Mujeres
"?En qu¨¦ ¨¦poca hist¨®rica le hubiera gustado vivir?" Algunas revistas suelen plantear ese tipo de preguntas a sus entrevistados. Las respuestas var¨ªan seg¨²n la visi¨®n rom¨¢ntica de cada cual y, sobre todo, seg¨²n el papel en el que se imagina (m¨¢s probablemente como convidado a los salones dieciochescos de Madame de Pompadour que como sirviente en alguna oscura mansi¨®n rural de la ¨¦poca). Lo que no suele variar es el sexo: los hombres se imaginan como hombres, las mujeres como mujeres. Y entre ¨¦stas, a poco que tengan un m¨ªnimo de conciencia feminista y no sucumban a la tentaci¨®n de verse en la piel de la Pompadour o de alguna otra figura de ese tenor, no hay m¨¢s respuesta que la siguiente: en esta ¨¦poca, en la sociedad actual.
O quiz¨¢s en alguna futura, esperanzadamente mejor. O quiz¨¢s en una inmediatamente anterior, cuando la lucha por la igualdad (de derechos, de oportunidades, de dignidad) entre hombres y mujeres era una tarea tan necesaria y acuciante que pod¨ªa imbuir de sentido y fulgor la vida de muchas mujeres (y de algunos hombres extraordinarios), las feministas que nos precedieron y cumplieron con el m¨¢s dif¨ªcil de los retos, el de establecer unos cimientos de igualdad que nadie se atreve ya a discutir (al menos en Occidente).
Hay a quien este avance le parece un regalo envenenado. Al fin y al cabo, no existe una mayor libertad sin una mayor responsabilidad, ni una mayor igualdad sin una mayor competitividad. Adem¨¢s, el aumento de las expectativas conlleva el posible aumento de la frustraci¨®n. M¨¢s de una vez he o¨ªdo el siguiente comentario en boca de compa?eras que volv¨ªan de un viaje tur¨ªstico a alg¨²n pa¨ªs del segundo o tercer mundo, caracterizado -entre otras cosas- por la subordinaci¨®n de las mujeres: "Pues las que yo conoc¨ª parec¨ªan contentas, conformes con su vida".
Pensemos en una mujer de una poblaci¨®n rural de la India. Est¨¢ severamente desnutrida y no podr¨¢ adquirir m¨¢s que una educaci¨®n elemental. No piensa que su sociedad sea injusta, ni tiene idea de lo que es estar sano, ni conoce los beneficios ni el placer derivados de la educaci¨®n y de la libre realizaci¨®n profesional. Ha interiorizado tanto las concepciones de su cultura relativas a lo que corresponde a las mujeres que cree que vive una vida buena y floreciente, como la de toda mujer. Sin duda, as¨ª podemos imaginarnos tambi¨¦n a buena parte de nuestras antepasadas. Un mecanismo psicol¨®gico comprensible: es m¨¢s f¨¢cil ajustar las expectativas a nuestras oportunidades que tratar de modificar esas oportunidades.
Pero he ah¨ª que lo imprevisible ha ocurrido. Se han modificado esas oportunidades, el campo de acci¨®n se ha abierto -con sus ventajas e inconvenientes- tanto a las mujeres como a los hombres. ?C¨®mo envidiar a nuestras antepasadas, c¨®mo abrazar el relativismo cultural y pensar que esa mujer india y sus semejantes est¨¢n bien como est¨¢n? ?sta es la ¨¦poca.
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