Partidario del diablo
Seg¨²n una antigua teor¨ªa, toda la literatura inglesa desde el siglo XVIII descend¨ªa de dos autores. Uno era Miguel de Cervantes, quien con el Quijote se convirti¨® en padre de la s¨¢tira y la parodia anglosajonas y de la literatura popular escrita en el estilo humilde (empezando por Swift, Defoe, Fielding...). El otro era John Milton, que con El para¨ªso perdido apadrin¨® la poes¨ªa grave, tanto ¨¦pica como l¨ªrica, escrita en el estilo sublime (desde Gray, Thompson, Young...). Teniendo en cuenta su grado de generalidad, la antigua teor¨ªa sigue pareciendo razonable. Casi tan razonable y antigua como el mismo Milton, cuya vida y obra celebran estos d¨ªas los ingleses con motivo de su cuarto centenario.
Aparte de algunos poemas en ingl¨¦s y en lat¨ªn, la trayectoria literaria del poeta empez¨® con una conmovedora eleg¨ªa, Lycidas, dedicada a su compa?ero de Cambridge Edward King, que hab¨ªa muerto en un naufragio. De paso que lloraba al amigo, aprovech¨® para atacar a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y para recordar la amenaza que supon¨ªa el catolicismo para los puritanos como ¨¦l. Durante un viaje de estudios por Europa visit¨® a Galileo, confinado en su casa por defender los movimientos celestes, y cuando volvi¨® a Inglaterra se encontr¨® un pa¨ªs convulso al que le quedaban pocos a?os para convertirse en el primer Estado en ajusticiar a su rey. Escribi¨® panfletos a favor del regicidio y del divorcio, y cuando intentaron censurarle contraatac¨® con Areopagitica, uno de los textos fundacionales sobre la libertad de prensa.
Durante los a?os de la Revoluci¨®n Inglesa se convirti¨® en funcionario de la nueva rep¨²blica, y cuando los reyes volvieron al trono de Inglaterra logr¨® salvar la vida -no as¨ª la vista, pues se hab¨ªa quedado ciego en 1652-. El prestigio y las amistades lograron que todo quedara en una fugaz visita a la c¨¢rcel. Despu¨¦s llev¨® una vida retirada bajo el cuidado de sus esposas -en total lleg¨® a casarse tres veces- y sus hijas, que se quejaban de un padre tir¨¢nico y cicatero que les obligaba a leerle en lenguas que no comprend¨ªan. A ellas, que cuando faltaba dinero vend¨ªan los libros del escritor, les debemos nosotros y la historia de la literatura que tomaran al dictado los m¨¢s de diez mil versos de El para¨ªso perdido.
Siguiendo la recomendaci¨®n de abordar asuntos ya tratados por otros poetas, Milton reelabor¨® en esta obra el primer cuento del primer libro de nuestra cultura, la historia de Ad¨¢n y Eva en el G¨¦nesis. Aunque su prop¨®sito era justificar ante los hombres "las sendas del Se?or", la grandeza del poema se debe no tanto a los argumentos teol¨®gicos como a la creaci¨®n del personaje de Sat¨¢n. Porque con ¨¦l model¨® a un seductor elocuente que, tras verse abismado desde las alturas, recordaba a sus huestes que la mente puede hacer "del infierno un cielo, y del cielo, un infierno"; porque invent¨® un h¨¦roe que se venga de Dios provocando la expulsi¨®n de Ad¨¢n del para¨ªso, y porque convirti¨® a un perdedor soberbio y rastrero, que hasta la fecha hab¨ªa ocupado un papel secundario, en protagonista. Los rom¨¢nticos, tan amigos del demonio, idolatraron a este poeta que ahora cumple cuatrocientos a?os. William Blake dijo que "si escribi¨® con trabas sobre Dios y los ¨¢ngeles y con libertad absoluta sobre Sat¨¢n es porque fue un verdadero poeta y, aunque no se diese cuenta, partidario del diablo". -
El para¨ªso perdido. John Milton. Traducci¨®n de Esteban Pujals. Espasa Calpe. Madrid, 2009. 402 p¨¢ginas. 24,90 euros.
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