?Es la religi¨®n enemiga de la civilizaci¨®n?
En el mundo actual, las Iglesias se han convertido en un factor de conflicto y un obst¨¢culo para la "salvaci¨®n", sea eso lo que sea. Sobreviven porque sus jerarqu¨ªas quieren conservar el poder y sus privilegios
Todos recordamos seguramente la famosa frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios. Y tambi¨¦n su cl¨¢usula: Dios seguir¨¢ proyectando su sombra en nuestro mundo durante mucho tiempo. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si aplic¨¢ramos la frase de Nietzsche tambi¨¦n, y sobre todo, a las religiones? En muchos sentidos, es verdad que, en gran parte del mundo contempor¨¢neo, la religi¨®n como tal est¨¢ muerta, pero todav¨ªa proyecta sus sombras en numerosos aspectos de nuestra vida privada y colectiva. Por cierto, dejemos claro que el Dios cuya muerte anunci¨® Nietzsche no es necesariamente el Dios en el que muchos de nosotros seguimos creyendo; yo me considero cristiano, pero estoy seguro de que el Dios que estaba muerto en Nietzsche no era el Dios de Jes¨²s. Incluso creo que, precisamente gracias a Jes¨²s, soy ateo. El Dios que muri¨®, como dice el propio Nietzsche en alg¨²n lugar de su obra cuando le llama "el Dios moral", es el primer principio de la metaf¨ªsica cl¨¢sica, la entidad suprema que se supone que es la causa del universo material y que requiere esa disciplina especial llamada teodicea, una serie de argumentos que tratan de justificar la existencia de ese Dios o esa Diosa frente a los males que vemos constantemente en el mundo.
Causa esc¨¢ndalo que el Papa y los obispos quieran inmiscuirse en las leyes civiles de Italia
Ha llegado la hora de que las personas religiosas se alcen contra las religiones
La tesis que quiero presentar aqu¨ª es que las religiones est¨¢n muertas, y merecen estar muertas, tal como Nietzsche habla de la muerte de Dios. No s¨®lo est¨¢n muertas las religiones morales, en el sentido m¨¢s obvio de la palabra: desde dentro de la sociedad cristiana y cat¨®lica de Europa, es f¨¢cil ver que son muy pocos los que observan los mandamientos de la moral cristiana oficial. Lo que est¨¢ muerto, en un sentido m¨¢s profundo, son las religiones "morales" como garant¨ªa del orden racional del mundo.
La institucionalizaci¨®n de las creencias, que dio origen a las Iglesias, incluy¨® (no s¨¦ si s¨®lo en la pr¨¢ctica o como factor necesario) una reivindicaci¨®n del poder hist¨®rico, en el sentido de que era casi natural y necesario que una religi¨®n moral se convirtiera en una instituci¨®n temporal poderosa. Es lo que parece haber ocurrido con el catolicismo, pero se pueden ver muchos otros fen¨®menos similares en la historia de otras religiones. Incluso el budismo engendr¨® un Estado, el T¨ªbet de los lamas, que ahora lucha por sobrevivir frente a China. En todas partes -por ejemplo, en el hinduismo-, el mismo hecho de que exista una diferencia entre cl¨¦rigos y legos hace que la religi¨®n se convierta en una instituci¨®n, cuyo objetivo principal es siempre su propia supervivencia. Mencionar¨¦ de nuevo el ejemplo de la Iglesia cat¨®lica: si no hubiera sobrevivido a lo largo de los tiempos, yo no habr¨ªa podido recibir el Evangelio, la buena nueva de la salvaci¨®n. Una vez m¨¢s: como en el caso de la muerte de Dios de Nietzsche, la muerte de las religiones institucionalizadas no significa que no tengan legitimidad. Sencillamente, llega un momento en el que ya no son necesarias. Y ese momento es nuestra ¨¦poca, porque, como puede verse en muchos aspectos de la vida actual, las religiones ya no contribuyen a una existencia humana pac¨ªfica ni representan ya un medio de salvaci¨®n. La religi¨®n resulta un poderoso factor de conflicto en momentos de intercambio intenso entre mundos culturales diferentes. Por lo menos, eso es lo que ocurre hoy: en Italia, por ejemplo, existe un problema con la construcci¨®n de mezquitas, porque la poblaci¨®n musulmana ha aumentado de forma espectacular. La hegemon¨ªa tradicional de la Iglesia cat¨®lica est¨¢ en peligro, pero los cat¨®licos no se sienten amenazados en absoluto por esa situaci¨®n; s¨®lo los obispos y el Papa.
La Iglesia afirma que defiende su poder (y los aspectos econ¨®micos de ¨¦l) para preservar su capacidad de predicar el Evangelio. S¨ª; pero, como en tantas instituciones, la raz¨®n suprema de su existencia se queda muchas veces olvidada a cambio de la mera continuidad del statu quo. Lo que quiero decir es que, en el mundo actual, sobre todo en el Occidente industrial, la religi¨®n como instituci¨®n se ha convertido en un factor de conflicto y un obst¨¢culo para la "salvaci¨®n", sea eso lo que sea. Quiero subrayar que hablo de la muerte de las religiones en el mismo sentido en el que acepto el anuncio de Nietzsche sobre la muerte de Dios. La religi¨®n que est¨¢ muerta es la religi¨®n-instituci¨®n, que contribuy¨® enormemente al desarrollo de la civilizaci¨®n pero, al final, se convirti¨® en un obst¨¢culo.
Hablar de la muerte de las religiones en un sentido relacionado con el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche no significa, desde luego, que la religi¨®n nunca haya tenido sentido para la humanidad. Ni siquiera se puede decir que la frase de Nietzsche significa que Dios no existe. ?sa ser¨ªa de nuevo una afirmaci¨®n metaf¨ªsica, que Nietzsche no quer¨ªa pronunciar, por su rechazo general a cualquier metaf¨ªsica "descriptiva". La lucha contra la supervivencia de las religiones de la que hablo tiene poco que ver con la negaci¨®n racionalista de todo significado a los sentimientos religiosos. Incluso se toma muy en serio ese resurgimiento de la necesidad de una relaci¨®n con la trascendencia que caracteriza numerosos aspectos de la cultura actual. Citar¨¦ de nuevo a Nietzsche, que dice que Dios est¨¢ muerto y ahora queremos que existan muchos Dioses.
Mientras las religiones sigan queriendo ser instituciones temporales poderosas, son un obst¨¢culo para la paz y para el desarrollo de una actitud genuinamente religiosa: pensemos en cu¨¢nta gente est¨¢ abandonando la Iglesia cat¨®lica por el esc¨¢ndalo que representan las pretensiones del Papa y los obispos de inmiscuirse en las leyes civiles en Italia. Los ¨¢mbitos de la ¨¦tica familiar y la bio¨¦tica son los m¨¢s pol¨¦micos. En Estados Unidos, el anuncio reciente del presidente Obama sobre su intenci¨®n de eliminar las restricciones a la libertad de las mujeres para abortar ha suscitado una amplia oposici¨®n por parte de los obispos cat¨®licos. La oposici¨®n contra cualquier forma de libertad de elecci¨®n en todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bio¨¦tica es continua e intensa, sobre todo, en pa¨ªses como Italia y Espa?a. Tengamos en cuenta que la Iglesia se opone a leyes que no obligan, sino que s¨®lo permiten la decisi¨®n personal en estos asuntos. Deber¨ªamos preguntarnos de qu¨¦ lado est¨¢ la civilizaci¨®n.
Hace poco, el Papa repiti¨® su idea constante de que la verdad no es negociable. ?Ese "fundamentalismo" es s¨®lo caracter¨ªstico del catolicismo, o de todo el cristianismo? Quienes hablan de civilizaciones tienen la responsabilidad de tener en cuenta esta condici¨®n concreta. No hay m¨¢s que ver los frecuentes di¨¢logos interreligiones que se celebran en cualquier parte del mundo, en los que los interlocutores suelen ser "dirigentes" de las distintas confesiones. No dialogan para cambiar nada; no es m¨¢s que una forma de volver a confirmar su autoridad en sus respectivos grupos. ?Acaso sale de estos frecuentes encuentros algo ¨²til para la paz y la mutua comprensi¨®n de los pueblos? Mientras no se elimine el aspecto autoritario y de poder de las religiones, ser¨¢ imposible avanzar hacia el mutuo entendimiento entre las diversas culturas del mundo.
Esta conclusi¨®n puede parecer una gran paradoja, dado que, en general, se ha considerado que la religi¨®n era un medio de educar a la humanidad hacia la caridad, la piedad y la comprensi¨®n. En muchos sentidos, la compasi¨®n parece ser la base fundamental de toda experiencia religiosa. Y es cierto, ya sea desde el punto de vista del cristianismo, el budismo, el hinduismo, el islam o el juda¨ªsmo. Hasta aqu¨ª, nada que objetar. Pero precisamente por eso es por lo que debemos reconocer que ha llegado la hora de que las personas religiosas se alcen contra las religiones. Y que afirmen tajantemente que la era de la religi¨®n-instituci¨®n se ha terminado y su supervivencia s¨®lo se debe a los esfuerzos de las jerarqu¨ªas religiosas para conservar su poder y sus privilegios. El hecho de que esta tesis parezca inspirarse, en gran parte, en la experiencia cristiana (y cat¨®lica) europea, no limita su validez para otras culturas. Seguramente, el veneno del universalismo se extendi¨® por el mundo gracias a los conquistadores europeos, que son responsables de la estricta asociaci¨®n entre conversi¨®n (al cristianismo; recu¨¦rdese el compelle intrare de San Agust¨ªn) e imperialismo. Ahora es el mundo latino el que debe romper esa asociaci¨®n y separar la salvaci¨®n de cualquier pretensi¨®n de creencia y disciplina universal como condici¨®n para alcanzarla. No es una tarea f¨¢cil.
Gianni Vattimo es fil¨®sofo y pol¨ªtico italiano. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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