Hermann Hesse. C¨®mo aprender a volar
Hermann Hesse naci¨® el 2 de julio de 1877 en Calw-W¨¹rttemberg, peque?o lugar de la Suabia, hijo primog¨¦nito de un misionero b¨¢ltico y de una madre, que era hija a su vez de otro misionero en la India, famoso ling¨¹ista y erudito. Amamantado en un hogar de pietistas fan¨¢ticos, el ni?o lleg¨® a la adolescencia aplastado por la Biblia. Recibi¨® la primera ense?anza en la escuela misional y en ella los salmos, el ¨®rgano y las plegarias constitu¨ªan su principal sustento, al que se un¨ªan las correr¨ªas por la pradera donde hablaba con los p¨¢jaros, las zambullidas en el lago durante el verano, la verdad aprendida en los duendes del bosque y la amistad con el zapatero, el carnicero y otros sencillos menestrales del pueblo.
Desde el primer momento hasta el final de sus d¨ªas, luch¨® para elegir la clase de ung¨¹ento con el que quer¨ªa ser consagrado
Nunca olvidar¨ªa el esfuerzo que tuvo que realizar para liberarse de las propias ataduras; entre ellas, el nudo de la soga con la que intent¨® ahorcarse
Estas excursiones eran su ¨²nica escapatoria con la que el ni?o llenaba la imaginaci¨®n m¨¢s all¨¢ de la f¨¦rrea educaci¨®n religiosa a la que estaba sometido. Entre la naturaleza virgen, apenas hollada, y el l¨¢tigo de la conciencia transcurrieron sus primeros a?os. La vitalidad del muchacho pronto entr¨® en conflicto con la vida oscura de su familia, que lo hab¨ªa destinado a la iglesia para ser ungido por el Se?or; pero, desde el primer momento hasta el final de sus d¨ªas, Hermann Hesse luch¨® para elegir la clase de ung¨¹ento con el que quer¨ªa ser consagrado. "Samuel ungi¨® rey a David, pero el ¨®leo no puede convertirme a m¨ª en rey".
Pese a todo, no pudo evitar la inercia clerical de sus padres. Tuvo que estudiar lat¨ªn, griego, gram¨¢tica y estil¨ªstica para preparar el examen de estado de W¨¹rttemberg con el que pod¨ªa acceder a la formaci¨®n gratuita como te¨®logo evang¨¦lico en el seminario de Tubinga. Hermann Hesse fue un p¨¢lido adolescente enclaustrado que, entre los h¨²medos paredones de Maulbronn, no hac¨ªa sino recordar la libertad que goz¨® en su ni?ez entre los ¨¢lamos negros y los alisos del lago, el silencio de la nieve en los abetos, la magia de los juegos en la plazuela con otros compa?eros, el conocimiento de los animales, las plantas y las estrellas. Despu¨¦s de un largo tiempo de encierro tom¨® la determinaci¨®n de huir. Un d¨ªa salt¨® la tapia del seminario y volvi¨® a casa con un peque?o equipaje en el que ya no estaba incluida la Biblia, y cuando este adolescente lev¨ªtico se cre¨ªa libre, empez¨® la tortura. Hermann Hesse quer¨ªa ser escritor o nada, pero esa elecci¨®n no se alcanza impunemente. Los padres internaron al muchacho en un centro religioso de curaci¨®n en Bad Boll y, en vista de que no sanaba de sus sue?os, lo llevaron ante el afamado exorcista Blumhardt para que le sacara el demonio del cuerpo, como hab¨ªa hecho con otros posesos de la comarca. En medio de ese rito, lejos de echar espuma por la boca, el muchacho imaginaba la rama de abeto iluminada por el sol del verano de donde su cuerpo endemoniado pender¨ªa entre el canto de los p¨¢jaros o se ve¨ªa ahogado en el seno del lago cuyas aguas en los d¨ªas felices de vacaciones hab¨ªan recibido gloriosamente sus alegres zambullidas coreadas por los gritos de felicidad de sus compa?eros. Despu¨¦s de un intento de suicidio, sus padres lo pusieron en manos de un psiquiatra en una cl¨ªnica de Steten, y la tortura sigui¨® hasta que el joven encontr¨® la salvaci¨®n por s¨ª mismo en la rebeld¨ªa.
No ser¨ªa ungido por Dios, pero ser¨ªa relojero, bibliotecario o librero, oficios que, bien mirado, tambi¨¦n pod¨ªan ser divinos. T¨ªmido y enamoradizo siempre frustrado, Hermann Hesse comenz¨® a construirse por s¨ª mismo a trav¨¦s de las lecturas de Heine y de Goethe hasta romper finalmente en poeta. Mientras trabajaba en una f¨¢brica de relojes de Calw o hac¨ªa el aprendizaje en una librer¨ªa de Tubinga o de Basilea, so?aba con saltar ahora la propia tapia y fugarse a Brasil, pero comenz¨® a escribir poemas, cuentos y novelas como otra forma de huir hacia dentro. Despu¨¦s viaj¨® a Italia, se cas¨® con Mar¨ªa Bernoulli y convivi¨® con ella en una casa campesina en Constanza junto al lago. De esa existencia libre en medio de la naturaleza extrajo la parte esencial de su literatura con el culto a los cinco sentidos. El hombre no est¨¢ aqu¨ª para alcanzar la verdad. A este mundo se ha venido s¨®lo a gozar y a sufrir, de modo que la formaci¨®n del esp¨ªritu consiste en elegir los goces m¨¢s sutiles y combatir los sufrimientos como una frontera. La libertad, el anti-intelectualismo, la sensualidad po¨¦tica y la salida siempre ir¨®nica del escepticismo fueron sus conquistas literarias, y ante la hecatombe b¨¦lica que se avecinaba en Alemania en el a?o 14, Hermann Hesse adopt¨® tambi¨¦n la rebeld¨ªa del pacifismo contra el esp¨ªritu belicista de sus paisanos.
Muchos adolescentes quemados por un ascua interior, que se enfrentaron al horizonte de escombros de la Europa asolada por la Gran Guerra, descubrieron a Hermann Hesse y lo adoptaron como gu¨ªa espiritual. Desde entonces, este escritor flaco, de delicada estructura ¨®sea, de ojos azules ardientes y pelo claro, t¨ªmido y recio a la vez, con una tensi¨®n de ave de presa en el rostro, se convirti¨® en un referente literario al que se han agarrado sucesivamente muchos j¨®venes para iniciarse en el vuelo contra los valores de una moral burguesa tambi¨¦n devastada.
En los a?os sesenta del siglo pasado, cuando los hippies inauguraron diversas rutas hacia los lugares inici¨¢ticos de planeta, en su morral de apache, junto al peque?o alijo de marihuana, llevaban alguno de estos tres libros inevitables, Demian, Siddharta o El lobo estepario, muy manoseados por los vistas de aduanas, en los que Hermann Hesse daba las pautas para sobrevolar toda clase de ruinas sin excluir las que cualquiera lleva en el coraz¨®n. Por su parte, este escritor nunca olvidar¨ªa el esfuerzo que tuvo que realizar para liberarse de las propias ataduras; entre ellas, el nudo de la soga con la que intent¨® ahorcarse.
Viaj¨® a la India, tal vez en busca de una nueva espiritualidad, tal vez para liberarse del doloroso v¨ªnculo con sus padres. De esos viajes no se trajo ninguna experiencia que no encontrara en el lago Constanza, una fuerza interior que le servir¨ªa para sobrellevar la esquizofrenia de su mujer, la grave enfermedad de uno de sus hijos, otros amores perdidos y el rechazo con que el patriotismo alem¨¢n quiso vengar su posici¨®n cr¨ªtica ante la maldad de las guerras. Fue censurado. Su nombre desapareci¨® de los peri¨®dicos. Escribi¨® con seud¨®nimo. Adopt¨® la nacionalidad suiza. Se estableci¨® en Montagnola, condado de Tesino, y en su arduo combate por la libertad de esp¨ªritu se derrumb¨® algunas veces, de cuyo cataclismo nervioso lo sac¨® el doctor Lang, disc¨ªpulo de Jung, y la amistad con Thomas Mann, con el que trab¨® una extensa correspondencia. Durante el nazismo, sus libros ardieron en una plaza de Berl¨ªn atizados por la Gestapo, pero al final de la II Guerra Mundial fue coronado por el premio Goethe y con el Nobel. Hermann Hesse muri¨® en 1962 en Montagnola y all¨ª est¨¢ enterrado. Hasta all¨ª acuden en peregrinaci¨®n todos los lectores que en las p¨¢ginas de sus libros aprendieron a volar.
Se ha dicho que Hermann Hesse fue viejo en la juventud y joven en su vejez. He aqu¨ª sus lecciones de iniciaci¨®n: librarse de cualquier v¨ªnculo con los afectos dolorosos, disolverse en la ilusi¨®n del nihilismo, ser el creador de la propia alma, sintetizar en ella todas las fuerzas opuestas, absorber la magia de la naturaleza m¨¢s all¨¢ de todas las patrias, agarrarse a un asa de viento para alcanzar todo aquello que dese¨¢bamos ser cuando, al salir de la adolescencia, le le¨ªamos en verano tumbados en una hamaca a la sombra de los ¨¢lamos. ?Qui¨¦n no ha so?ado alguna vez con ser como ¨¦l un lobo estepario? -
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