien morir; no sin antes haber depositado su preciada carga de millones de huevos, que en un eterno retorno se convertir¨¢n en las angulas que ansiamos.

Nos tenemos que conformar con aquellas que viven al abrigo de las piscinas, engordando para morir y sin m¨¢s esperanza que la de componer un estupendo all i pebre< cuando su cuerpo se trasmute en la cazuela.

Dicen los que gobiernan Casa Rocher que ellos someten a la anguila, antes de su guisado, a una generosa purga de muchos d¨ªas, de forma que aquellos sabores extra?os procedentes de la alimentaci¨®n que se acumulaban en las carnes desaparecen, quedando las mismas blancas, suaves y grasas, tal como las recuerdan.

Solo es necesario para su disfrute aderezarlas con los ajos y picantes que al chef le resulten adecuados, y ser hervidas en compa?¨ªa de la humilde patata si se desea que el plato resulte menos contundente y m¨¢s ameno al paladar que si se acompa?asen consigo mismas, en una repetici¨®n cl¨¢sica pero ahora inusual.

Necesario ser¨¢, si hacemos un completo almuerzo en este local comenzar con las croquetas de bacalao hechas a la antigua usanza, as¨ª como con alguna ensalada de verduras de la tierra, a las que se adicionar¨¢ un insuperable pimiento, en salmuera, de tan ajustado ali?o y tiempo de infusi¨®n, que deja descubrir los sabores naturales que lo acompa?aron en la mata sin perder las caracter¨ªsticas del encurtido.

Diversas entradas y multitud de arroces satisfar¨¢n -de forma alternativa- a los que abominan de los peces alargados.