Hijos de la picaresca
Una conciencia laxa ante la corrupci¨®n, la creencia frente a la ciencia y un atraso educativo secular: tres pies para una mesa que cojea por su err¨®neo dise?o. Alcaldes de todos los partidos son acusados de corrupci¨®n, ingresan en la c¨¢rcel entre llantos, v¨ªtores y aplausos, y, en el 71% de los casos, resultan reelegidos, aumentando incluso sus apoyos. ?Concedemos los espa?oles mayor permisividad que otros pueblos a la trampa, el robo, la malversaci¨®n, el cohecho y todas sus variantes delictivas?
Sin duda, somos hijos de la picaresca, un g¨¦nero literario asociado a las letras espa?olas que nos ha impregnado el alma. O viceversa. En su tiempo de esplendor -siglo XVII-, la picaresca supuso una aut¨¦ntica creaci¨®n porque abord¨® con crudo realismo la verdad, en contra de las idealizaciones del Renacimiento. La novela picaresca suprime artificios de lenguaje y refleja la sociedad en la que vive: la que distingue a los seres humanos seg¨²n su cuna y arroja a los abismos al pobre, que s¨®lo puede medrar con subterfugios superiores a los de aquellos a quienes se ve obligado a servir. Espa?a de falacia y pandereta, de filfa, patra?a y estafa, lerda y falsa, clerical y oscurantista, que nunca concede al p¨ªcaro la gracia heroica del triunfo sobre el poder. Su astucia obligada s¨®lo le ayuda a sobrevivir.
Pocos pa¨ªses en la historia han ostentado la hegemon¨ªa mundial. Espa?a tuvo ese dudoso privilegio durante varios siglos. Lo que otros imperios robaron -tributos y botines de guerra, si se prefiere usar eufemismos- puebla sus museos. Grecia y Egipto se contemplan en el British londinense, y, lo que resta, en el Louvre parisino o en el Vaticano. ?Y qu¨¦ fue de los tesoros incautados por Espa?a? A partir de esa primera interrogante, nos encontramos a los Austrias dominados por validos o, llegados los Borbones, a la regente Mar¨ªa Cristina, que amas¨® una inmensa fortuna trapicheando, seg¨²n se le atribuye, con la sal, los incipientes ferrocarriles e incluso la trata de esclavos.
La Segunda Rep¨²blica no se libra de despilfarros, falta de organizaci¨®n y corruptelas. Alejandro Lerroux se vio obligado a dimitir de su breve mandato como presidente del Gobierno por los esc¨¢ndalos del estraperlo y el cobro de favores -uno de los pocos a quienes la corrupci¨®n le pas¨® factura-. En realidad, la trayectoria espa?ola del siglo XX est¨¢ llena de casos con nombre propio. Inolvidables Matesa y Sofico en el franquismo; el aceite de colza, con la UCD, y todos los que ya apoya la memoria reciente.
Espa?a, pozo de dinero negro, ha hecho de la burbuja inmobiliaria el primer alimento para nuestra fama de corruptos. Extendida por todo el territorio espa?ol, prevarica, trafica con influencias, cobra comisiones y adjudica irregularmente. Se la est¨¢ atajando con m¨²ltiples investigaciones y condenas, pero la basura no cesa de fluir. Una comisi¨®n del Parlamento Europeo dictamin¨® en 2007: "El urbanismo que est¨¢ padeciendo Espa?a es un atentado contra derechos fundamentales, movido por intereses bastardos de constructores sin escr¨²pulos, conchabados con alcaldes de poca monta, enfeudados unos y otros en la codicia y la avaricia".
Si nos atenemos a los datos de la organizaci¨®n Transparency Internacional, ocupamos, sin embargo, el puesto 28 -entre 180- entre los m¨¢s limpios, con una calificaci¨®n de notable (6,8). La ciudadan¨ªa, en cambio, dice percibir alta corrupci¨®n, sobre todo pol¨ªtica. S¨®lo que -y esto es b¨¢sico- no le importa. S¨®lo un 2% de los ciudadanos la cita como problema en las encuestas del CIS.
Para los diccionarios de sin¨®nimos, el p¨ªcaro es travieso, pilluelo, brib¨®n, tunante, revoltoso o astuto. ?Dulce benevolencia! Buena parte de los espa?oles admira a quien se enriquece, sin importarle los m¨¦todos.
El desmesurado peso de la Iglesia cat¨®lica en el Estado espa?ol a lo largo de toda su existencia no es ajeno a la aceptaci¨®n t¨¢cita de la corrupci¨®n. Influencia clara, cuando a¨²n intenta impedir en Espa?a lo que acepta en otros lugares, como el estudio de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa o una ley del aborto europea. Partimos de dos premisas fundamentales que constituyen la raz¨®n de ser la religi¨®n: creencia frente a ciencia y juicio, y limpieza del pecado con una penitencia c¨®moda y solitaria. Los vecinos que vitorean alcaldes presuntamente corruptos no "creen" que lo sean, de nada les sirven las pruebas, les posee la fe. Muchos pol¨ªticos tambi¨¦n participan de esa actitud. Y sobre todo, demuestran pensar que la contrici¨®n privada exime de culpa, al margen de la justicia.
Causa y consecuencia, la educaci¨®n sigue siendo asignatura pendiente de los espa?oles porque, a pesar del indudable y vertiginoso crecimiento econ¨®mico, partir del subdesarrollo y la dictadura lastra. A¨²n presentamos un notable fracaso de instrucci¨®n infantil... y evidentes carencias en los adultos. Desde la inocua falta de uso de expresiones corteses y el escaso dominio de lenguas extranjeras, a no pensar en los otros -elemento b¨¢sico de una formaci¨®n adecuada-. Pa¨ªs bipolar, de excesos y carencias, generador de caspa que no tapa el progreso.
Una llave para el cambio: la b¨²squeda del bien com¨²n. Y con ella, franquear la entrada a una nave que aguarda durante siglos partir hacia una nueva Espa?a. Por la borda y con una pesada ancla, habremos de arrojar la picaresca y todo lo que implica. Para enderezar la Historia.
Rosa Mar¨ªa Artal es periodista y escritora. Su ¨²ltimo libro es Espa?a ombligo del mundo.
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