Yo, robot
El robot, ya sabes, sigue durmiendo su noche luminosa en este edificio en ruinas. "Aqu¨ª hay un robot. Tenga cuidado", has escrito ahora en la lengua universal de las m¨¢quinas, lo has escrito con pintura de spray sobre un muro de la casa. En lo alto, junto a una ventana, la flecha se?ala el sitio donde se esconde el robot. ?C¨®mo la hiciste? El fr¨ªo a¨²n de febrero vuelve a su invierno por las galer¨ªas nocturnas de esta tarde. Ten cuidado, ya sabes; todav¨ªa anda entre los escombros el robot vigilante de la calle de la Eterna Mem¨°ria, por donde estuvo la okupa, en el barrio de Camp de l'Arpa. Tambi¨¦n est¨¢ en el muro la chapa de una empresa de derribos.
S¨®lo el amor nos salva de los robots. Cuando una ciudad vive infiltrada de robots invisibles, que la vigilan desde los farallones de las casas en ruinas, desde los derrumbaderos por donde a diario se precipita una casquer¨ªa de lenguas enlazadas, una charcuter¨ªa de dedos entrecruzados, s¨®lo va a salvarla el obstinarse en el amor. ?Qu¨¦ ordenanza, qu¨¦ guardia urbana va a exigirnos salir enamorados de casa? S¨®lo el amor nos salva, recuerda, el amor rojo del surrealismo, que dijo que el mundo es una selva de indicios. ?Qu¨¦ significa, entonces, esa tienda del coleccionista de cromos, un poco antes de llegar a la casa del robot? ?Y el taller de motos, apelmazado de tiempo, abigarrado de llaves y de p¨®sters con las mejores jais de cada a?o? ?Y la zapater¨ªa de luz amarilla, hundida en lo profundo de una vivienda, como un cementerio marino o como un cementerio bajo la luna, como una necr¨®polis de cajas de cart¨®n amontonadas y levantando as¨ª un bloque de silencio?
Qu¨¦ mar de historia se ha llevado al comunismo de los ayuntamientos y lo ha estrellado contra los acantilados de letra impresa
Tenga cuidado con el robot. "There is a Robot Here Beware!!!", has escrito contra el muro en ruinas, y febrero se cae hoy por el desgalgadero de su ¨²ltimo d¨ªa. Otro mes que se desmaya antes que esas ruinas. Ya sabes, la gente se ve tentada de culpar al amor cuando es precisamente la vida lo que falla; pero esto lo han escrito los surrealistas en sus libros igual que ahora t¨² emborronas los muros de cada edificio donde hay un robot. S¨®lo el amor nos salva de la vida.
He pasado sustanciado de amor rojo antisistema, ahora que publica nuestro diario que la extrema izquierda crece en Francia, he bajado por la calle de la Eterna Mem¨°ria enfrascado en eso que ha dicho el profesor Marc Lazar de que en Francia la izquierda de la izquierda ha creado una vulgata ideol¨®gica, para llevar a todo el mundo su reforma protestante del marxismo. Volv¨ªa de la presentaci¨®n de un libro, unas memorias parlamentarias de Labordeta, en la librer¨ªa Taifa, y ha hablado el consejero Saura desde el lejano mar de invierno de sus ojos. Pero con otra elocuencia m¨¢s viva y subterr¨¢nea, el dependiente de la librer¨ªa ha querido ponerse una sudadera antifascista para atender al personal. Qu¨¦ mar de historia se ha llevado al comunismo de los ayuntamientos y lo ha estrellado contra los acantilados de letra impresa de los libros. Qu¨¦ noche vigilada de robots se ha fosilizado como un bosque de indicios sobre la redondez del mundo.
Enemiga ¨ªntima del partido comunista, la extrema izquierda no le ha vencido, pero le ha sobrevivido, ha escrito Dominique Reyni¨¦ al estudiar la izquierda pura; y ah¨ª est¨¢ escandalosamente bella, en una primavera francesa que ha llegado este febrero y que se llama Nuevo Partido Anticapitalista. Pero no, las ruinas no existen, ni tampoco la calle existe, y no existe la izquierda, ni la tienda de cromos, ni el taller de motos, ni la zapater¨ªa existe, ni tan s¨®lo los libros y ni siquiera el mundo existe. Los sue?a el robot. Recuerdo, sin embargo, haber andado una noche.
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