?Qui¨¦n est¨¢ ah¨ª?
1 - Cuando alguien del p¨²blico te pregunta por la inspiraci¨®n, se hace un silencio en la sala, y t¨² sabes que lo mejor que puedes decir es que no est¨¢s inspirado. Tambi¨¦n -ser¨ªa un gesto honesto- puedes remitir a los oyentes a un libro extraordinario de Juan Benet, La inspiraci¨®n y el estilo. Lo le¨ªste en los a?os en los que la palabra inspiraci¨®n no te inspiraba mucho, m¨¢s bien te parec¨ªa solamente un misterio o un t¨®pico burgu¨¦s. Al misterio hab¨ªa colaborado Picasso diciendo aquello de que era mejor que la inspiraci¨®n te encontrara trabajando. En el diccionario de t¨®picos de Flaubert pod¨ªa leerse algo m¨¢s comprensible: "Inspiraci¨®n: Causas que la provocan: la contemplaci¨®n del mar, el amor, la mujer, etc¨¦tera". Hab¨ªa que suponer que la inspiraci¨®n ven¨ªa de las musas, pero faltaba saber d¨®nde estaban.
Podr¨ªas remitir a los oyentes al libro de Juan Benet, que en su momento te dio pistas para aproximarte a la cuesti¨®n: "La mercanc¨ªa que suministra la inspiraci¨®n acostumbra a ser breve, circunstancial, y en muchos casos incompleta. Su extensi¨®n se limita a unas pocas palabras y, a lo sumo, a ciertas insinuaciones que en cuanto materia prima que el escritor debe elaborar, analizar y formalizar, se presentan m¨¢s como problemas que como soluciones".
Entre la primera lectura del libro de Benet y la segunda, hace s¨®lo unos meses, pasaron m¨¢s de treinta a?os: el tiempo suficiente para ver c¨®mo, tal como cab¨ªa esperar, se volv¨ªa m¨¢s complejo tu concepto de inspiraci¨®n. Aun as¨ª, lo ¨²nico pertinente que podr¨ªas ahora decir ser¨ªa que la inspiraci¨®n llega en tres o cuatro ocasiones m¨¢ximo, a lo largo de la creaci¨®n de una novela. Y cada vez que llega, lo hace s¨®lo durante unas d¨¦cimas de segundo y se limita a leves insinuaciones que luego uno debe elaborar y formalizar. Es pues, en efecto, breve, circunstancial, y en muchos casos incompleta. En las escasas ocasiones en las que hace su aparici¨®n, tratas despu¨¦s de reconstruir el proceso mental que ha permitido que te llegara ese soplo que parece venir de fuera, y siempre te resulta imposible recomponerlo.
Pero ?viene de fuera? La inspiraci¨®n, en todos los sentidos, es rara. Es extra?a y nada usual. En su ensayo, Juan Benet estrecha y a¨ªsla los conceptos que se hallan ocultos tras la demasiado usada palabra inspiraci¨®n. Hasta el Romanticismo, y aun con ¨¦ste, no se puso nunca en duda la existencia de una fuente de conocimientos y bellezas que acud¨ªa en socorro del poeta. S¨®lo despu¨¦s de 1850 la existencia de las fuentes empez¨® a ser cuestionada. Y es l¨®gico. ?Acaso existi¨® alguna vez una prueba de que haya una diferencia radical entre esas comunicaciones y las aportaciones de un trabajo met¨®dico?
2
- Quien ha preguntado por la inspiraci¨®n a¨²n espera la respuesta. Con tanta expectaci¨®n es dif¨ªcil que le llegue un soplo iluminado al conferenciante cansado, que ahora est¨¢ pensando: el hecho es que siempre ha existido la inspiraci¨®n, nadie que la haya conocido una sola vez en su vida puede negarla. ?Viene de fuera o por el contrario es consecuencia directa, como dir¨ªa Picasso, de que lleves rato dando vueltas a un problema de la trama de tu novela y la inspiraci¨®n te llegue desde dentro de ti mismo a trav¨¦s de una idea que en realidad ya viajaba contigo hace tiempo y simplemente hab¨ªas olvidado? ?No ser¨¢ la inspiraci¨®n una idea fugaz que hab¨ªa quedado sepultada entre tus apuntes mentales previos de la novela y que de pronto reaparece gracias a la construcci¨®n geom¨¦trica que has ido poniendo en pie a la hora de escribir tu nuevo libro? Hay muchas inspiraciones, pero fue Poe el primero en derribar mitos de soplos divinos cuando dijo que la concepci¨®n y elaboraci¨®n de un poema se desarrolla siempre mediante un proceso "exclusivamente l¨®gico, con el rigor de un an¨¢lisis matem¨¢tico".
Entretanto, quien ha preguntado por la inspiraci¨®n sigue esperando que digas algo, y finalmente decides hablar de que en tu trabajo actual todas y cada una de las im¨¢genes y palabras de tu nuevo libro obedecen a un principio de determinaci¨®n dictado por las leyes de la representaci¨®n narrativa: las pocas veces que has llegado a una encrucijada dif¨ªcil de resolver, ha venido, tarde o temprano y desde el fondo mismo de tu trabajo, la inspiraci¨®n para permitirte seguir adelante. Pero es cierto que el momento es m¨¢gico y desde tiempo inmemorial parece siempre que el soplo llegue de fuera.
-?Alguna pregunta m¨¢s?
La sesi¨®n ha terminado, el p¨²blico comienza a desfilar. ?Qu¨¦ has callado? Que un d¨ªa, mientras mirabas por la ventana de tu casa, pensaste en formas muy nuevas, totalmente inmanentes, es decir, sin dimensi¨®n m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n. Llegaste a ver esas formas y tuviste ante ti una gran obra exenta al menos, por primera vez en la historia, de la cuesti¨®n de la posible existencia o inexistencia de Dios. Tuviste acceso s¨²bito a una novela que, situ¨¢ndose m¨¢s all¨¢ de esa dial¨¦ctica, superaba a todo lo visto y le¨ªdo hasta ahora. Y te aterraste. Descubriste que no ten¨ªas la ambici¨®n de hacer una obra de esas dimensiones, de hacer una obra tan perfecta que te llevara a la muerte, ya que despu¨¦s de ella no ibas a poder aspirar a nada m¨¢s.
A veces, tratas de recordar qu¨¦ clase de inspirada idea fue ¨¦sa, pero te es imposible ni tan siquiera reconstruirla; se esfum¨®, tal vez a causa del p¨¢nico que te dio. Entonces, si no es para hacer la obra cumbre que anular¨¢ a las dem¨¢s y a la que parece que llegaste a tener breve momento de acceso, ?por qu¨¦ escribes y qu¨¦ haces en la vida?
El p¨²blico ha vaciado la sala y es ya el momento de dejar incluso de pensar en tus p¨¢nicos. Te mueves como si de pronto te reclamaran para ir a cenar y, adem¨¢s, te llamaran al tel¨¦fono, no se sabe qu¨¦ musa. Mejor as¨ª. Ya no pensar¨¢s m¨¢s por hoy en todo esto. La vida est¨¢ bien, es admirablemente sencilla.
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