Una casa de lava
Almod¨®var estrena su nueva pel¨ªcula, 'Los abrazos rotos', en la que nos habla del amor como lugar del perd¨®n. Austera, compleja y conmovedora, est¨¢ llena de numerosos gui?os a sus directores y filmes preferidos
Los abrazos rotos cuenta la historia de Mateo, un director de cine que ha perdido la vista en un accidente y al que visitan los fantasmas de su pasado. Es una historia oscura y dolorosa, llena de amores intensos y cruzados, donde hay celos, venganzas y abusos terribles; una historia dominada por la fatalidad y la culpa.
Mateo (Llu¨ªs Homar) escucha un d¨ªa una noticia acerca de un hijo secreto de Arthur Miller que nace con un s¨ªndrome de Down y que el dramaturgo rechaza y abandona en una instituci¨®n. Pasa el tiempo y el ni?o, ya transformado en un hombre, acude a una conferencia de su padre y, al terminar, se acerca lleno de inocencia a felicitarle. Esta peque?a an¨¦cdota resume la nueva pel¨ªcula de Almod¨®var, que habla del amor como lugar del perd¨®n.
Su capacidad para transformar lo m¨¢s trivial en un s¨ªmbolo aporta la tensi¨®n po¨¦tica
En la tragedia todo es irremediable. En la comedia todo puede empezar otra vez
Su atm¨®sfera remite a los thrillers americanos de los a?os cincuenta, a esas pel¨ªculas llenas de desenga?os, traiciones y oscuros secretos, donde s¨®lo hab¨ªa infelicidad. En una de las escenas, uno de sus personajes extiende sobre la mesa un mont¨®n de fotograf¨ªas rotas, que trata sin ¨¦xito de recomponer. Su mundo fragmentario y ca¨®tico es la imagen del pasado: un lugar sin tiempo que no cabe ordenar. La pel¨ªcula de Almod¨®var es como esa mesa llena de fotograf¨ªas despedazadas, y sus escenas se suceden unas a otras sin que haya apenas una relaci¨®n de causalidad entre ellas, como fragmentos aislados que hablaran del profundo sinsentido de la vida.
Almod¨®var ha confesado que la idea de la pel¨ªcula se le ocurri¨® al ver a una pareja abrazada entre las piedras volc¨¢nicas de una playa de Lanzarote. ?Qui¨¦nes eran? ?Por qu¨¦ se abrazaban as¨ª? Escribi¨® su gui¨®n tratando de responder a esas preguntas. En un momento de ese gui¨®n se cita una escena de Viaggio in Italia (Te querr¨¦ siempre), la pel¨ªcula de Roberto Rossellini. Sus protagonistas, el se?or y la se?ora Joyce, que est¨¢n viviendo una profunda crisis, visitan Pompeya y un gu¨ªa les muestra los cuerpos unidos, solidificados por la lava, de una pareja sorprendida por la erupci¨®n del volc¨¢n. La se?ora Joyce (Ingrid Bergman) no puede reprimir las l¨¢grimas al ver a los amantes abrazados, pues su conmovedora historia le hace a?orar el tiempo de su amor.
La pel¨ªcula de Almod¨®var habla de esos abrazos rotos. "Hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el cielo. Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para sembrar y otro para recoger lo sembrado. Un tiempo para abrazarse y otro para separarse", se lee en el Eclesiast¨¦s.
Almod¨®var ha hablado de su pasi¨®n por el cine, y ciertamente su pel¨ªcula est¨¢ llena de numerosos gui?os a directores y pel¨ªculas queridas: Te querr¨¦ siempre, El fot¨®grafo del p¨¢nico, Ascensor para el cadalso, La loba, esas pel¨ªculas de padres desafectos que castran a sus hijos. Los abrazos rotos es un homenaje al cine, pero no un homenaje externo, de cin¨¦filo, sino de amante.
El cine forma parte de nosotros, nos dice Almod¨®var, y las pel¨ªculas que amamos alimentan y prolongan nuestra vida. No es anecd¨®tico, por tanto, que su protagonista sea un director de cine, ni que se empe?e en terminar una pel¨ªcula que tal vez nadie podr¨¢ ver. La idea de la venganza del millonario ofendido tratando de destruir esa pel¨ªcula es magn¨ªfica, pues la peor pesadilla de un director de cine bien podr¨ªa ser que su pel¨ªcula fuera el resultado del montaje de las tomas peores. Es una venganza terrible, que tiene que ver con ese tema tan querido de Almod¨®var del arte como salvaci¨®n.
Y el arte es el bien, porque es hacer o querer hacer las cosas bien: escribir bien, interpretar bien, lograr terminar una buena pel¨ªcula. Tiene que ver con el otro, con querer su complicidad y su deleite. Tampoco la idea del director ciego es irrelevante, pues la ceguera es un s¨ªmbolo de otro tipo de visi¨®n, una met¨¢fora del hecho mismo de ver cine, pues los espectadores deben sumirse en la oscuridad de la sala para abrirse a esa otra vida que tiene lugar en la pantalla. El cine, para Almod¨®var, es un conjuro contra la muerte, un acto de redenci¨®n frente a la crueldad de la vida.
En aquella discusi¨®n entre Rohmer y Pasolini sobre cine de prosa y cine de poes¨ªa, Los abrazos rotos ser¨ªa sin duda cine de poes¨ªa. Almod¨®var siempre filma el momento de tensi¨®n, en el sentido de una cuerda que se tensa. Trabaja con los clich¨¦s hasta conseguir que se conviertan en la primera vez que ves algo: un beso, el desamparo de una mujer ante la agon¨ªa de su marido, la lectura de lo que dicen unos labios en la pantalla. Y Los abrazos rotos est¨¢ llena de momentos en que nos acercamos a las cosas como si nunca antes hubiera existido nada igual.
Por ejemplo, sus tres escenas de sexo. En la primera, la pareja se limita a disfrutar de un encuentro inesperado y jovial, y apenas vemos otra cosa que el pie de la chica asomando por encima del sof¨¢ con los deditos estirados, como una de esas marionetas en las que Heinrich von Kleist vio la imagen del para¨ªso; en la segunda, Mateo y Lena (Pen¨¦lope Cruz) se abrazan locos de amor en el camerino mientras la c¨¢mara flota alrededor de sus cuerpos como tra¨ªda y llevada por las mismas fuerzas y el mismo desasosiego que les llevan a ellos a buscarse; y, enseguida, la tercera, en Ibiza: los cuerpos de Lena y Ernesto (Jos¨¦ Luis G¨®mez) se agitan bajo las s¨¢banas como en aquel cuadro de Magritte en que dos amantes se besan con los rostros cubiertos por un sudario que remite a la muerte.
Esta capacidad para transformar lo m¨¢s trivial en s¨ªmbolo prodigioso es lo que da al cine de Almod¨®var esa tensi¨®n po¨¦tica de la que antes habl¨¦. Y esta pel¨ªcula austera, compleja y conmovedora culmina en una escena que no es posible ignorar. En ella, su protagonista ciego se acerca a la pantalla y toca con sus dedos la imagen de su ¨²ltimo beso. Eso pedimos cuando vamos al cine, que la imagen nos lleve a lo real, que ver sea como estar ante las cosas reales. Aqu¨ª, Mateo ve con los dedos, lee la imagen como si ¨¦sta tuviera el poder de devolverle lo que perdi¨®. Desciende como Orfeo a la oscuridad para rescatar a Lena-Eur¨ªdice de la muerte, y su gesto nace de un compromiso profundo con la vida.
Pero Los abrazos rotos no termina en ese instante sublime, sino que, en un giro tan inesperado como atrevido, su ¨²ltima escena nos devuelve al mundo de la comedia. Todos queremos que nuestra vida, inevitablemente tr¨¢gica, se transforme en una comedia. Pasa en las comedias lo que en esas pel¨ªculas de dibujos animados que tanto gustan a los ni?os donde, tras los sucesos m¨¢s terribles, los personajes siempre encuentran la manera de seguir adelante.
En la tragedia todo es irremediable, mientras que en la comedia todo es susceptible de empezar otra vez. La muerte pertenece al mundo de la tragedia; los fantasmas, al de la comedia, como bien supieron ver Mankiewicz en El fantasma y la se?ora Muir, y el propio Almod¨®var en Volver. Es hermoso por eso que en el coraz¨®n de esta arriesgada, hermosa e intensa pel¨ªcula haya una escena as¨ª, pues se trata de una historia de amor, y el amor pide siempre el escenario de la comedia para vivir, aunque no siempre logre quedarse en ¨¦l, y ¨¦sa es la pena.
Almod¨®var quiere devolvernos con este final a ese tiempo de los abrazos en que nada era irremediable, ni siquiera la muerte. Y su pel¨ªcula recuerda entonces a la casa de lava donde los amantes de Rossellini siguen enlazados.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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