Un relato que cambi¨® el mundo
Construir un relato no es nada f¨¢cil, aunque se trate de contar algo realmente acontecido y dispongamos de datos fiables. Incluso si el narrador ha sido testigo ocular de lo que cuenta, necesita atar cabos sueltos, explicar detalles dudosos y, sobre todo, fabricar una coherencia que no existe en la vida real. Y, por supuesto, ha de tener el valor y la lucidez necesarios para aceptar su propia subjetividad. Las historias crecen y se transforman cada vez que se cuentan o se escriben, pero el texto original, el primero, posee una luz caracter¨ªstica: la luz de la creaci¨®n.
Por eso me parece admirable el relato que generalmente atribuimos a alguien llamado Marcos, de quien s¨®lo conocemos lo que escribi¨®. No hablo del evangelio de Marcos como creyente, porque no lo soy, sino como devoto admirador de su breve obra literaria. Otros dos evangelios posteriores, atribuidos a Mateo y Lucas, son denominados sin¨®pticos porque utilizan el texto de Marcos como base y a?aden declaraciones del protagonista, Jes¨²s, quiz¨¢ procedentes de un documento que desconocemos y que los especialistas llaman Q por quelle, fuente en alem¨¢n. El cuarto evangelio, atribuido a Juan, exhibe un gran estilo, pero no es un relato, sino otra cosa m¨¢s relacionada con la teolog¨ªa.
Seg¨²n muchos estudiosos, el relato de Marcos fue escrito despu¨¦s de la revuelta jud¨ªa contra Roma (66-70)
Salvo entre quienes, por pura fe, prefieren creer que el autor del evangelio de Juan fue uno de los disc¨ªpulos, "el predilecto", o incluso que todos los evangelios fueron escritos por miembros del grupo de colaboradores del oscuro profeta jud¨ªo que no aparece en ning¨²n texto hist¨®rico (la menci¨®n en Josefo resulta dudosa), existe un consenso casi universal acerca de que ninguno de los redactores de los cuatro relatos can¨®nicos conoci¨® a la persona de la que hablaban.
Seg¨²n una teor¨ªa del siglo II, Marcos fue en realidad un tal Juan Marcos, int¨¦rprete del ap¨®stol Pedro, y redact¨® su trabajo en Roma, inmediatamente despu¨¦s de las persecuciones de Ner¨®n. La mayor¨ªa de los estudiosos, empezando por el que considero m¨¢s solvente, John P. Meier, sacerdote cat¨®lico, profesor en la Universidad de Notre-Dame (Indiana) y autor de Un jud¨ªo marginal, formidable obra en cuatro tomos, opinan por el contrario que el relato de Marcos fue escrito en Palestina o sus alrededores, en un ambiente rural e inmediatamente despu¨¦s de la revuelta jud¨ªa contra Roma (66-70) que supuso la destrucci¨®n de Jerusal¨¦n y su templo. El hombre que llamamos Marcos muestra claramente la intenci¨®n de consolar a su audiencia tras un desastre, y promete que los buenos tiempos est¨¢n a la vuelta de la esquina.
Recomiendo la lectura del relato de Marcos porque, aunque estil¨ªsticamente tosca, es din¨¢mica, abunda en intriga y misterios, contiene presencias diab¨®licas y exorcismos, y concluye de forma desconcertante. En realidad, no sabemos c¨®mo termina. En la versi¨®n que consideramos original (en la can¨®nica del catolicismo hay unos p¨¢rrafos a?adidos), "Mar¨ªa Magdalena, Mar¨ªa la madre de Santiago y Salom¨¦", sin que la madre del difunto sea espec¨ªficamente citada, acuden a la tumba de Jes¨²s y la encuentran vac¨ªa. Un joven desconocido les dice que el muerto ha resucitado. Las tres mujeres se espantan y se largan, sin decir nada a nadie. As¨ª acaba, con un secreto compartido por tres mujeres. Pocos best sellers de la actualidad cuentan con material tan atractivo.
El llamado Marcos cre¨® una historia (desconocemos los hechos reales, s¨®lo sabemos lo que ¨¦l nos cuenta) sobre la que se construy¨® gran parte de la cultura occidental. Si se toman la molestia de leerla, comprobar¨¢n que es ajena a elementos esenciales de la teolog¨ªa cristiana: el protagonista, Jes¨²s, redime con su vida, no con su muerte; muere quej¨¢ndose, sin gestos heroicos ni perdones; en alguna ocasi¨®n recomienda a sus seguidores que recen para evitar suplicios y martirios. Entre los evangelios, es el ¨²nico que habla de alguien que parece un hombre real y de su tiempo.
El mismo John P. Meier, especializado en Mateo, reconoce que en Marcos vibra un extra?o "aliento de verdad". Y eso es lo m¨¢ximo a lo que puede aspirar alguien que escribe. -
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