Orgasmo. ?Qu¨¦, c¨®mo, por qu¨¦?

De estos tres estudios, dos son seudociencia. Una encuesta afirma que el 86% de los hombres reconocen que disfrutan m¨¢s del sexo cuando sus compa?eras son intelectualmente inferiores. Otra, que las mujeres que se acuestan con hombres m¨¢s inteligentes alcanzan mejor el orgasmo. Por ¨²ltimo, una investigaci¨®n sugiere que es m¨¢s dif¨ªcil que una pareja alcance el orgasmo si tiene los pies fr¨ªos, as¨ª que antes de hacer el amor deber¨ªan ponerse calcetines.

?Con cu¨¢l se queda usted? La relaci¨®n entre inteligencia y orgasmo no es m¨¢s que un bulo entre centenares que circulan por Internet. La historia de los pies fr¨ªos y los calcetines no es m¨¢s que una an¨¦cdota del que hasta ahora es el mejor experimento para investigar cerebralmente el orgasmo en tiempo real. Fue realizado por el investigador Gerst Holstege, de la Universidad de Groningen, en Holanda. Se trataba de examinar con un esc¨¢ner de emisi¨®n de positrones (TEP) los cerebros de 13 mujeres y 11 hombres cuando experimentaban un orgasmo. "No hicieron el amor de la forma habitual, ya que esto resultaba t¨¦cnicamente imposible. En el esc¨¢ner s¨®lo hay espacio para una persona", responde Holstege en un correo electr¨®nico a El Pa¨ªs Semanal. Cada voluntario o voluntaria se colocaba bajo el esc¨¢ner mientras su pareja le masturbaba. ?Qu¨¦ tiene que ver esto con los pies fr¨ªos? "En realidad, nada, excepto que, despu¨¦s de dos horas de mentiras bajo el esc¨¢ner, casi todos los voluntarios se hab¨ªan descalzado, por lo que, transcurrido un cierto tiempo, se les enfriaban los pies", aclara Holstege. "Decidimos aprovisionarnos siempre de calcetines, ya que tener los pies helados en cualquier situaci¨®n no es algo agradable. No hay relaci¨®n entre los calcetines y el sexo, que yo sepa, aparte del hecho de que todo el mundo quiere practicarlo en las circunstancias m¨¢s agradables, y eso incluye no tener los pies helados".

S¨®lo el 25% de las muje-res alcanza el orgasmo durante el acto sexual

El esc¨¢ner 'voyeur' arroj¨® resultados fascinantes. "Lo m¨¢s interesante que encontramos fue que durante el orgasmo todas las regiones del cerebro relacionadas con el miedo o la alerta se apagan, y esto es algo que nunca hab¨ªamos visto", explica este experto. El orgasmo produce una especie de trance; nos aleja del miedo y de la ansiedad, y en el momento del cl¨ªmax sobreviene una especie de apag¨®n moment¨¢neo del cerebro.

Hay sutiles aunque importantes diferencias entre los orgasmos de ellos y ellas. En las mujeres, el apag¨®n es mucho m¨¢s acusado que en los hombres, aunque en estos ¨²ltimos los centros del miedo tambi¨¦n se desactivan. Parte del experimento consist¨ªa en pedirles a ellas que fingiesen. "Obviamente, en los hombres no fue dif¨ªcil determinar si alcanzaban un orgasmo o no, pero en las mujeres no es un asunto f¨¢cil, ya que pod¨ªan fingirlo", dice Holstege. El esc¨¢ner caz¨® la mentira. ?Qu¨¦ ocurre en el cerebro de una mujer cuando miente as¨ª? "Se activ¨® la regi¨®n del c¨®rtex motor que controla voluntariamente el movimiento p¨¦lvico. En realidad, esta regi¨®n no se enciende cuando un orgasmo es real".

El orgasmo aguarda al final de un ciclo sexual que comienza con la mera excitaci¨®n, durante la cual la sangre acude al pene o al cl¨ªtoris, zonas muy inervadas. En el hombre, uno de los aspectos menos comprendidos es la eyaculaci¨®n. Al parecer, el cerebro no se ve envuelto a la hora de enviar la se?al espec¨ªfica al pene para que el semen salga disparado. Los expertos se inclinan por pensar que es un fen¨®meno que depende de un reflejo nervioso de la m¨¦dula espinal. Un tipo de neuronas llamadas espinotal¨¢micas, localizadas en la regi¨®n lumbar, tienen la llave: si se estimulan, provocan eyaculaciones en las ratas en casi el cien por cien de las veces. Sin embargo, es cierto que la voluntad consciente por parte del hombre es capaz de retrasar la eyaculaci¨®n, por lo que el cerebro debe cumplir alg¨²n papel antes de que se produzca el fen¨®meno. As¨ª que, desde el punto de vista cient¨ªfico, la b¨²squeda de un centro del orgasmo masculino en el cerebro contin¨²a eludiendo los esfuerzos de los cient¨ªficos.

En el hombre el orgas-mo es breve, dura unos segundos, tras los cuales necesita un periodo de descanso para volver a empezar el ciclo. Algunos estudios sugieren que algunos hombres son capaces de sentir orgasmos m¨²ltiples -sin que tenga lugar la eyaculaci¨®n-, llamados "orgasmos en seco". El sex¨®logo Alfred Kinsey, en su hist¨®rico estudio de 1948, ofreci¨® las primeras estad¨ªsticas fiables acerca del orgasmo experimentado por los hombres: las tres cuartas partes alcanzan el orgasmo muy r¨¢pidamente, dentro de los dos primeros minutos del acto sexual. Pero quiz¨¢ donde m¨¢s mitos se han vertido es sobre el pene humano y su tama?o. La longitud del pene humano en reposo puede ser muy variable entre individuos; sin embargo, en erecci¨®n, esta diversidad se reduce notablemente. Por otra parte, en los gorilas, el pene apenas sobrepasa los tres cent¨ªmetros, mientras que en el hombre mide unos doce cent¨ªmetros. ?Por qu¨¦ esa discordancia entre tama?o de cuerpo y longitud? ?Por qu¨¦ el peque?o ser humano tiene un pene tan desproporcionado? Una hip¨®tesis ser¨ªa que un pene m¨¢s grande es capaz de proporcionar m¨¢s placer a la mujer al permitir mayores posturas copulatorias, lo que no deja de tener su base. Sin embargo, y de acuerdo con Jared Diamond, profesor de Geograf¨ªa de la Universidad de California en Berkeley, en su obra Why sex is fun (Por qu¨¦ el sexo es divertido), los orangutanes son capaces de dejar en rid¨ªculo al hombre en cuanto a posturas sexuales con un miembro mucho m¨¢s peque?o: el acto puede durar hasta quince minutos, en comparaci¨®n con los cuatro minutos de media en los humanos.

El orgasmo en la mujer puede durar entre veinte segundos y dos minutos. Hay una diferencia sustancial con el masculino: ella no lo necesita para producir un ¨®vulo ni para tener hijos, mientras que en el hombre, el orgasmo es una estaci¨®n obligatoria para que se produzca la eyaculaci¨®n, y por tanto, indispensable para la transferencia de genes. "Desde la antig¨¹edad hasta el siglo XIX, la asunci¨®n general era que las mujeres experimentaban orgasmos al igual que los hombres, y que, de hecho, el orgasmo era necesario para la concepci¨®n", indica Thomas Liqueur, profesor de Historia de la Universidad de California en Berkeley y autor del libro Sexo en solitario (Fondo de Cultura Econ¨®mica). Eso no contradice un sorprendente conocimiento de la anatom¨ªa del cl¨ªtoris, la descripci¨®n que ya se ten¨ªa de ¨¦l desde los tiempos de Galeno, en el siglo II despu¨¦s de Cristo, y el posterior descubrimiento en la literatura m¨¦dica por el m¨¦dico italiano Realdo Col¨®n en 1559, que lo asoci¨® al orgasmo de la mujer.

De acuerdo con el zo¨®logo y escritor brit¨¢nico Desmond Morris, el hombre es el primate "m¨¢s sexy del mundo". Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, en el mundo se producen unos 100 millones de actos sexuales cada 24 horas. Visto lo visto, parecer¨ªa est¨²pido preguntar por qu¨¦ las mujeres tienen orgasmos. En realidad, tendr¨ªamos que reformular la cuesti¨®n: ?por qu¨¦, seg¨²n las estad¨ªsticas, solamente el 25% de las mujeres experimentan un orgasmo durante el acto sexual? S¨®lo hay respuestas parciales. El sex¨®logo Stuard Brody, de la Universidad West Scotland, descubri¨® que las chicas que se contoneaban al andar experimentaban m¨¢s orgasmos vaginales que las que no (Journal of Sexual Medicine). Y encuestas realizadas en mujeres gemelas sugieren que la variabilidad de los orgasmos podr¨ªa tener ra¨ªces gen¨¦ticas en un 45%. Los genes supuestamente responsables a¨²n no han salido a la luz.

El orgasmo femenino es un misterio policiaco de primer orden dentro de la biolog¨ªa. En su famosa obra El mono desnudo, Morris suger¨ªa en 1967 que el orgasmo inmovilizaba a la mujer y la manten¨ªa en posici¨®n horizontal tras el acto sexual, lo que permit¨ªa que no escapase el esperma y, por tanto, aumentaban las posibilidades de ser fecundada. Durante los a?os noventa, los cient¨ªficos Robert Baker y Mark Bellis, de la Universidad de Manchester, sugirieron que el orgasmo femenino tras la c¨®pula permit¨ªa a la mujer retener m¨¢s esperma. Ser¨ªa un laborioso ejercicio de contracciones musculares para inyectar el esperma en el ¨²tero. Este punto de vista choc¨® frontalmente cuando un gigante de la biolog¨ªa llamado Stephen Jay Gould escribi¨® un famoso art¨ªculo en la revista Natural History en el que expon¨ªa con claridad que estaba muy orgulloso de sus pezones, a pesar de que no ten¨ªan ninguna funci¨®n. "Estoy bastante unido a todas las partes de mi cuerpo", relat¨®. Gould afirmaba que el hecho de que los hombres tuvieran pezones como un eco de los pezones femeninos no era una raz¨®n para avergonzarse de ellos. De igual manera, el cl¨ªtoris de la mujer no era sino un reflejo del pene humano. Gould retomaba una teor¨ªa de la historiadora de la ciencia Elisabeth Lloyd que sugiere que el orgasmo femenino no tiene ning¨²n sentido evolutivo.

Lloyd, que ocupa en la actualidad la Silla Arnold y Maxine Tanis de Historia de la Filosof¨ªa de la Ciencia de la Universidad de Indiana, madur¨® estas ideas y en 2005 solt¨® una bomba, The case of the female orgasm (El caso del orgasmo femenino, no publicado en Espa?a), que cay¨® en medio del feminismo norteamericano: el orgasmo de la mujer es un subproducto de la evoluci¨®n. "La idea de un subproducto evolutivo es bastante antigua y se remonta a los tiempos de Darwin", responde Lloyd a El Pa¨ªs Semanal desde el tel¨¦fono de su casa. "Es un rasgo que es arrastrado por otro. Los pezones de los hombres son el ejemplo m¨¢s claro". Ellos los han adquirido porque comparten con ellas la misma arquitectura del cuerpo. En las mujeres, los pezones son el resultado de una adaptaci¨®n evolutiva: sin ellos resultar¨ªa imposible la crianza de los bebes (antes de la invenci¨®n de los biberones y la leche en polvo).

En este sentido, el embri¨®n y?su desarrollo suponen un fascinante viaje al pasado. "El orgasmo es algo que aparece muy pronto en la construcci¨®n de un ser humano", nos dice Lloyd. Incluso en estas etapas tempranas el sexo masculino obtiene esta capacidad org¨¢smica, absolutamente necesaria para la reproducci¨®n. Pero las mujeres tambi¨¦n consiguen este equipamiento desde que est¨¢n en el vientre, y sin coste. "Obtienen los nervios implicados, los tejidos y los m¨²sculos implicados en el orgasmo, de una manera gratuita, debido a que el ni?o los necesita". Este razonamiento explicar¨ªa, entre otras cosas, por qu¨¦ s¨®lo ese 25% de mujeres que alcanzan el orgasmo durante el acto; o que una tercera parte de las mujeres no lo experimenten durante el coito; o que "entre un 5% y un 10% de las mujeres, que es una proporci¨®n muy grande, jam¨¢s lo vayan a experimentar".

La hip¨®tesis de Lloyd se inspira en otra avanzada en 1979 por el antrop¨®logo Donald Symons, que escribi¨® un libro, La evoluci¨®n de la sexualidad humana, en el que expon¨ªa que el orgasmo femenino no tiene ning¨²n sentido evolutivo. Las r¨¦plicas a esa teor¨ªa fueron demoledoras por parte de algunas antrop¨®logas como Sarah Blaffer Hrdy, de la Universidad de California en Davis, que lleg¨® a comentar de la obra de Symons que "desped¨ªa un tufo a caballero del siglo XIX dejando un distintivo d¨¦j¨¤ vu". Hrdy ha defendido la idea de que el orgasmo apareci¨® en los primates como una medida defensiva por parte de la hembra para impedir que el macho mate a sus hijos. En los monos langures la mortalidad por infanticidio de las cr¨ªas por parte de los machos que no son sus padres ronda el 30%. Pero eso no ocurre en otras especies, como macacos y chimpanc¨¦s, en los que las hembras son m¨¢s proclives a copular con varios machos gracias a la estimulaci¨®n de su cl¨ªtoris. El orgasmo en estas hembras no humanas podr¨ªa ser una manera de proteger a los hijos de los ataques de los machos, los cuales no tienen la certeza de saber qui¨¦nes son sus reto?os. "Aun as¨ª no parece que sea algo extendido", admite Lloyd.

Hasta la fecha, los estudios cient¨ªficos no han descubierto evidencias que relacionen la fertilidad de una mujer con su capacidad de sentir un orgasmo, asegura esta experta. "Y estar¨¦ encantada si alg¨²n d¨ªa se descubre". Se considera una feminista: el orgasmo en la mujer es algo muy divertido, y el cl¨ªtoris s¨ª que resulta una adaptaci¨®n evolutiva -no el reflejo nervioso de la espina dorsal descrito como orgasmo-, ya que la excitaci¨®n que produce motiva a la mujer a establecer relaciones sexuales. Aun as¨ª, Lloyd sufri¨® furibundos ataques en forma de mensajes a su p¨¢gina web.

?Por qu¨¦ tanto ruido? Para Lloyd, demostrar que el orgasmo femenino es un subproducto de la evoluci¨®n no significa, desde luego, que sea menos importante que el masculino, ni un ataque a la sexualidad femenina. "Quiz¨¢ deb¨ª prestar m¨¢s atenci¨®n a c¨®mo reaccionar¨ªan las mujeres y los hombres al llamarlo as¨ª. Quiz¨¢ el miedo de la mujer provenga del hecho de haber proporcionado una raz¨®n a los hombres para que no se tomen sus orgasmos en serio", argumenta Lloyd.

Claro que este miedo puede tener una base real. Si examinamos c¨®mo el orgasmo femenino ha sido tratado por las distintas religiones y creencias, encontramos enormes barreras que distan mucho de ser derribadas. En muchas culturas, desde la antig¨¹edad, todo lo que tiene que ver con la sexualidad femenina ha pasado por un filtro de oscurantismo que raya en la maldici¨®n. El cl¨ªtoris tambi¨¦n ha constituido un elemento prohibido. El a?o pasado m¨¢s de 80 millones de ni?as y mujeres africanas de entre 18 y 49 a?os sufrieron la ablaci¨®n del cl¨ªtoris, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS). La ablaci¨®n se practica mayoritariamente en ?frica -hay 28 Estados que la asumen como tradici¨®n-, aunque sucede en un 20% de mujeres en pa¨ªses como India, Indonesia, Malaisia, Pakist¨¢n y Sri Lanka. Se lleva a cabo en la mitad de las comunidades musulmanas y en lugares donde se practica el cristianismo, como los coptos de Egipto, Etiop¨ªa y Sud¨¢n. Se ha querido ver la ablaci¨®n como una pr¨¢ctica asociada a una creencia religiosa, y aunque se esgrime esta causa, lo cierto es que no se menciona ni en el Cor¨¢n ni en la Biblia.

Para Lloyd, la mutilaci¨®n genital femenina es algo incomprensible. En el origen, la existencia de "una creencia muy fuerte de la mujer acerca de que su cuerpo es una posesi¨®n del hombre" podr¨ªa haberla llevado a mutilarse como prueba de que "no tendr¨ªa sexo" fuera del matrimonio, ya que no obtendr¨ªa ninguna satisfacci¨®n en el acto sexual, y por tanto, el hombre "tendr¨ªa la seguridad de que sus hijos son sus hijos".

La ¨¦poca victoriana simboliza el punto ¨¢lgido de la represi¨®n sexual. Es un contrapunto chocante, pues el sexo estaba presente en todas las conversaciones. A la gente se le permit¨ªa hablar, pero no actuar, seg¨²n Robert Muchembled, profesor de Historia de la Universidad de Par¨ªs, en cuyo ¨²ltimo libro, Orgasm, a history of pleasure from the 16th century to the present (Willey and Sons), no publicado a¨²n en Espa?a, se analiza la historia del placer en el mundo occidental.

La represi¨®n del deseo sexual impuesta por las religiones ha operado en la sociedad occidental durante los cuatro o cinco ¨²ltimos siglos hasta la d¨¦cada m¨ªtica de los a?os sesenta. De acuerdo con Muchembled, esta represi¨®n puede haber funcionado como una fuerza din¨¢mica que ha hecho posible la sociedad moderna con sus econom¨ªas capitalistas. ?C¨®mo es posible? En lo que se refiere a la gesti¨®n del orgasmo y el sexo antes del siglo XVI, "la sociedad era en realidad muy abierta y libre, y ocurri¨® igualmente durante la Edad Media", coment¨® recientemente este historiador al programa de radio de la BBC Thinking allowed. "Quiero decir que por entonces hab¨ªa una gran cantidad de bastardos y sexo fuera del matrimonio, y que no hab¨ªa represi¨®n contra la sodom¨ªa ni contra la bestialidad (actos sexuales con animales)". A mediados del siglo XVI esta represi¨®n empieza a tomar forma mediante los nuevos cr¨ªmenes sexuales creados por el poder. "La brujer¨ªa estaba relacionada con la sexualidad, ya que las brujas se supone que hac¨ªan el acto sexual con los demonios". Se empez¨® a castigar duramente la sodom¨ªa en toda Europa. En 1660, por ejemplo, un joven escritor franc¨¦s que produc¨ªa relatos pornogr¨¢ficos fue obligado a pedir perd¨®n enfrente de la catedral de Notre-Dame antes de que se le cortara la mano derecha. Luego fue quemado vivo.

Estos cr¨ªmenes sexuales iban contra el poder de los reyes o de la Iglesia, pero al mismo tiempo crearon una tensi¨®n entre la libido y el deseo del individuo que chocaba frontalmente con los designios de estos poderes. A finales del siglo XIX, por ejemplo, los doctores aseguraban que si una persona se masturbaba, seguramente morir¨ªa "en unos cuantos meses", algo que hizo que William Gladstone, que llegar¨ªa a ser primer ministro brit¨¢nico en 1968, admitiera el onanismo en su ¨¦poca de estudiante y creyera que "iba a perder la vida", seg¨²n Muchembled. Toda esta energ¨ªa asociada al impulso sexual fue enfocada hacia la creatividad art¨ªstica, cultural y econ¨®mica en la que se enra¨ªza el capitalismo y la separaci¨®n de la influencia de la religi¨®n en las sociedades -la secularizaci¨®n-, seg¨²n la fascinante conclusi¨®n de este historiador: todo un esquema freudiano retroactivo.

Claro que es un punto de vista, y en lo que se refiere al sexo y al orgasmo siempre encontraremos saludables desacuerdos. "No creo que la represi¨®n sexual jugara alg¨²n papel en el desarrollo del capitalismo", concluye por su parte el historiador Thomas Liqueur. Quiz¨¢ fue al contrario: el acceso al sexo aument¨® a medida que los ingresos per c¨¢pita crec¨ªan. "El control del sexo es una funci¨®n que se ha ejercido en todas las sociedades, pero ese control se afloj¨® durante el siglo XIX en las sociedades industriales".