Las fauces del mar
Me gustan cosas que cada vez se llevan menos, o sea las que el tiempo se est¨¢ llevando: los peri¨®dicos de papel, las carreras de caballos, los hijos que no nacen de un espermatozoide y un ¨®vulo sino de un padre y una madre, las novelas policiacas en que no salen serial killers... y las ballenas. Esas ballenas que van pereciendo poco a poco no ya s¨®lo por la caza de japoneses o noruegos, sino por otras mil razones "modernas": la poluci¨®n ac¨²stica que las ensordece, acabando con el sentido que les es m¨¢s ¨²til; los pl¨¢sticos que se tragan y las asfixian, el calentamiento de los oc¨¦anos que acaba con su sopa de plancton, la disminuci¨®n de la capa de ozono que les causa c¨¢ncer de piel, los venenos qu¨ªmicos que pasan a los reto?os con la leche de sus madres... Cuando la ¨²ltima ballena perezca, nuestro planeta supongo que habr¨¢ perdido biodiversidad pero sobre todo romanticismo.
Los amantes de las ballenas nos consolamos con 'Leviathan or, The Whale', el imprescindible libro de Philip Hoare
Mientras, los amantes de las ballenas nos consolamos leyendo Leviathan or, The Whale, el para m¨ª imprescindible libro de Philip Hoare (ed. Fourt Estate). El anterior libro de Hoare, England's Lost Eden, que trata de la Inglaterra victoriana, fue elogiado por W. G. Sebald, poco dado al ditirambo. En este ¨²ltimo comparte contagiosamente su afici¨®n a los cet¨¢ceos: los que por all¨¢ resoplan en el mar, desde luego, pero tambi¨¦n los que avistamos en la historia o en la literatura. La traza de estos ¨²ltimos, los literarios, con su bocaza abierta y su tendencia a tragarse navegantes descarriados, comienza con Luciano en su Historia verdadera y sigue por Jon¨¢s, Simbad... hasta llegar a Pinocho y Monstro, su tremenda bestia marina. Pero tambi¨¦n relatos de viajes tan inolvidables como La traves¨ªa del Cachalot, de Frank T. Bullen, o novelas como Un capit¨¢n de quince a?os, de Julio Verne, a cuyo protagonista deja hu¨¦rfano un cachalote herido, o El camino de la ballena, del chileno Francisco Coloane y tantos otros.
Por encima de todos, claro, Moby Dick, de Herman Melville. Desde su t¨ªtulo mismo el libro de Hoare es un continuo homenaje, como no pod¨ªa ser menos, a Moby Dick. No es s¨®lo una grand¨ªsima novela de aventuras, sino algo as¨ª como el libro total en donde se unen la reflexi¨®n filos¨®fica, la inspiraci¨®n teol¨®gica, la historia, la sociolog¨ªa y la zoolog¨ªa. Algunos escritores, y no malos, la ponen en lo m¨¢s alto: D. H. Lawrence, W. H. Auden, Cesare Pavese, Jean Giono, Ray Bradbury, Philippe Sollers... Todo lo abajo que es de rigor, pongan mi nombre tras los suyos. La ballena blanca, que surge en la inseguridad del mar donde todos somos n¨¢ufragos desterrados, es la cifra y la m¨¢scara de cuanto nos agobia y despedaza.
Por eso los desesperados ilusos de la banda Baader-Meinhof, sobre cuya peripecia acaba de estrenarse la pel¨ªcula RAF de Uli Edel, utilizaban nombres en clave tomados de Moby Dick y se consideraban en batalla perpetua con un Leviat¨¢n que era m¨¢s el de Hobbes que el de Melville ("Desde el fondo del infierno te apu?alo..."). Andreas Bader, naturalmente, se reserv¨® el nombre de Ahab. Pero hay recuerdos de esa historia marinera menos truculentos. ?Qui¨¦n no se ha tomado alguna vez un caf¨¦ y una tarta en un Starbuck? Pues esa cadena de establecimientos que lleva el nombre del sensato primer oficial del Pequod fue fundada por Richard Melville Hall, sobrino nieto de Herman al que sus amigos apodaban previsiblemente Moby...
Al comienzo de su obra maestra, Melville acopia un florilegio de citas balleneras de todas las procedencias. Una me llama especialmente la atenci¨®n. Es de Edmund Burke y dice: "Espa?a: una gran ballena en las costas de Europa". Ya lo ven, tambi¨¦n nosotros estamos en el vientre del Leviat¨¢n.
Babelia
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