Encuentros en el aire
En el auto cuando la interminable caravana avanza lentamente o al anochecer cansado de la publicidad televisiva, si optamos por conectar al albur la radio es probable que encontremos alguna emisora latina, o un programa dedicado a este p¨²blico de una emisora local (por ejemplo COM R¨¤dio hace un programa excelente para los latinoamericanos). Hasta hace poco m¨¢s de un a?o incluso pod¨ªan ustedes caer en una interesante emisora que se dirig¨ªa a los colectivos de origen asi¨¢tico, Pakcelona, creada por un catal¨¢n de origen paquistan¨ª (lleva m¨¢s de 30 a?os residiendo en Catalu?a) y que emite en catal¨¢n, castellano y urdu. Fue clausurada por el Gobierno de la Generalitat mediante una decisi¨®n tan discutible como inoportuna.
La clausura por parte del Gobierno de la emisora Pakcelona fue una decisi¨®n tan discutible como inoportuna
En Barcelona y regi¨®n metropolitana vive aproximadamente el 15% de poblaci¨®n inmigrante, la gran mayor¨ªa trabajadores y sus familias. Se les considera "extranjeros" o "inmigrantes no comunitarios", no de la Uni¨®n Europea. Como dir¨ªa Cantinflas es que "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa". La terminolog¨ªa induce al error y refuerza los prejuicios. El "extranjero" alguien ajeno a nosotros, que no se integra en nuestra cultura ni en nuestra vida, es un "extra?o". Los "extranjeros" son en todo caso las aves de paso o los residentes que recrean su mundo aparte como ocurre en algunas urbanizaciones de europeos de la tercera edad. Los que llamamos inmigrantes lo fueron: llegaron como tales pero la mayor¨ªa con un proyecto de vida de permanencia indefinida o muy larga entre nosotros. Por lo tanto, la cuesti¨®n es como facilitar la convivencia entre todos, c¨®mo nos podemos aceptar y mezclar. As¨ª ocurri¨® durante d¨¦cadas entre los catalanes aut¨®ctonos y los inmigrantes del resto de Espa?a. La convivencia implica el conocimiento, el reconocimiento y el respeto mutuos. S¨®lo sobre esta base son eficaces las normas y los valores compartibles.
En Catalu?a existen m¨¢s de un centenar de emisoras sin licencia legal, muchas de ellas del llamado tercer sector, ni p¨²blicas ni privadas, las consideradas "comunitarias", como las que se dirigen a colectivos latinos u otros. No son legales debido a que el Gobierno no ha desarrollado la ley que establece la existencia de un sector "no comercial", lo cual produce una situaci¨®n de alegalidad y convierte en arbitrarias las clausuras que de vez en cuando se producen, como fue en el caso de Pakcelona. En este caso la emisora afectada cumple (sigue emitiendo por Internet y se publica la revista con el mismo nombre) una muy eficaz funci¨®n integradora, explica nuestras instituciones y costumbres, realiza cursos de lengua catalana, proporciona informaci¨®n pr¨¢ctica a sus oyentes. Algo similar realizan emisoras latinas y, probablemente, pronto podremos encontrar en el dial emisoras dirigidas a la poblaci¨®n magreb¨ª, palestina o subsahariana.
Los procesos de integraci¨®n social y cultural se realizan mejor si los colectivos de origen inmigrante est¨¢n cohesionados y refuerzan su autoestima, si primero se protegen y se ayudan entre ellos. As¨ª se reduce la desigualdad entre unos y otros. Estas emisoras "comunitarias" no crean necesariamente guetos culturales, sino que facilitan el encuentro entre los reci¨¦n llegados y los aut¨®ctonos. Si son m¨¢s fuertes tendr¨¢n m¨¢s capacidad de integrarse y tambi¨¦n de hacer que aceptemos su diversidad y que nos enriquezcamos con ella. La buena pol¨ªtica p¨²blica ser¨ªa pues apoyar la existencia de emisoras y canales de televisi¨®n dirigidos a estos p¨²blicos y realizados por profesionales y entidades procedentes de los mismos. No es el caso ahora.
La omisi¨®n es culpable, pues agrava los m¨²ltiples rechazos que sufre la poblaci¨®n de origen inmigrante cuando debiera ser objeto de pol¨ªticas p¨²blicas positivas. La legislaci¨®n de "extranjer¨ªa" limita los derechos en vez de facilitar su ejercicio. En Barcelona las lamentables normas del civismo s¨®lo concretan medidas represivas como la persecuci¨®n de los top manta e incluso incita a que los inmigrantes se denuncien entre ellos prometiendo apoyo a los denunciantes para su regularizaci¨®n. Atribuir una condici¨®n diferenciada a una poblaci¨®n con residencia estable, que mayoritariamente trabaja, paga impuestos, crea familia y convive pac¨ªficamente con los aut¨®ctonos es, de hecho, contribuir a legitimar el racismo, el trato discriminatorio y facilitar la criminalizaci¨®n colectiva.
En el programa Tot un M¨®n de TV-3, su excelente conductora M¨®nica Zapico me pregunt¨®: ?Usted cree que la presencia de los inmigrantes en el espacio p¨²blico tiene algo que ver con la inseguridad en el mismo? S¨ª, contest¨¦ yo, insecuriza a esta poblaci¨®n, no al rev¨¦s. Los que tienen razones para sentirse inseguros no somos nosotros, son aquellos que por su aspecto, por el color de su piel, por su lengua o su vestimenta, son objeto de control policial, de rechazo social, de ser sospechosos de haber cometido cualquier falta o delito. Las administraciones p¨²blicas por temor a perder electores prejuiciosos y por falta de valores democr¨¢ticos s¨®lidos (como ocurre con el ministro del ramo que parece querer emular a Berlusconi o Le Pen) contribuyen con sus discriminaciones y omisiones a excitar los miedos sociales que convierten a los trabajadores activos en problemas sociales y a las v¨ªctimas en delincuentes.
Estas pol¨ªticas p¨²blicas sin voluntad integradora no son s¨®lo injustas, son tambi¨¦n peligrosas. Marginar a esta poblaci¨®n, hacerla sentir diferente y sin los mismos derechos que los aut¨®ctonos es contribuir a que los procesos de cohesi¨®n se realicen exclusivamente dentro del "grupo", que se reconstruya su identidad en contra de la sociedad de acogida, que se desarrollen ideas religiosas y pol¨ªticas fundamentalistas y que se cree un ambiente propicio al desarrollo de formas de rebeli¨®n violenta. La cobard¨ªa pol¨ªtica que hoy prevalece ante la integraci¨®n de la poblaci¨®n de origen inmigrante s¨®lo se vencer¨¢ si se impone un principio tan evidente como tan dif¨ªcil de hacer entender a los gobernantes: la poblaci¨®n que vive y trabaja en un territorio debe tener los mismos derechos y deberes. Ni m¨¢s ni menos.
Jordi Borja es profesor de la UOC.
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