Patrullas ciudadanas
La ¨²ltima idea de Berlusconi para combatir la inseguridad criminaliza la inmigraci¨®n
La tentaci¨®n de gobernar al hilo de los sondeos de opini¨®n es creciente en los sistemas representativos. Resulta m¨¢s atrayente cuando, como le sucede a Silvio Berlusconi, se cabalga en la ola de la popularidad ciudadana. Y puede hacerse irresistible si, como es el caso de Italia, se carece de una oposici¨®n articulada, o m¨¢s bien de cualquier oposici¨®n digna de tal nombre. El primer ministro italiano no se caracteriza por su respeto por las instituciones, pero con la descomposici¨®n del centro-izquierda y la dimisi¨®n de Walter Veltroni, Berlusconi y sus socios se sienten con las manos definitivamente libres.
Uno de los temas estrella del gobernante derechista italiano es la inseguridad ciudadana, real o percibida. Para combatirla ha llevado soldados a las calles de algunas ciudades. Y a esta inquietud responde la reciente aprobaci¨®n del Gabinete, por v¨ªa de urgencia, de un decreto que endurece las medidas contra la violencia sexual y la inmigraci¨®n ilegal. Su origen no es el aumento de los delitos sexuales en Italia, que se han reducido en torno a un 10% el a?o pasado, sino el encadenamiento de varios episodios de violaci¨®n, atribuidos a inmigrantes, que han conmocionado a la opini¨®n p¨²blica y han derivado en el asalto y apaleamiento de algunos de ellos, especialmente rumanos.
Las medidas gubernamentales, que har¨¢n sin sobresaltos su singladura parlamentaria dada la mayor¨ªa absoluta de Berlusconi, incrementan las penas por violaci¨®n y prolongan el internamiento de los inmigrantes en los centros de identificaci¨®n. Pero la m¨¢s controvertida es la que permite la formaci¨®n de patrullas ciudadanas -a petici¨®n de los alcaldes, a cargo de vecinos desarmados y voluntarios y coordinadas por los delegados del Gobierno- con la misi¨®n de avisar a la polic¨ªa en caso necesario.
Las rondas son un viejo caballo de batalla de la xen¨®foba y recobrada Liga Norte, parte de la coalici¨®n en el poder. Asociaciones policiales han denunciado el riesgo de vigilantismo de una medida cuyo mayor peligro, sin embargo, es la inevitable criminalizaci¨®n impl¨ªcita del inmigrante. La utilizaci¨®n interesada del binomio delincuencia-inmigraci¨®n es, adem¨¢s de potencialmente explosiva, incompatible con un Estado democr¨¢tico. Pero la serenidad y el rigor no es el fuerte de un Berlusconi que ha hecho del arrebato emotivo -v¨¦ase el reciente caso de Eluana Englaro- una de sus marcas de f¨¢brica como gobernante.
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