De c¨®mo llegu¨¦ a ser nacionalista y frentista
Una de las acusaciones recurrentes de los nacionalistas perif¨¦ricos contra cualquiera que discuta sus planteamientos y apueste por la unidad espa?ola es la de que, en el fondo, uno no hace sino hablar desde otro nacionalismo. Una acusaci¨®n ¨¦sta en la que tambi¨¦n se complace un cierto pensamiento de izquierda, para el que s¨®lo existen en la palestra celtib¨¦rica nacionalismos en pugna.
Con la acusaci¨®n de frentista, por lo menos en Euskadi, est¨¢ pasando algo parecido: si usted defiende que los partidos no nacionalistas pueden leg¨ªtimamente llegar a apoyarse entre s¨ª en el Parlamento para elegir lehendakari, est¨¢ usted incurriendo en el mismo vicio que antes criticaba en los nacionalistas que han gobernado los ¨²ltimos 10 a?os: es usted un frentista de tomo y lomo, aunque esta vez espa?olista.
No queremos el Gobierno para imponer nada a nadie, sino para que se deje de imponer
Pasa con estas acusaciones como con aquellas m¨¢s antiguas que le achacaban por sistema al oponente un pensamiento ideol¨®gico: son imposibles de superar. Desde que se populariz¨® la filosof¨ªa de la sospecha y se vulgariz¨® la f¨¢cil cr¨ªtica marxista de que todo el mundo piensa desde su ideolog¨ªa y desde sus intereses, la tarea de intentar demostrar la objetividad racional del propio pensamiento es una pura p¨¦rdida de tiempo: no hay forma de escapar al "piensas as¨ª porque eres as¨ª".
Visto lo cual, he llegado a la conclusi¨®n de que lo mejor que podemos hacer los no nacionalistas vascos es admitir de plano la acusaci¨®n: s¨ª se?or, somos nacionalistas y frentistas espa?oles. Asumir eso, s¨ª, pero no por ello admitir que seamos iguales que ellos, sino plantear la diferencia de otra manera. Porque hay maneras distintas de ser nacionalista. Y tambi¨¦n de ser frentista.
Ver¨¢n, nuestro nacionalismo espa?ol admite de plano la pluralidad nacional que existe en Espa?a y no tiene empacho en reconocer que conviven en ella variados sentimientos nacionales, y sobre todo, que debe institucionalizarse pol¨ªticamente esa realidad mediante un Estado de inspiraci¨®n federal. ?Lo admiten ellos para nuestro peque?o pa¨ªs, o m¨¢s bien afirman que, como dec¨ªa el Plan Ibarretxe, el pueblo vasco es ¨²nico y carece de minor¨ªas culturales en su seno?
Nuestro espa?olismo reconoce que la sociedad peninsular no posee homogeneidad cultural, pero considera ese dato como algo valioso que debe conservarse. No creemos que una identidad cultural concreta deba reforzarse ni implantarse en la conciencia de las personas. Al rev¨¦s, creemos que la libertad de cada uno para crear su identidad con los materiales que escoja es garant¨ªa de desarrollo humano pleno.
?No afirman ellos m¨¢s bien que es labor esencial del poder p¨²blico crear en los ciudadanos una concreta conciencia de identidad, como dicen al un¨ªsono el art¨ªculo 10 del actual Estatuto de Autonom¨ªa de Andaluc¨ªa o el art¨ªculo 3-2? de Ley de la Escuela P¨²blica Vasca? Nosotros pensamos que las lenguas son ante todo medios de comunicaci¨®n, nada menos y nada m¨¢s, no un objetivo de pol¨ªticas homogeneizadoras.
Nuestro particular frente no persigue unir a quienes propugnan un modelo nacional concreto, ni a quienes se oponen a otro, sino a quienes defienden que un gobierno, a estas alturas del siglo, no puede leg¨ªtimamente inspirarse en ninguno de ellos. En nuestro frente se piensa que la pol¨ªtica se basa sobre las relaciones de la com¨²n ciudadan¨ªa, no sobre la unidad de identidad.
?No dicen ellos, en cambio, que su uni¨®n se basa en la defensa del ser o la esencia de este pueblo, sea eso lo que sea? Pensamos que ya desde hace mucho tiempo, desde la modernidad europea, la cohesi¨®n de una sociedad no deriva de su homogeneidad sino precisamente del respeto cuidadoso a su genuina heterogeneidad. Que el verdadero objetivo de la pol¨ªtica no es tanto el consenso como el preservar y dar cauces al disenso inevitable y fruct¨ªfero. Queremos el Gobierno no para imponer nada a nadie en el terreno cultural, sino para que se deje de imponer lo que debe ser libremente decidido por cada cual.
Nuestro particular frente agn¨®stico cree que toda construcci¨®n social, incluidas las naciones, no son sino artefactos con fecha de origen y de caducidad, que hemos inventado los seres humanos para facilitar nuestra vida en com¨²n. Y que ser¨¢n arrumbadas cuando se convierten en obst¨¢culo para ella. Admitimos que la secesi¨®n de partes de un Estado, por desagradable y humanamente costosa que resulte, es una posibilidad de la que se puede tratar, discutir y encauzar, aunque con algunos requisitos m¨ªnimos: seriedad, responsabilidad y claridad. Aunque tambi¨¦n pensamos que hoy el concepto pol¨ªtico clave no es el de soberan¨ªa sino el de interdependencia. Justo lo contrario de lo que dec¨ªa I?igo Urkullu: "La transversalidad es un concepto manido y desvirtuado, nunca abandonaremos el soberanismo".
Vamos a nuestro frente con la conciencia despierta de quienes saben que es su ¨²nica e irrepetible oportunidad de gobernar bien, que si gobernamos de manera sectaria, como otros lo hicieron, no tendremos las pr¨®rrogas y oportunidades que a ellos se les concedieron a manos llenas. Reconocer nuestra provisionalidad es nuestra se?a de identidad.
As¨ª es nuestro nacionalismo, nuestro frentismo. Si el suyo es igual, entonces h¨¢ganme sitio porque ma?ana mismo me hago nacionalista vasco o catal¨¢n. Y si no lo es, como parece que no lo es, tendremos que encontrar nuevas palabras para distinguirnos. Porque no somos iguales. No se?or.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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