"Siempre hay que saber sobre qu¨¦ cad¨¢veres anda uno"
Una sola frase de 400 p¨¢ginas, sin punto alguno, son los ra¨ªles por donde discurre el tren de la memoria de un esp¨ªa, camino de vender un malet¨ªn de secretos no sin antes repasar los vagones de sus recuerdos, sustratos de Europa, enumeraci¨®n ca¨®tica que evoca a Burroughs y Pound, An¨ªbal y Napole¨®n, la colecci¨®n de pantuflas del exiliado Alfonso XIII, el genocidio armenio, carniceros como Mill¨¢n Astray y el comandante de Treblinka Franz Stangl, todo un hilo que el escritor franc¨¦s Mathias Enard (Niort, 1972) ha ovillado en Zona, que la cr¨ªtica francesa ha declarado mejor novela de la rentr¨¦e literaria y otorgado el Prix D¨¦cembre a esa memoria que huye o que no acaba de hacerlo.
"El viaje en tren me parec¨ªa una buena met¨¢fora del siglo XX y su simbolismo como progreso. Yo deb¨ªa poner al lector en ese tren y contarle sin parar"
PREGUNTA. De lo primero que sobresale en Zona
son los detalles de los relatos b¨¦licos, de Beirut o de Croacia, de un verismo incre¨ªble.
RESPUESTA. Son fruto de largas conversaciones con mis informantes, combatientes en el L¨ªbano, los Balcanes o Ir¨¢n. Fueron ocho personas. Mi experiencia se limitaba a mi estancia en el L¨ªbano en 1990 para un reportaje sobre la Cruz Roja.
P. Es ya la tercera obra donde aborda la guerra o la violencia. ?Qu¨¦ busca?
R. Me interesa la reacci¨®n del combatiente ante la guerra, c¨®mo el hombre vive el peligro y el dolor; la guerra es otro mundo: todo -el placer, la amistad, el dolor- es much¨ªsimo m¨¢s intenso. Y eso se nota cuando hablas con ellos: pueden haber perdido tres dedos y en cambio echan de menos ese tiempo: la guerra daba un sentido a sus vidas y les dej¨® unas huellas tanto a ellos como a la memoria de sus pueblos. Es un tema clave del siglo XX.
P. La desintegraci¨®n de Yugoslavia se lleva la mayor extensi¨®n. ?Met¨¢fora de?
R. De la otra cara de esta Europa aparentemente s¨®lida pero de construcci¨®n tan r¨¢pida que por ello tiene heridas mal curadas que de golpe se reabren. Yugoslavia fue un fracaso diplom¨¢tico y cultural, estall¨® como quien no quiere y resucit¨® mitos arrastrados desde la Segunda Guerra Mundial: el comportamiento de los chetniks serbios y los ustadji fascistas croatas...
P. Los personajes son infinitos, pero el escenario dominante es la ribera mediterr¨¢nea.
R. Quer¨ªa hacer algo ¨¦pico sobre el Mediterr¨¢neo, mostrar su evoluci¨®n e influencia como crisol de Europa, pero no sab¨ªa c¨®mo armarlo. He invertido cinco a?os en eso.
P. ?Y el chispazo?
R. Pues como una revelaci¨®n, durante un trayecto en tren. El viaje en tren me parec¨ªa una buena met¨¢fora del siglo XX y su simbolismo como progreso. Con el transporte me salt¨® el formato: ten¨ªa que ser un flujo de conciencia, el tren se iba a detener poco y yo deb¨ªa poner al lector en ese tren y contarle sin parar.
P. Pero eso implicaba jugar con el dificil¨ªsimo mon¨®logo interior, a lo Molly Bloom de Ulises
de Joyce, sin un punto, y no es f¨¢cil para el lector hallar ese tipo de hilo...
R. En el fondo se trata de buscar un ritmo y reconocer esa voz. La magia es que poco importa d¨®nde est¨¦ el punto o si est¨¢ porque el lector lo pone y correctamente; el trabajo fue fluido, como si lo hubiera escrito de golpe; me result¨® mucho m¨¢s dif¨ªcil trabajar despu¨¦s el texto: deb¨ªan encajarse estilos y personajes y tem¨¢ticas.
P. ?C¨®mo lo solucion¨®?
R. Pues en parte a base de post-it que llenaron una pared de casa. Unos 200, creo. Se trataba de tener controlada la novela y los temas que la cruzan; los colores me indicaban ¨¦pocas y contenidos. Con Zona he aprendido a ser estil¨ªsticamente m¨¢s libre.
P. La obra convoca a C¨¦line, Lowry, Burroughs..., esp¨ªritus literarios muy diversos. ?Qu¨¦ les une?
R. El Mediterr¨¢neo: todos se instalaron en ¨¦l. Luego, que se equivocaron: en todos su vida literaria nace de un error; Pound, por ejemplo, pens¨® que el fascismo pod¨ªa dar la felicidad; Burroughs, que nunca hubiera podido escribir sin haber asesinado a su esposa... Quer¨ªa ver c¨®mo arrastran la culpa y c¨®mo ¨¦sta marca sus vidas, como a mi narrador.
P. La cr¨ªtica francesa ha visto una influencia de la Il¨ªada.
R. Homero es el primer gran narrador de la primera gran batalla; toda la literatura occidental sale de ah¨ª; me apasiona tanto que quer¨ªa hacerla vigente; su desarrollo narrativo, con ese vaiv¨¦n, la convierte en una historia y un estilo muy contempor¨¢neos.
P. Parece entreverse tambi¨¦n al Dante del mezzo del cammin di nostra vita
de la
Divina Comedia.
R. S¨ª, mi narrador est¨¢ en el vac¨ªo de dos mundos, entre lo individual y lo colectivo; no sabe de qu¨¦ lado va a caer; est¨¢ tan indeciso como la Europa de hoy frente a la crisis; de alguna manera, Zona interroga qu¨¦ es esta Europa y por qu¨¦ se cree tan perfecta; reflejar su lado oscuro me parec¨ªa hoy obligatorio.
P. En esa Europa, Barcelona recibe un bofet¨®n: una ciudad falsa, "como una vieja puta con peluca morada".
R. El turismo la ha convertido en una caricatura de s¨ª misma; se trata de ser m¨¢s Barcelona que ella misma, con m¨¢s dise?o, m¨¢s glamour... Y eso le pasa porque se ha convertido en un producto que, como tal, debe venderse; el ¨²ltimo ejemplo es la plaza dedicada a V¨¢zquez Montalb¨¢n en el Raval, con un hotel de lujo en medio. Eso ocurre por la p¨¦rdida de la memoria, signo de los tiempos.
P. Esa memoria depende en su libro s¨®lo de los que ganan...
R. Hoy la memoria se compra y se vende y se utiliza o se esconde seg¨²n lo pol¨ªtico: ah¨ª est¨¢ Francia con Argelia, el L¨ªbano con su guerra civil, Barcelona con su Camp de la Bota [donde el franquismo fusil¨® a centenares de catalanes] o el mundo todo con Armenia. Lo que importa de la memoria es que est¨¦ viva; siempre hay que saber sobre qu¨¦ cad¨¢veres est¨¢ andando uno.
P. Visto por un franc¨¦s, ?qu¨¦ tal el debate sobre la memoria hist¨®rica en Espa?a?
R. Parece una comedia negra: que si desenterramos a los muertos, que si no..., y nadie parece darse cuenta de que m¨¢s all¨¢ de los huesos lo que hay son historias que no han sido contadas y las necesitamos m¨¢s que esos huesos; la memoria privada no debe sustituirse por una placa estatal; si la literatura puede contribuir interes¨¢ndose por relatos de vidas que s¨®lo nos queda imaginarlas, adelante.
P. Su novela es una rara avis
en un pa¨ªs, Francia, que hace a?os que ha dejado de marcar la l¨ªnea de la novel¨ªstica europea.
R.Lo que ocurre es que se tiene la imagen de la narrativa francesa como de algo gris, anodino, cl¨¢sico de los sesenta... No se la conoce bien. Y no lo digo s¨®lo por los j¨®venes, ah¨ª est¨¢ el inmenso Pierre Michon. Ocurre que la cultura se ha convertido en soma huxleyana y, en ese contexto, la novela ha de ser de ritmo f¨¢cil, corta, insustancial..., se le exige que sea y responda como una pel¨ªcula. En mi caso, espero estar entre dos aguas: me gusta seguir una tradici¨®n literaria pero que su lectura genere gran placer.
Si Zona es soma, va a lectores del tipo alfa m¨¢s. -
Zona. Mathias Enard. Traducci¨®n de Robert Juan-Cantavella. La Otra Orilla. Barcelona, 2009. 408 p¨¢ginas. 24 euros. La perfecci¨®n del tiro. Mathias Enard. Traducci¨®n de Manuel Serrat. Verticales de Bolsillo. Barcelona, 2009. 176 p¨¢ginas. 8 euros.
Un joven escritor de gran prestigio
Mathias Enard lee ahora Las ben¨¦volas, de Jonathan Littell, con la que se ha querido comparar su Zona por el supuesto tema com¨²n del mal. "Pinta bien". Ahora no puede decir m¨¢s. O sea, que las influencias de este joven escritor franc¨¦s deben buscarse quiz¨¢ en su gran conocimiento de las lenguas ¨¢rabe y persa, que estudi¨® en Ir¨¢n, Egipto y Siria ("es una literatura a la que le debo mucho"), o en su dominio del castellano, practicado en una Barcelona en la que est¨¢ establecido, junto a su esposa catalana, desde 2000, como profesor de ¨¢rabe. En cualquier caso, en menos de seis a?os se ha labrado fama de escritor exquisito (entre los 10 mejores autores franceses de menos de 40 a?os, seg¨²n la revista Technikart) con apenas cuatro novelas: La perfecci¨®n del tiro (2003, dos premios), Remontando el Orinoco (2006) y Manual del perfecto terrorista (2007).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.