Crisis, las de anta?o
Hace poco estuve en Espa?a y los relatos de algunos amigos me resultaron descorazonadores. Varios hab¨ªan perdido el trabajo y otro buen grupo viv¨ªa en la incertidumbre. El ¨²nico que parec¨ªa seguro era uno que hac¨ªa de cobrador telef¨®nico para un banco. "Donde yo estoy debe de ser el ¨²ltimo sitio donde har¨¢n recortes", me dijo.
Fue un viaje revelador. De modo que esto es la crisis, pens¨¦. Hab¨ªa tenido que viajar casi 10.000 kil¨®metros para conocerla, porque en Lima no me la hab¨ªan presentado. Ac¨¢ los despidos han sido pocos, y mis amigos todav¨ªa planifican viajes de vacaciones y compran con anticipaci¨®n entradas para conciertos. Hasta la asistencia a los partidos de f¨²tbol ha mejorado sensiblemente. En las primeras tres jornadas del torneo de Primera Divisi¨®n del a?o pasado asistieron, como promedio, 30.000 personas cada fin de semana. Este a?o la media bordea las 50.000, seg¨²n datos de la Asociaci¨®n Deportiva de F¨²tbol Profesional. La gente sigue pensando en divertirse.
Viaj¨¦ a Espa?a para conocer la crisis, porque ac¨¢ no me la hab¨ªan presentado
Hasta la asistencia a los partidos de f¨²tbol ha mejorado sensiblemente
No es que no haya pasado nada. En sectores como la miner¨ªa, agroindustria y textiles, los tres muy dependientes de la exportaci¨®n, ya est¨¢n sintiendo el remez¨®n. Pero la demanda interna sigue s¨®lida y este a?o se proyecta que crezca un 5%. Todav¨ªa se ven enormes televisores saliendo de las tiendas de electrodom¨¦sticos, y la sensaci¨®n que tiene uno del ciudadano de a pie es que vive en la indolencia total. ?Es que acaso estos tipos no leen los diarios? ?O ser¨¢, como conversaba la semana pasada con el gerente de una empresa de investigaci¨®n de mercados, que estamos tan acostumbrados a vivir en crisis que ¨¦sta nos sabe a poca cosa?
Cuando yo era ni?o -y Alan Garc¨ªa era presidente, igual que ahora- las familias sal¨ªamos completas a hacer el mercado y nos distribu¨ªamos en largas filas para comprar cosas tan elementales como arroz, aceite y un par de bolsas de una leche en polvo intragable. La inflaci¨®n anual superaba los cuatro d¨ªgitos, e incluso el escaso dinero que me daba mi madre para comprarme alguna golosina a la salida de la escuela se pod¨ªa contabilizar en decenas de miles. Ahora, en cambio, los precios se han estabilizado e incluso bajan ligeramente. Pero la deflaci¨®n es algo que se toma como buena noticia. Crisis eran las de anta?o, seguro es lo que piensan las amas de casa.
Hern¨¢n Chaparro, el gerente con el que convers¨¦, me comentaba que los consumidores, sobre todo los de lo que ac¨¢ se conoce como la clase media emergente, siguen gastando como si nada ocurriera o estuviera por ocurrir. Se trata de trabajadores independientes, personas con varios empleos o microempresarios, y son ellos los primeros que suelen ponerse en guardia ante la perspectiva de una crisis que comprometa sus ingresos futuros, por lo general muy variables. Esta vez, en cambio, los asustados son los que han invertido en Bolsa y la gente adecuadamente empleada, cuyos fondos de pensiones est¨¢n por los suelos; pero sobre todo los empresarios. Crecer entre el 4% y el 5% este a?o sabe a poco cuando las cifras de los a?os anteriores estaban en torno al 8%. Son ellos, ahora, los que se han puesto en guardia y han suspendido numerosos planes de inversi¨®n. Es curioso el cambio de papeles, pero, a la larga, el resultado puede ser el mismo y, aunque sea con efecto retardado, sentiremos algo de la crisis. Espero que no mucho.
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