?Es la cultura un sector como los dem¨¢s?
La recesi¨®n econ¨®mica est¨¢ afectando de manera profunda al mecenazgo y a las donaciones privadas. Tanto los poderes p¨²blicos como los artistas tendr¨¢n que hacer ajustes y afrontar las nuevas circunstancias
La recesi¨®n afecta tambi¨¦n al sector de la cultura. Mientras que la demanda de bienes y servicios culturales registra descensos en la mayor¨ªa de los pa¨ªses industrializados, la p¨¦rdida de valor de los activos financieros afecta al mecenazgo y las donaciones privadas al tercer sector. Museos, teatros y festivales cancelan producciones y ajustan plantillas. El Museo de Arte Contempor¨¢neo de Los ?ngeles ha estado a punto de cerrar o fusionarse con otro museo. El Rose Art Museum quiz¨¢ tenga que vender su colecci¨®n para salvar las cuentas de la Universidad de Brandeis (Nueva Inglaterra). En diciembre, la ?pera de Baltimore se declar¨® en bancarrota.
Los grupos de presi¨®n se han movilizado. Durante el paso por las C¨¢maras del primer paquete de medidas de est¨ªmulo del presidente Obama, pidieron un significativo apoyo a las artes. Una campa?a reuni¨® firmas para asignar el 1% de los fondos a la cultura (lo que hubiera supuesto una cantidad de 7.870 millones de d¨®lares) alegando los efectos positivos de los programas WPA (Works Progress Administration) del presidente Roosevelt en la d¨¦cada de 1930, que incluyeron tambi¨¦n ayudas para artistas. Otra iniciativa promueve la creaci¨®n de un departamento federal de Cultura de rango ministerial.
Museos, teatros y festivales cancelan producciones y ajustan plantillas
Los m¨¢s optimistas ven en esta crisis una ocasi¨®n para la innovaci¨®n y las reformas estructurales
Finalmente, las asignaciones tuvieron que sufrir recortes para recibir el necesario apoyo parlamentario. El National Endowment for the Arts (agencia creada por el presidente Johnson en 1965) recibir¨¢ 50 millones de d¨®lares adicionales, lo que aumenta su presupuesto en m¨¢s de un tercio, pero la Smithsonian Institution s¨®lo dispondr¨¢ de 25 millones de d¨®lares, lejos de los 150 inicialmente propuestos. Al aprobarse, de vuelta en la C¨¢mara de Representantes, la Ley de Recuperaci¨®n y Reinversi¨®n, el congresista dem¨®crata David Obey ha recordado que 5,7 millones de personas trabajan en la industria de la cultura y que sufren un desempleo del 15%.
Tampoco hay, por el momento, incentivos suplementarios al patrocinio privado, aunque ya es evidente que la crisis est¨¢ afectando negativamente a la filantrop¨ªa. Los senadores Grassley (republicano) y Bingaman (dem¨®crata) intentaron sin ¨¦xito introducir medidas para ayudar a fundaciones acreedoras de administraciones p¨²blicas que se retrasan en sus pagos o para mejorar la fiscalidad de donaciones corporativas y organizaciones sin ¨¢nimo de lucro. Algunos advierten que si se congelan o reducen los salarios de los altos ejecutivos, una de las mayores fuentes de donaciones individuales probablemente se resentir¨¢. Aunque en las encuestas la mayor¨ªa de los donantes asegure que la fiscalidad no influye en sus decisiones, est¨¢ por ver si la crisis les impulsar¨¢n a mantener o aumentar sus aportaciones.
Otra cuesti¨®n es el destino de esas donaciones. Los expertos en marketing aseguran que el atractivo del patrocinio en deporte y cultura orientado al negocio seguir¨¢ siendo alto para las empresas, pero cuando aumentan las necesidades b¨¢sicas el gasto en cultura puede parecer superfluo. En 2007 crecieron en EE UU las donaciones destinadas al medio ambiente, ciencia y tecnolog¨ªa y acci¨®n social mientras que se redujeron ligeramente las donaciones en cultura y asuntos internacionales; educaci¨®n y salud siguieron siendo su principal destino. Esta tendencia concuerda con experiencias como las de Caja Navarra, en Espa?a, que al someter el empleo de su obra social a la opini¨®n de sus clientes ha comprobado que crecen las preferencias hacia la salud, el medio ambiente o las discapacidades y bajan las de cultura, ocio o deporte.
Doble crisis, por tanto, para las artes: la misma que afecta a todos, y la derivada de la percepci¨®n de la cultura como una prioridad secundaria tras otras necesidades m¨¢s urgentes. Los defensores de las ayudas federales a la cultura argumentan que las artes contribuyen a la econom¨ªa generando renta y empleo (no s¨®lo de artistas, sino tambi¨¦n de electricistas o carpinteros) y adicionalmente a trav¨¦s del fomento del turismo. Docenas de estudios sobre el impacto de las inversiones en cultura en distintas comunidades (ciudades, condados, Estados) respaldan este argumento. Lo mismo puede decirse del sector exterior: la atracci¨®n del turismo internacional depende en buena medida de la efervescencia cultural de las grandes capitales, y la reputaci¨®n art¨ªstica de un pa¨ªs impregna sus productos de exportaci¨®n. Las propias exportaciones culturales representan una fuente de ingresos nada desde?able, como prueba la posici¨®n de Hollywood en la balanza externa de EE UU.
Entonces, ?es el sector de la cultura un sector especial que merece recibir ayudas o est¨ªmulos p¨²blicos? Quiz¨¢ no tanto en lo segundo (al fin y al cabo, Hollywood sigui¨® generando enormes beneficios en 2008), pero en lo primero parece todo el mundo, qui¨¦n m¨¢s y qui¨¦n menos, estar de acuerdo. En The Wall Street Journal, el cr¨ªtico Greg Sandow reclama mejores argumentos para el arte, que tendr¨¢n que venir "del propio arte, de los beneficios que aporta el arte, en un mundo en el que la cultura popular -que se ha vuelto inteligente y seria- tambi¨¦n contribuye a dar profundidad y sentido a nuestras vidas". Michael Kaiser, presidente del John F. Kennedy Center for the Performing Arts, advierte en The New York Times que esta "tormenta perfecta" ya ha debilitado "el ecosistema art¨ªstico nacional" y que "estamos perdiendo la inspiraci¨®n que necesitamos m¨¢s que nunca. Cuando intentamos reconstruir la imagen de EE UU en el mundo, estamos perdiendo nuestros embajadores de buena voluntad m¨¢s eficaces".
Para los m¨¢s optimistas, esta crisis debe interpretarse como una ocasi¨®n para la innovaci¨®n y las reformas estructurales. Como en EE UU, es probable que en Espa?a el paisaje haya cambiado despu¨¦s de la batalla de la recuperaci¨®n econ¨®mica, pero las condiciones que hacen a las artes necesarias en una sociedad democr¨¢tica y aconsejan que el Gobierno tenga un papel en la cultura se mantendr¨¢n. Junto con la educaci¨®n y la investigaci¨®n, las artes se han revelado como uno de los componentes de una econom¨ªa basada en el conocimiento y la creatividad: la econom¨ªa a la que nos encaminamos o deber¨ªamos encaminarnos. No deben olvidarse los activos intangibles que proporciona el sector cultural en t¨¦rminos de imagen exterior. Despu¨¦s de dos d¨¦cadas de internacionalizaci¨®n con ¨¦xito de muchas empresas espa?olas de distintos sectores, empieza a anunciarse la salida al exterior de lo que podr¨ªan ser otros motores del desarrollo econ¨®mico en el futuro: la m¨²sica, el cine, el libro, las artes pl¨¢sticas, el dise?o, la arquitectura, los servicios educativos, los medios de comunicaci¨®n. Algunas de estas industrias atraviesan un momento cr¨ªtico de adaptaci¨®n a las nuevas tecnolog¨ªas, caracterizado por la capacidad sin l¨ªmites de Internet y por la falta de una regulaci¨®n internacional en materia de propiedad intelectual.
Tanto los poderes p¨²blicos como el sector cultural tendr¨¢n que realizar ajustes para hacer frente a las circunstancias. El Gobierno deber¨¢ tener en consideraci¨®n el papel social de la cultura y su potencial econ¨®mico e incluirla en sus esfuerzos por la innovaci¨®n. Ser¨¢ conveniente proporcionar a las empresas culturales, en su mayor¨ªa peque?as o medianas, posibilidades de incubaci¨®n y respaldo en su salida al exterior, y propiciar que crezcan en tama?o. Reforzar la educaci¨®n art¨ªstica es crucial a medio plazo para establecer las condiciones adecuadas para la creaci¨®n. Mejorar la fiscalidad de las fundaciones y el mecenazgo ensanchar¨ªa los cauces a la participaci¨®n privada en la financiaci¨®n de la cultura. El entorno normativo debe procurar que sean sostenibles las organizaciones culturales que demuestren su utilidad social. Las buenas pr¨¢cticas culturales, ya introducidas por algunas administraciones p¨²blicas espa?olas, han probado en otros pa¨ªses su pertinencia como una garant¨ªa m¨¢s -nunca perfecta- de la neutralidad del gestor de los fondos p¨²blicos y de la autonom¨ªa del creador. Por su parte, los artistas y las organizaciones culturales tendr¨¢n que aplicarse en mejorar su transparencia, calidad y eficacia, y en adaptar su oferta al mercado global.
?Merece el sector de la cultura una protecci¨®n especial? Argumentos hay a favor y en contra. Lo que parece cierto es que, ni por su peso econ¨®mico ni por su valor simb¨®lico, debiera ser (negativamente) discriminado.
Jaime Otero Roth es investigador principal del ¨¢rea de Lengua y Cultura del Real Instituto Elcano.
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