Encuestas sin respuesta
La oleada de sondeos ratifica la doble sensaci¨®n que hab¨ªa tomado cuerpo en la opini¨®n p¨²blica: que las fuerzas del PNV y del PSE est¨¢n muy igualadas y que, en el caso del defensor de Ajuria Enea, una eventual victoria a los puntos no le asegura seguir presidiendo el Gobierno. Adem¨¢s de apuntar de forma aproximativa c¨®mo est¨¢n las intenciones del electorado, las encuestas del domingo antes del domingo de las urnas (por decirlo al modo estadounidense) tienen otra funci¨®n. Recuerdan a los candidatos y sus equipos de campa?a que el tiempo se acaba.
No parece que los resultados de las encuestas que se publican tengan una influencia considerable sobre la intenci¨®n de quienes van a votar o abstenerse. Sin embargo, son escrutadas afanosamente en los cuarteles generales de los partidos. Constituyen la prueba de contraste de las estrategias seguidas, aunque lo habitual es que los directores de campa?a las lean en clave de confirmaci¨®n del rumbo elegido. M¨¢s que nada, por no reconocer errores y porque saben que, de no mediar imponderables, en los cinco d¨ªas que restan no se pueden remendar los rotos de una legislatura.
Es posible que en el sprint final se aprecien algunas correcciones t¨¢cticas, si bien m¨¢s en el sentido de incrementar la intensidad de los mensajes que de cambiar su contenido. Contra lo que pudiera presumirse, la situaci¨®n de empate entre el PNV y el PSE no incita a correr riesgos para romperlo, y si se afrontan, ser¨¢n muy medidos. Se cuidar¨¢n mucho de evitar que los esfuerzos para activar y poner en tensi¨®n al electorado propio provoquen la indeseada movilizaci¨®n de los posibles votantes del adversario.
En estas circunstancias de igualdad cobra mayor sentido la advertencia defensiva de que las encuestas no anticipan el resultado definitivo, sino que fotograf¨ªan el estado de opini¨®n electoral existente cuando se hicieron. En fin, que ser¨¢ necesario abrir las urnas para enterarnos del resultado.
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