El campo argentino sella una fr¨¢gil paz con el Gobierno
La presidenta Cristina Fern¨¢ndez se implic¨® personalmente en el acuerdo
La crisis y las elecciones legislativas de octubre, que se anuncian muy re?idas, han evitado, al menos por el momento, un nuevo choque entre el Gobierno argentino y el campo. Las poderosas asociaciones agropecuarias anunciaron en la noche del martes un acuerdo, conseguido tras siete meses de di¨¢logo de sordos, en el que ha jugado un papel directo la presidenta, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, que se present¨® inesperadamente en la mesa de negociaci¨®n para dar un empuj¨®n personal y reclamar protagonismo. El Gobierno no acepta reducir los impuestos a las exportaciones de grano, como solicitan los agricultores, pero pondr¨¢ en marcha mejoras sustanciales para la producci¨®n de carne, leche y trigo, que recibir¨¢n ayudas directas.
El acuerdo fue acogido con desconfianza por algunas agrupaciones y dirigentes agr¨ªcolas, como el famoso Alfredo De Angeli, que lo considera insuficiente, y no cierra completamente el conflicto, pero, al menos, supone un importante acercamiento y aligera un poco el cargado ambiente pol¨ªtico que rodea a los Kirchner desde hace unos meses.
Las actividades agropecuarias (el campo, como se le denomina gen¨¦ricamente) y las industrias asociadas (harina, carne, leche), generan en Argentina el 10% del producto interior bruto (PIB). ?Por qu¨¦ entonces, los pol¨ªticos se echan a temblar cuando el campo se enfada? Porque ese 10% del PIB supone, en dinero, casi el 50% de las exportaciones del pa¨ªs y, por lo tanto, son la principal fuente de divisas del Gobierno, con las que se paga la deuda y se importan bienes imprescindibles. Y porque, adem¨¢s, emplea a nada menos que a un tercio de la poblaci¨®n activa, m¨¢s de cuatro millones de trabajadores.
Para darse una idea de la importancia del campo en Argentina, basta con saber que cuando se juega un derby cl¨¢sico entre equipos de f¨²tbol, el producto que se anuncia en televisi¨®n inmediatamente despu¨¦s de un gol no es un coche o una bebida, sino un fertilizante o un tipo de semilla. No es extra?o que la presidenta -y su marido, el ex presidente N¨¦stor Kirchner- no se hayan arriesgado esta vez a una nueva guerra, como la que mantuvieron en julio del a?o pasado y finalmente perdieron en el Congreso.
Las circunstancias eran en esta ocasi¨®n muy diferentes: por parte del Gobierno, la guerra anterior le hizo perder a la presidenta casi un 50% de popularidad, un derrumbe que no puede permitirse a pocos meses de unas elecciones legislativas, previstas en octubre. Por parte de los agricultores, la nueva batalla llegaba al mismo tiempo que los efectos de la crisis internacional, que comienza a golpear fuerte a otros sectores de la econom¨ªa argentina, m¨¢s necesitados de solidaridad que dispuestos a ofrecerla.
En general, las cuatro grandes asociaciones agropecuarias que han participado en el acuerdo han optado por un tono m¨¢s suave: se declararon satisfechas, pero s¨®lo como "un primer paso".
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