No perder la perspectiva
Es cierto, como la experiencia demuestra y la rigurosa literatura econ¨®mica pone de manifiesto, que un desarrollo pol¨ªtico sano y democr¨¢tico es el factor primario del desarrollo econ¨®mico. Nunca se exagerar¨¢ la influencia que un proyecto pol¨ªtico estable, eficiente y predecible tiene para la seguridad de los ciudadanos y, por tanto, para el desarrollo econ¨®mico.
Pero una alternativa de gobierno es un factor pol¨ªtico ind¨ªgena, y no algo que pueda prescribirse desde el exterior. En Galicia esa alternativa al nuevo gobierno del Partido Popular s¨®lo puede articularse, como ocurri¨® en el pasado, a trav¨¦s de la colaboraci¨®n de dos partidos (PSdeG y BNG) con perfiles pol¨ªticos muy diferenciados.
PSOE y BNG no pueden dejar que la sociedad piense que ya no tienen alternativa a la derecha
Por eso lo peor que le puede pasar a la izquierda gallega tras su incontrovertible derrota en las pasadas elecciones es que se instale en la sociedad gallega una percepci¨®n seg¨²n la cual la coalici¨®n entre socialistas y nacionalistas es incapaz, ahora y en el futuro, de alumbrar una alternativa coherente al gobierno de la derecha y, por tanto, es preciso desterrarla definitivamente de la vida pol¨ªtica gallega. Si tal conclusi¨®n arraiga en el seno de la sociedad, el nuevo Gobierno presidido por N¨²?ez Feij¨®o no s¨®lo tendr¨¢ ante s¨ª una oposici¨®n debilitada y dispersa, sino que podr¨¢ gobernar sin que exista una alternativa cre¨ªble a corto y medio plazo. A largo plazo, como recordaba Keynes, todos estaremos calvos.
Como ha quedado fehacientemente demostrado en la pasada legislatura, dotar de coherencia a un Gobierno formado por dos fuerzas pol¨ªticas que como el PSdeG y el Bloque tienen tradiciones muy distintas y universos pol¨ªtico-culturales diversos ha sido siempre una tarea compleja. Sobre todo si existen, como es el caso, vasos comunicantes entre amplios sectores de sus respectivos electorados.
En tales circunstancias cada partido tiende a defender sus particulares intereses. Especialmente el socio menor de la coalici¨®n que, como la experiencia pone de manifiesto, es el que corre m¨¢s riesgos en este tipo de concertaciones pol¨ªticas. Por eso los dirigentes nacionalistas no s¨®lo quisieron dejar su impronta en el programa de gobierno, sino asegurar un reparto de poder que les permitiese ejercer un notable protagonismo pol¨ªtico durante toda la legislatura.
Ahora bien, una cosa es velar por los leg¨ªtimos intereses de cada partido y otra muy distinta convertir la Xunta en el escenario de una encarnizada batalla por el liderato, sustituyendo la imprescindible coherencia por una simple cohabitaci¨®n que en muchos casos bloque¨® la acci¨®n del Gobierno, limit¨® el cambio pol¨ªtico prometido y defraud¨® las enormes expectativas creadas en 2005.
Pero independientemente del fracaso de la coalici¨®n, sancionada inequ¨ªvocamente por los ciudadanos, la izquierda no tiene la m¨¢s m¨ªnima capacidad de maniobra. El Parlamento de Galicia no es el Congreso de los Diputados, donde el PSOE dispone de varias posibilidades para concretar su mayor¨ªa parlamentaria relativa. Tampoco es el Parlament, en el que tanto el PSC como ERC pueden configurar con CiU gobiernos diferentes al tripartito actual. En Galicia nada de eso es posible. Por consiguiente, durante los pr¨®ximos a?os, el retorno a un gobierno progresista alternativo al que va a presidir N¨²?ez Feij¨®o, s¨®lo ser¨¢ posible, por muy irrisorio que hoy pueda parecer, a trav¨¦s de una renovada colaboraci¨®n entre socialistas y nacionalistas, con independencia de la correlaci¨®n de fuerzas que en cada momento exista entre ambas fuerzas pol¨ªticas.
Pero, claro est¨¢, la fallida experiencia de la pasada legislatura no podr¨¢ olvidarse f¨¢cilmente y, por tanto, tal colaboraci¨®n s¨®lo ser¨¢ posible si cambian las pol¨ªticas, las actitudes y los dirigentes. Un amplio sector de la sociedad gallega, sumida hoy en la decepci¨®n, espera una respuesta contundente de las dos fuerzas de la izquierda gallega, que les permita percibir la luz al final del t¨²nel que ahora empiezan a recorrer. Socialistas y nacionalistas deben comprender que, por muy dolorosa que sea la derrota, no se puede perder la perspectiva.
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