?Qui¨¦n paga esta ronda?
Las iniciativas que con prodigalidad se publicitan en las campa?as electorales tienen un coste econ¨®mico. En unos casos se precisa el importe, pero generalmente este dato queda archivado en ese limbo donde se cree que van las promesas hechas en v¨ªsperas de la llamada a las urnas. M¨¢s raro todav¨ªa es que se precise, como deber¨ªa hacerse, el coste de cada actuaci¨®n propuesta y, adem¨¢s, c¨®mo va a financiarse. Qu¨¦ partidas actuales de las cuentas p¨²blicas van a recortarse o a qu¨¦ nuevos recursos -endeudamiento, aumento de la presi¨®n fiscal- se acudir¨¢ para financiar las numeros¨ªsimas y ambiciosas actuaciones propuestas en materia de empleo, sanidad, educaci¨®n, vivienda, innovaci¨®n, infraestructuras o impulso de la econom¨ªa.
No espere el elector encontrar tales detalles en los programas de los partidos con posibilidades de encabezar el Gobierno, aunque resultan inexcusables cuando el mordisco de la crisis est¨¢ reduciendo a pasos agigantados los ingresos p¨²blicos. Dicha cuantificaci¨®n est¨¢ ausente en los del PNV, PP y PSE. En los dos primeros, de forma absoluta, mientras que los socialistas evitan tasar el coste de sus iniciativas, aunque plantean sumariamente emitir 3.300 millones de deuda p¨²blica y hacen una referencia no m¨¢s extensa a una "fiscalidad progresista".
La pol¨ªtica fiscal es la otra gran ausente en los programas de los grandes partidos. Se podr¨¢ arg¨¹ir que la competencia en materia de impuestos reside en las Juntas Generales de los territorios, pero tan exquisito respeto por parte de partidos que est¨¢n tambi¨¦n en esas instituciones huele a escapismo. Dos de los partidos peque?os, EB y, sobre todo, Aralar, s¨ª se han atrevido a propugnar sin ambages una subida global de la presi¨®n fiscal, con alzas en las plusval¨ªas, el Impuesto de Sociedades y el de patrimonio. Quiz¨¢ porque son minoritarios.
La concepci¨®n de los programas electorales como compromisos que obligan con fuerza de ley est¨¢ poco arraigada entre nosotros. Partidos y electores saben que casi nadie decide su voto por promesas voladizas. En cuanto a la pregunta de qui¨¦n las va a pagar, la duda ofende.
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