Pues, mire usted...
Por mucho que se enfrenten el soberanismo de Ibarretxe o el sorpasso de Patxi L¨®pez, que se atisbe la posibilidad de que por primera vez un lehendakari no sea nacionalista, hay que concluir que ni esto es Estados Unidos ni ellos son Obama. Un domingo electoral en Euskadi es siempre un t¨ªpico domingo en cualquier capital vasca: lento desperezamiento, aluvi¨®n de mediod¨ªa, comida frugal (si la crisis no lo impide o recomienda), amodorramiento general de calles vac¨ªas (donde se atisban s¨®lo turistas e inmigrantes callejeando) y una cierta orfandad cuando no hay f¨²tbol. Entre lo uno y lo otro, hubo un hueco, preferentemente en la ma?ana para votar en esos colegios convertidos en palacios de invierno donde si no fuera por la habitual muchachada y sus habituales ruidos, que ayer le tocaron a Patxi L¨®pez como le pod¨ªan haber tocado a Don Diego L¨®pez de Haro, se observaba mayor tranquilidad que cualquier d¨ªa de clase.
?ste es un pa¨ªs empe?ado en complicarse la vida un poquito m¨¢s cada d¨ªa
A m¨ª me sorprendi¨®, sobre todo, la menor presencia de interventores electorales, lo que sin duda es inversamente proporcional a la mayor garant¨ªa en la limpieza democr¨¢tica (salvo para Arzalluz, que sigue mirando al dedo del cient¨ªfico cuando se?ala el descubrimiento) y directamente proporcional al cansancio de la militancia pol¨ªtica. Que cada cual coja lo que quiera.
Se dice que lo mejor de la democracia es la rutina; el sobresalto es el territorio de las involuciones o de las revoluciones. Y la rutina parece haberse adue?ado felizmente de la democracia en Euskadi. Ni la vida cotidiana altera la jornada electoral ni viceversa. La muchachada es un leve hilo musical en los colegios electorales.
El ritual se manifiesta en toda su extensi¨®n. El m¨¢s divertido es el de la especulaci¨®n, seguido, a una cierta distancia, del que afecta al an¨¢lisis. Ambos son esp¨ªritus libres, indomables, que aguantan por igual a tirios y troyanos. El juego es precioso. Se abalanza la participaci¨®n por la ma?ana y tiemblan los votantes socialistas porque deducen que el PNV ha tocado el silbato y el miedo se ha apoderado de quienes piensan que Patxi L¨®pez puede dar el obamazo. Se para despu¨¦s la fila de votantes y piensan, entonces, los socialistas, que los nacionalistas son madrugadores, pero no son m¨¢s de los que son. El juego es apasionante y uno se imagina las discusiones familiares entre los voluntariosos y los perezosos que de pronto se sienten responsables de lo que curra finalmente.
La especulaci¨®n la adornan los sondeos, otro juego que consiste en promover horquillas majestuosas donde el error es casi imposible porque el m¨¢s-menos es un paraguas que permite brindar por una cosa y la contraria sin que se note demasiado. No importa. Los primeros sondeos son algo as¨ª como la animaci¨®n de un carrusel deportivo, el tractor Massey Fergusson de Pepe Domingo Casta?ola, la primera raz¨®n para conversar de algo que no ha ocurrido y que probablemente no ocurrir¨¢. Pero da igual, es divertido
Y luego, toca el an¨¢lisis, algo imposible en un pa¨ªs extremadamente complejo y empe?ado en complicarse la vida, si es posible, un poquito m¨¢s cada d¨ªa. Un pa¨ªs partido en dos que siempre encuentran un motivo para no reconciliar la situaci¨®n. Ese baile de esca?os, esa especie de vals, ahora nacionalista, ahora no nacionalista me recordaba los versos que Sabina le dedic¨® a La Habana en su postal: "En lugar de las respuestas que buscaba, un cicl¨®n de preguntas me esperaba". Hoy s¨®lo tengo dos cosas claras: que mi vecino interventor tambi¨¦n se ha jubilado de la tarea y que m¨¢s de 10 o 12 pol¨ªticos vascos habr¨¢n dicho. "Mire usted...! que es lo que se dice cuando no se puede decir nada. ?Y esto quien lo gobierna? Pues, mire usted...
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