Facebook o el corro de la patata
Una noche, tras dos copas, en un restaurante neoyorquino bastante hortera llamado Russian Tea Room, por el que sentimos simpat¨ªa por ser escenario de novelas de Bashevis Singer y de pel¨ªculas como Tootsie, a punto de pedir la nefasta tercera copa, en ese momento en que m¨¢s que aflorar la verdad afloran las groser¨ªas, un amigo que en realidad no lo era tanto me dijo: "T¨² es que te vas con cualquiera". Aunque no creo en el c¨¦lebre dicho que reza que los borrachos y los ni?os dicen la verdad, en este caso, mi amigo (que no lo era tanto) acert¨®, porque si hay una caracter¨ªstica enrocada como un mejill¨®n en mi car¨¢cter desde que era ni?a, es ¨¦sa, que me voy con cualquiera. Con cualquiera que me interese. Mi medio amigo se refer¨ªa a que me iba con personas sin importancia (para ¨¦l). Tambi¨¦n acertaba. A m¨ª, lo que m¨¢s me atrae de este mundo, es que las personas sin importancia me abran de pronto su coraz¨®n. Si en alguna ocasi¨®n he pensado en llevar un diario, no ha sido para escribir de esa gente c¨¦lebre a la que tengo alcance; la gente c¨¦lebre es, con frecuencia, demasiado autoconsciente de serlo, estudian lo que dicen y racanean su sinceridad, en suma, son un co?azo. Nada como una persona sin importancia. Ese inter¨¦s m¨ªo no tiene que ver con la conciencia social de la que tanto presumen las figuras p¨²blicas. No. A m¨ª s¨®lo me mueve el coleccionismo. Soy coleccionista de vidas sin importancia. Mi amigo dej¨® de serlo, no de golpe, como ocurre con los amigos que no terminan de serlo, fue devorado por la distancia y el tiempo. Visto con perspectiva, me doy cuenta de que no me ofendi¨® el hecho de que me dijera algo que, por otra parte, era verdad, sino su intenci¨®n de herirme. Los amigos, incluso los que no lo son tanto, siempre corremos el peligro de herirnos tontamente, pero qu¨¦ desagradable es descubrir que hab¨ªa un fondo de resentimiento, que estuvo siempre ah¨ª hasta en los momentos que nos parec¨ªan buenos. Me voy con cualquiera. Dicen que hay dos tipos de personas: los gatos y los perros. S¨¦ que tienen mucho m¨¢s misterio los gatos, pero yo soy perro, perrilla; no me importa ir detr¨¢s de alguien que me interesa, incluso, a veces, de quien no me conviene. Siempre hab¨ªa ni?os que se quedaban mirando a la banda de m¨²sica desde la acera y otros que la segu¨ªan, perrillos, bailando. M¨¢s de una bronca me llev¨¦ por ser tan perrilla. Hay dos tipos de escritores, los perros y los gatos. Los perros tienen menos prestigio, los cr¨ªticos suelen llamarles realistas o, si les quieren hacer m¨¢s da?o todav¨ªa, costumbristas. A m¨ª no me importa la palabra, sino la mala baba con que se escupe. Pero en fin. A este car¨¢cter m¨ªo de canino el Internet le va como anillo al dedo, aunque lo haya criticado y lo critique. Como internauta que soy pienso que no est¨¢ de m¨¢s que los padres, a veces tan ajenos, se pongan al d¨ªa en las posibilidades que tiene este juguete, porque a veces es s¨®lo eso, un juguetito. A m¨ª me gusta jugar con esta cosa. El placer a menudo tiene sus peligros, claro, pero los perrillos, ay, no sabemos resistirnos. Ser¨¢ que entre mi lista de amigos hay demasiada gente jovenzuela, el caso es que, lo confieso, soy de Facebook. Facebook es como un gran corro de la patata. La definici¨®n no es m¨ªa, se la debo a un escritor con el que comparto bastantes cosas (¨¦l es gato, por cierto), y creo que es acertad¨ªsima. En principio, "el corro de la patata/comeremos ensalada" no tiene l¨ªmite en el n¨²mero de participantes, as¨ª que hay p¨¢ginas de Facebook, sobre todo aquellas de adolescentes, que tienen registrados m¨¢s de mil amigos, con lo cual es casi imposible el control de la informaci¨®n. Pero es que, adem¨¢s, las inocentes criaturas exhiben las fotos de novios, fiestas y lotes, sin pensar en que la vida no consiste s¨®lo en el presente. Esas redes sociales, sobre las que ahora tanto se teoriza, han permitido que cada individuo se convierta en un personaje del Hola, un Hola popular, que en tu c¨ªrculo interesa tanto como el Hola ortodoxo. El caso es que ese uso temerario e imprudente del Facebook ha provocado que comiencen a aconsejarse unas recomendaciones de uso, como en los medicamentos: no hay que dar demasiados datos personales, hay que reservar eso que se llama intimidad y tener conciencia de que te est¨¢s exhibiendo. Surgen otros problemas bastante chocantes: mam¨¢ (por ejemplo, yo) se hace de Facebook y quiere ser amiguita de sus hijos. Ella (yo) lo ve clar¨ªsimo, entonces ?por qu¨¦ sus hijos no quieren jugar con ella al corro de la patata? Pues porque mam¨¢ es un co?azo y ellos saben que acabar¨¢ metiendo las narices en la p¨¢gina del hijo. Para espiar. Las mam¨¢s son esp¨ªas de nacimiento y no lo pueden evitar. Adem¨¢s, el hijo puede reprimir sus bromas si sabe que mam¨¢ esp¨ªa su p¨¢gina, pero no puede controlar las bromas de sus amigos, as¨ª que lo m¨¢s aconsejable es marginar a mam¨¢, al jefe y a los amigos que no lo son tanto. De todas formas, a veces ocurren cosas extraordinarias; yo ahora, por ejemplo, tengo un amigo filipino, un tal Henry Lindo; me localiz¨® en el Facebook y me envi¨® este mensaje: "Su nombre me hace feliz, era el nombre de mi madre, muri¨® hace unos meses y la echo tanto de menos". Lo dicho, me voy con cualquiera. -
Entre mi lista de amigos hay demasiada gente jovenzuela; el caso es que, lo confieso, soy de Facebook
Me localiz¨® en la Red un tal Henry Lindo. Me escribi¨®: "Su nombre me hace feliz. Era el de mi madre"
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