Un nuevo c¨®digo ¨¦tico para el capitalismo
Ha llegado el momento de que la direcci¨®n de empresas adopte su propio "juramento hipocr¨¢tico empresarial". Se trata de definir los derechos y las responsabilidades del directivo frente a la sociedad
Ser¨ªa presuntuoso tratar de atribuir a las escuelas de negocio toda la culpa de la cat¨¢strofe econ¨®mica mundial que estamos viviendo. Pero ser¨ªa a¨²n peor no hacer una reflexi¨®n cr¨ªtica y reconocer c¨®mo han podido contribuir al desastre perpetuando una visi¨®n equivocada y da?ina de la empresa.
Seg¨²n un bar¨®metro anual de la firma de comunicaci¨®n Edelman, la confianza en la empresa y los directivos ha ca¨ªdo a niveles inauditos en todo el mundo. El 62% de los encuestados se f¨ªa menos de la empresa hoy que hace un a?o, y en Europa y Estados Unidos menos del 40% se f¨ªa de las empresas. En Espa?a, tan s¨®lo el 20% dice confiar en los directivos, y a¨²n menos lo hace en Estados Unidos, la meca del libre mercado.
En Espa?a s¨®lo el 20% dice confiar en los directivos, y a¨²n menos lo hace en EE UU
El n¨²mero de directivos irresponsables fue suficiente para tumbar el sistema financiero global
El propio presidente Obama no dud¨® en se?alar durante su toma de posesi¨®n "la irresponsabilidad y la avaricia de algunos" como una de las causas de la crisis. M¨¢s recientemente se ha referido con disgusto a la "avaricia y arrogancia en Wall Street" y ha llegado a calificar de "vergonzoso" el que instituciones financieras que se mantienen a flote gracias a las ayudas del contribuyente sigan repartiendo miles de millones de d¨®lares entre sus directivos.
Algunos de mis colegas se sienten ofendidos por lo que consideran una burda e injusta generalizaci¨®n. El que hayamos encontrado unas cuantas manzanas malas, dicen, no significa que toda la cesta est¨¦ podrida. Por cada ejemplo de directivo perverso, avaro o incompetente podemos encontrar muchos m¨¢s casos de directivos responsables, dedicados al servicio a sus clientes, la protecci¨®n de los intereses de sus accionistas, el pago de sus impuestos y el trato digno de sus empleados. Pero eso poco importa ahora. Lo que sabemos a ciencia cierta es que el n¨²mero de directivos irresponsables fue suficiente para tumbar el sistema financiero global y generar un da?o econ¨®mico que va a resultar muy dif¨ªcil de reparar. Tambi¨¦n sabemos que la mayor¨ªa de esos directivos salieron en su d¨ªa de las mejores escuelas de negocios del mundo.
Con frecuencia oigo en c¨ªrculos acad¨¦micos que nuestra responsabilidad no es ense?ar valores, sino ense?ar herramientas de gesti¨®n. Seg¨²n este argumento, los valores se adquieren en la infancia a trav¨¦s de la familia, los amigos o la iglesia, y la universidad no es ni el sitio ni el momento para tratar de alterarlos. Sin embargo, estudios llevados a cabo por el Instituto Aspen demuestran que el paso por una escuela de negocios tiene un impacto profundo en los valores y las actitudes de los graduados hacia la empresa. Lo que no est¨¢ claro es si los valores que estamos transmitiendo son los correctos.
Durante a?os, nuestras aulas han estado dominadas por una visi¨®n economicista y simplista de la empresa que ha contribuido a afianzar un sistema de valores inadecuados e incluso perversos. Bajo ep¨ªgrafes como la teor¨ªa de los costes de transacci¨®n, el an¨¢lisis de las cinco fuerzas o la teor¨ªa de la agencia se describe la empresa como un artilugio financiero cuyo fin ¨²ltimo es la generaci¨®n de beneficio econ¨®mico, y la estrategia empresarial como un juego de mesa donde uno se enfrenta no s¨®lo a la competencia, sino tambi¨¦n a clientes y proveedores. El directivo se describe como un agente econ¨®mico oportunista y ego¨ªsta que debe ser controlado mediante incentivos ingeniosos (la zanahoria atada a un palo) que alineen sus intereses personales con los del accionista. Todas estas herramientas y teor¨ªas se fundamentan en una m¨¢xima indiscutida e indiscutible: el inter¨¦s del accionista ha de primar por encima de todo, ya que, se supone, es quien asume la mayor parte del riesgo.
No nos debe extra?ar ahora que algunos consejos de administraci¨®n establecieran incentivos desproporcionados a sus directivos, ni que estos directivos, consiguientemente, hicieran lo que estuviera en su mano para embolsarse el premio, incluso si ello conllevara tomar decisiones que sab¨ªan que eran da?inas para sus clientes y creaban un riesgo p¨²blico de consecuencias incalculables. Los accionistas se beneficiaron como esperaban. Al menos hasta que se termin¨® la fiesta. Ahora millones de trabajadores han perdido sus empleos y los contribuyentes se han quedado a barrer los platos rotos soportando una deuda p¨²blica de miles de millones de euros que tardar¨¢n d¨¦cadas en pagar. No s¨¦ si alguien a¨²n se cree la indiscutible idea de que el accionista es quien asume la mayor parte del riesgo en la actividad empresarial.
Es esperanzador ver c¨®mo una nueva generaci¨®n de acad¨¦micos est¨¢ desarrollando nuevas teor¨ªas y modelos que incorporan visiones m¨¢s sofisticadas del comportamiento humano, la organizaci¨®n de empresas y el papel de la empresa en la sociedad. Teor¨ªas acerca del compromiso o la justicia organizacional, teor¨ªas basadas en la confianza, el conocimiento o el capital social comienzan a abrirse hueco gradualmente. Sin embargo, a¨²n no hemos conseguido aglutinar estos conceptos bajo un marco que reconozca las responsabilidades profesionales de servicio a la sociedad del directivo.
Otras disciplinas profesionales, como la medicina o el derecho, han asumido desde hace tiempo la necesidad de incluir en los programas de formaci¨®n no s¨®lo conocimientos y habilidades t¨¦cnicas espec¨ªficas, sino tambi¨¦n una serie de valores y patrones de conducta que subrayen el beneficio a la sociedad y limiten los da?os potenciales. Ha llegado el momento de que la direcci¨®n de empresas tambi¨¦n adopte su propio c¨®digo deontol¨®gico (un "juramento hipocr¨¢tico empresarial") que defina los derechos y responsabilidades del directivo de cara a la sociedad.
Para empezar, dicho c¨®digo debe articular las m¨²ltiples formas en las que la empresa crea riqueza para la sociedad (no s¨®lo retorno financiero para los inversores, sino tambi¨¦n empleo, valor a clientes y proveedores, nuevas tecnolog¨ªas, etc¨¦tera). Tambi¨¦n debe reflejar como responsabilidad central del directivo el balance de los intereses de diferentes grupos y la aplicaci¨®n de f¨®rmulas que creen valor de manera simult¨¢nea y no exclusiva.
Como cualquier otro c¨®digo profesional, el directivo debe comprometerse a no anteponer el inter¨¦s personal al inter¨¦s de la empresa y mucho menos al de la sociedad a la que sirve en ¨²ltima instancia. Esto implica que ha de conocer y respetar no s¨®lo las leyes que le competen, sino tambi¨¦n las normas y valores universales en torno a los derechos humanos, los derechos laborales y el respeto al medioambiente encapsulados en c¨®digos internacionales como el Pacto Global de Naciones Unidas.
De manera m¨¢s espec¨ªfica, el c¨®digo de conducta debe establecer la obligaci¨®n del directivo de crear un clima de integridad, transparencia y ¨¦tica en su organizaci¨®n y de actuar como ejemplo de esos valores. Esto debe incluir la generaci¨®n de informes contables y de resultados que reflejen fielmente la capacidad de la empresa de crear valor as¨ª como los riesgos asumidos por sus inversores, empleados, proveedores y clientes. Finalmente, el c¨®digo debe establecer un compromiso con el aprendizaje continuo y una obligaci¨®n de buscar opiniones de terceros en ¨¢reas en las que no se cuente con los conocimientos necesarios.
El que no tengamos a¨²n sistemas de certificaci¨®n de directivos (como existen en la medicina o el derecho) no debe ser excusa para retrasar o evitar la creaci¨®n de este nuevo c¨®digo de conducta y su introducci¨®n en las aulas. Hace cuatro a?os, la escuela de negocios que yo dirijo hizo precisamente eso, estableciendo un juramento de conducta profesional que ha pasado a formar parte de nuestros programas y de las ceremonias acad¨¦micas de graduaci¨®n. A pesar de los pron¨®sticos agoreros, el cambio en nuestra cultura acad¨¦mica que result¨® de esta iniciativa me hace ser optimista en cuanto al papel que un c¨®digo de esta naturaleza puede llegar a tener si lo conseguimos introducir en todo el mundo. El Foro Econ¨®mico Mundial tom¨® nota en Davos y ha creado un grupo de trabajo para estudiar esta posibilidad.
Si hay algo positivo en esta crisis es la oportunidad que nos ofrece de transformar lo que no funciona y sentar las bases de un sistema de mercado m¨¢s eficaz, m¨¢s eficiente y m¨¢s justo. Aprovechemos el momento.
?ngel Cabrera Izquierdo es rector de Thunderbird en Arizona y fue encargado por Naciones Unidas de coordinar la redacci¨®n de los Principios de Educaci¨®n Empresarial Responsable.
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