Autobuses, primas y sobornos
El Mundial de 1974, en Alemania, fue el ¨²nico en el que particip¨® Cruyff. Eso deber¨ªa bastar para hacerlo memorable. Se vieron adem¨¢s algunos momentos de gran f¨²tbol, protagonizados por Holanda y Polonia, y se asisti¨® al declive del Brasil post-Pel¨¦. Lo m¨¢s extraordinario, sin embargo, fue lo que ocurri¨® al margen del bal¨®n.
La angustia de los jugadores zaire?os, por ejemplo. Zaire (hoy Congo) fue, en 1974, la primera selecci¨®n subsahariana que alcanzaba la fase final del m¨¢ximo torneo futbol¨ªstico. Los leopardos emprendieron viaje hacia Alemania con una advertencia de su presidente, el delirante dictador Mobutu Sese Seko: "Si pierden, no vuelvan". Lo recordaron, sin duda, cuando Yugoslavia les dej¨® 9-0. Ya consumada su eliminaci¨®n, intentaron poner en pr¨¢ctica un plan desesperado: subieron al autocar que les prestaba la organizaci¨®n e intentaron huir hacia cualquier sitio, menos su propio pa¨ªs. Seg¨²n algunas versiones, el plan consist¨ªa en volver a Zaire por carretera y aplacar la ira de Mobutu regal¨¢ndole el veh¨ªculo. La cosa no funcion¨®. La polic¨ªa alemana les detuvo en la frontera y les oblig¨® a devolver el autocar. Volvieron a Kinshasa y, como tem¨ªan, sufrieron represalias y alguna paliza policial.
En el Mundial de 1974 lo m¨¢s extraordinario sucedi¨®, al margen del bal¨®n, con Zaire, Polonia y Yugoslavia
Lo de Polonia, mucho menos tr¨¢gico, tambi¨¦n result¨® curioso. Los polacos desarrollaron un f¨²tbol r¨¢pido y vistoso y tal vez, si hubieran disputado la semifinal contra Alemania sobre un c¨¦sped normal y no sobre el inundado estadio de Francfort, habr¨ªan hecho historia. Aquel d¨ªa a¨²n no se sab¨ªa que Gadocha, el extremo izquierdo, era un hombre rico. Un intermediario le hab¨ªa entregado un soborno que deb¨ªa repartir entre los principales jugadores de la selecci¨®n para que se dejaran ganar. Gadocha no dijo nada, se guard¨® el dinero y despu¨¦s del Mundial fich¨® por un equipo franc¨¦s. Sus compa?eros no le olvidan.
Y ocurri¨® lo de Yugoslavia. Desde un punto de vista futbol¨ªstico fue lo m¨¢s terrible porque las inquinas nacionalistas impidieron que un equipo formidable explotara al m¨¢ximo su talento. Dispon¨ªan de un centrocampista sensacional, el esloveno Brane Oblak, y de un genial extremo zurdo, el serbio Dragan Djazic. Las cosas se desarrollaron bien durante la primera fase porque los futbolistas se comprometieron a mantenerse unidos en la lucha por un objetivo com¨²n: la prima que les hab¨ªa prometido el mariscal Tito.
El plan se torci¨® tras la brillante clasificaci¨®n para la segunda fase. Un grupo de jugadores, entre ellos Djazic, reclam¨® que se les anticipara una parte de la prima. Quer¨ªan aprovechar su estancia en Alemania para ir de compras. El presidente de Yugoslavia hizo entonces una cosa bastante idiota: viaj¨® a Alemania, se reuni¨® con los futbolistas, les lanz¨® una arenga sobre la gloria y el triunfo y les pag¨® todo el dinero prometido. Ese mismo d¨ªa comenz¨® el desastre. Ya nadie se preocup¨® de otra cosa que de gastar, preferiblemente en compa?¨ªa de se?oritas. Tambi¨¦n qued¨® olvidado el pacto de unidad. Serbios y croatas dejaron de hablarse. Oblak, esloveno, lo resumi¨® a?os m¨¢s tarde con una frase: "El dinero fue nuestra ruina".
![Gorgon canta el gol, de Lato, del triunfo de Polonia sobre Yugoslavia en el Mundial de 1974.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MRBCCMXKQWJ6ROHOFGYCW5ZRWU.jpg?auth=83a7ab498b2f92628f39367018172328c4737e38572863aa0c3ae94d7b550500&width=414)
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