Mumbai, la puerta de India
Bombay, escenario de la pel¨ªcula 'Slumdog Millionaire', es una ciudad abierta, plural y vitalista. Los atentados que sufri¨® en noviembre han descubierto al mundo que India tambi¨¦n sufre el terrorismo de Al Qaeda
Los horrores que se cometieron en Mumbai a finales de noviembre han causado un impacto duradero en todos los indios. Hoy, el pa¨ªs est¨¢ recuper¨¢ndose y anotando el coste en vidas humanas y da?os materiales y, sobre todo, en la psique herida de una naci¨®n devastada.
Yo crec¨ª en Bombay, como se llamaba entonces, por lo que sent¨ª tremenda empat¨ªa al observar esos espantosos acontecimientos. Existe una iron¨ªa brutal en el hecho de que los ataques de Mumbai comenzaran con los terroristas atracando su nave junto a la Puerta de India. El grandioso arco, construido en 1911, ha sido siempre un s¨ªmbolo de la apertura de la ciudad. En torno a ¨¦l se api?an masas de turistas extranjeros y paletos locales; los vendedores pregonan sus mercanc¨ªas; los barcos se mecen en las aguas con sus ofertas de cruceros hacia mar abierto. Las muchedumbres que circulan en sus proximidades reflejan la diversidad de India, con se?ores parsi que salen a dar su paseo vespertino, mujeres musulmanas vestidas con burka que se acercan a respirar el aire marino, camareros cat¨®licos de Goa que descansan de sus obligaciones en el se?orial hotel Taj Mahal, hind¨²es de todos los rincones del pa¨ªs que hablan en multitud de lenguas. En noviembre, mientras aparec¨ªa en televisi¨®n vac¨ªa y protegida por un c¨ªrculo de barricadas de la polic¨ªa, la Puerta de India -la puerta a India y al alma india- estaba siendo testigo mudo del ataque m¨¢s reciente contra la democracia pluralista del pa¨ªs.
Al atacar la ciudad golpearon la econom¨ªa, el turismo y el car¨¢cter internacional del pa¨ªs
Si se hubiera demonizado a los musulmanes indios, los terroristas habr¨ªan vencido
Los terroristas, que subieron sus bolsas cargadas de armas por las escaleras del muelle para iniciar su asalto contra el Taj, sab¨ªan exactamente lo que hac¨ªan. Fue un ataque contra el centro neur¨¢lgico financiero y capital comercial del pa¨ªs, una ciudad emblem¨¢tica de la en¨¦rgica entrada de India en el siglo XXI. Golpearon s¨ªmbolos de la prosperidad que estaba haciendo que el modelo indio resultara tan atractivo para el mundo globalizado: hoteles de lujo, un caf¨¦ frecuentado por extranjeros, el Centro Jud¨ªo de la ciudad.
Adem¨¢s, los terroristas pretend¨ªan polarizar a la sociedad india, y por eso afirmaron que actuaban para reparar los agravios, reales e imaginarios, sufridos por los musulmanes indios. Y al escoger a estadounidenses e israel¨ªes como centros de especial atenci¨®n demostraron que su fanatismo islamista ten¨ªa sus ra¨ªces, m¨¢s que en la fe, en la geopol¨ªtica del odio.
El ataque contra el centro jud¨ªo Chabad Lubavitch y la matanza de sus residentes fue especialmente triste, porque India est¨¢ orgullosa de ser el ¨²nico pa¨ªs del mundo con una di¨¢spora jud¨ªa -que se remonta a hace 2.500 a?os- en el que nunca ha habido un solo caso de antisemitismo (salvo cuando lo ejercieron los portugueses, en el siglo XVI). ?sta es la primera vez que un jud¨ªo no se ha sentido a salvo en India; una prueba m¨¢s de que los terroristas no eran indios y de que segu¨ªan planes extranjeros. Es evidente que no fue s¨®lo un ataque contra India; los terroristas fueron contra "los jud¨ªos y los cruzados" de los que habla Al Qaeda. Con esta tragedia, India se convirti¨® en escenario de una batalla mundial.
Tras los asesinatos, los lugares comunes empezaron a correr tanto como la sangre. El terrorismo es inaceptable; los terroristas son unos cobardes; el mundo condena, unido y sin reservas, esta ¨²ltima atrocidad. Los comentaristas estadounidenses se apresuraron a proclamar que aquella noche y aquel d¨ªa de matanzas constitu¨ªan el 11-S indio. Pero India hab¨ªa sufrido ya muchos intentos de 11-S, todos ellos patrocinados, como ¨¦ste, desde el otro lado de la frontera, desde Pakist¨¢n.
S¨®lo en 2008, las bombas terroristas se cobraron vidas en Jaipur, Ahmedabad, Delhi y varios lugares diferentes en un mismo d¨ªa en el Estado de Assam. Jaipur es la estrella polar del turismo indio en Rajast¨¢n; Ahmedabad es la principal ciudad de Gujarat, el Estado modelo del desarrollo de India, con una tasa de crecimiento del PIB local del 14%; Delhi es la capital pol¨ªtica de la naci¨®n y la ventana de India al mundo; Assam resultaba pr¨¢ctico, desde el punto de vista log¨ªstico, para unos terroristas del otro lado de una frontera porosa. Y Mumbai combinaba todos los elementos de sus precursores: al atacarla, los terroristas golpearon la econom¨ªa, el turismo y el car¨¢cter internacional de India.
Causaron muerte y destrucci¨®n, abrasaron la psique de la naci¨®n, dejaron al descubierto las limitaciones de su aparato de seguridad y humillaron al Gobierno. Hicieron mella en la imagen mundial de India como un gigante econ¨®mico emergente, un ejemplo de ¨¦xito en la era de la globalizaci¨®n y un polo de atracci¨®n cada vez m¨¢s fuerte para inversores y turistas. El mundo vio a una India insegura y vulnerable, un Estado blando, acosado por enemigos capaces de golpear cuando quisieran.
Pero esta vez los terroristas quiz¨¢ fueron demasiado lejos. Al matar a ciudadanos estadounidenses, franceses e israel¨ªes, los asesinos de Mumbai se han creado enemigos poderosos. Cuando otras bombas anteriores s¨®lo se cobraban vidas indias, para el resto del mundo era f¨¢cil considerar el terrorismo en India como un problema exclusivamente suyo, pese a que los atentados estaban causando la muerte de m¨¢s personas que en ning¨²n otro pa¨ªs del mundo excepto Irak. Mumbai ha internacionalizado el problema. Los terroristas, que fueron protagonistas de los medios de comunicaci¨®n del planeta durante tres horribles d¨ªas, lograron un sorprendente triunfo para su causa, un ¨¦xito que debi¨® de inquietar a los expertos en antiterrorismo de todo el mundo, porque ahora ven lo f¨¢cil que ser¨ªa para 10 hombres que no tengan miedo a morir tomar cualquier ciudad como reh¨¦n. Al fin y al cabo, ?cu¨¢ntos hoteles, colegios, aeropuertos, mercados o cines es posible fortificar? Sin embargo, al mismo tiempo, consiguieron garantizar que India no vuelva nunca a estar sola en sus esfuerzos para eliminar este azote.
Como es inevitable, en otros pa¨ªses han empezado a surgir preguntas: "?Es el final para India? ?Podr¨¢ recuperarse de esto?".
Las respuestas son no y s¨ª, respectivamente, pero es comprensible que en el mundo se hagan preguntas existenciales sobre un pa¨ªs que, hasta hace poco, parec¨ªa a punto de despegar. Despu¨¦s de los ataques, hubo cancelaciones de reservas de turistas extranjeros en hoteles indios situados a cientos de kil¨®metros de Mumbai, y no cabe duda de que algunos posibles inversores en la econom¨ªa india han aplazado sus planes y visitas despu¨¦s de ver c¨®mo asaltaban unos hoteles frecuentados por hombres de negocios internacionales. Estas reacciones, desmesuradas, se calmar¨¢n con el tiempo.
Mumbai e India pueden recuperarse de los ataques f¨ªsicos contra ellas. Somos una tierra muy resistente que a lo largo de dif¨ªciles milenios ha aprendido a hacer frente a la tragedia. Las bombas y las balas no pueden destruir India, porque los indios nos levantamos de entre los escombros y seguimos adelante como hemos hecho durante toda nuestra historia.
En cambio, lo que s¨ª puede destruir India es una transformaci¨®n del esp¨ªritu de su pueblo y el alejamiento del pluralismo y la coexistencia que, hasta ahora, han sido nuestras mejores cualidades. Afortunadamente, la gente hizo caso al llamamiento del primer ministro a la calma y la contenci¨®n ante la furia asesina desatada en Mumbai. Mi mayor temor era que, en una tensa ¨¦poca electoral, el oportunismo pol¨ªtico pudiera hacer que algunos practicaran la pol¨ªtica del odio y la divisi¨®n. De hecho, escrib¨ª (mientras los ataques estaban todav¨ªa en pleno desarrollo): "Si estos tr¨¢gicos acontecimientos desembocan en la demonizaci¨®n de los musulmanes en India, los terroristas habr¨¢n vencido". Me satisface decir que, por el contrario, los indios se han mantenido unidos ante esta tragedia. Es m¨¢s, estuvieron unidos en el sufrimiento: entre las v¨ªctimas hab¨ªa personas de todas las confesiones, incluidos 49 musulmanes entre los 188 muertos.
Para volver al principio, a la Puerta de India: al terminar el ataque, miles de ciudadanos se reunieron all¨ª para celebrar una vigilia a la luz de las velas. Hab¨ªa ira, en parte dirigida contra nuestros propios fallos de seguridad y gobierno, pero nunca dirigida contra ninguna comunidad concreta. Y as¨ª es como debe ser. Para que India sea India, su puerta -a las m¨²ltiples Indias que hay dentro y a los mares agitados de fuera- debe permanecer siempre abierta.
Shashi Tharoor es diplom¨¢tico y escritor indio. Su ¨²ltimo libro publicado es Nehru. La invenci¨®n de India (Tusquets). Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.