Tocado y escorado
Prietas las filas, la c¨²pula dirigente del PP valenciano ha salido en tromba a salvar la honradez de su l¨ªder, Francisco Camps, y la inocencia del partido, involucrado en las trapisondas que escudri?a el juez Baltasar Garz¨®n en el marco de la operaci¨®n G¨¹rtell. Una adhesi¨®n perfectamente prescindible en punto al primero de los prop¨®sitos, pues como ya se?alaba hace una semana Josep Torrent en estas p¨¢ginas, el Molt Honorable es incapaz de admitir d¨¢divas o trapichear con tipos como El Bigotes. Ya sea por educaci¨®n, principios o pobreza de esp¨ªritu, por ese lado se pincha en hueso. Otra cosa son las consecuencias -adem¨¢s de las responsabilidades- pol¨ªticas que se decantan de este episodio delictivo que se viene desarrollando simult¨¢neamente en Madrid y Valencia con amplia cobertura medi¨¢tica.
Por lo pronto, ha hecho crisis el modelo de gesti¨®n que el presidente blande a la menor ocasi¨®n y del que tanto ¨¦nfasis ha puesto en su transparencia, cuando es evidente -tal como la oposici¨®n viene denunciando-, la opacidad o la turbidez y el hedor de numerosos asuntos acerca de los cuales, y en las mismas Cortes, se ha venido negando a los diputados de la oposici¨®n la informaci¨®n pedida, aun a costa de retorcer los reglamentos en un ejercicio inaudito de solipsismo y arrogancia por parte de los populares y de la presidencia de la c¨¢mara, convertida en un mu?eco de gui?ol del partido mayoritario. No ha de extra?arnos, pues, que este Consell, y particularmente su jefe, haya sido el infausto promotor de las ficticias conferencias de prensa sin preguntas para mortificaci¨®n de los informadores concurrentes, olvidadizos de su cometido profesional.
Pero se acab¨® en buena parte la pol¨ªtica oscurantista del PPCV porque esta imprevista sacudida judicial y noticiosa ha sacado a luz algunas de sus verg¨¹enzas -que no todas, ni mucho menos-, dando motivos al partido para arrepentirse del idilio que tanto le envanec¨ªa con su hom¨®logo de Madrid en esa suerte de rid¨ªculo eje de la prosperidad que ha venido a parar en el eje de una carreta de corrupci¨®n compartida. Un suceso que, de momento, ha dejado tocado y hasta escorado el futuro del presidente y tambi¨¦n del partido y que explica ese gesto abatido, casi funerario, que estos d¨ªas ha exhibido ¨¦l mismo y los gobernantes y dirigentes populares que le arropan. Nadie como ellos para ser conscientes del chaparr¨®n que han provocado y aun les tiene en vilo. ?Acaso el aflorado amiguismo del consejero Seraf¨ªn Castellano es un caso excepcional? No es una ley de indudable cumplimiento que el poder lo pierda el Gobierno antes de ganarlo la oposici¨®n, pero en el caso valenciano lleva todas las trazas de verificarse porque ha sido el PP, desde su propio seno, el que ha sacado a relucir sus flaquezas y delitos -por ahora presuntos-, al tiempo que tanto el PSPV como Comprom¨ªs han cobrado aliento parlamentario, agudizando la cr¨ªtica y poniendo de relieve la enga?ifa de una gesti¨®n gubernamental que lleva trazas de cerrar su ciclo dejando tras de s¨ª una degradaci¨®n democr¨¢tica tan penosa como la propiciada en el territorio, el urbanismo, las finanzas p¨²blicas o la cultura, agusanada ¨¦sta por los grandes proyectos fallidos y la mediocridad intelectual de sus responsables.
Ya resulta banal que la TV auton¨®mica oculte o manipule la informaci¨®n, como es habitual en este medio, porque los gobiernos comunitarios de Valencia y Madrid son a diario noticia aflictiva -o c¨®mica, seg¨²n se mire- de ¨¢mbito estatal, con la consiguiente lesi¨®n de su ya malparado cr¨¦dito.
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