En medio de la crisis: la sequ¨ªa de cr¨¦dito
Nos hallamos en un punto crucial de la crisis: la situaci¨®n en la que la concesi¨®n de cr¨¦ditos se paraliza o, incluso, se contrae.
En un estudio famoso de junio de 1983, Ben Bernanke -el actual presidente de la Fed- demostr¨® que la Gran Depresi¨®n de 1929 no tuvo la profundidad y la duraci¨®n desastrosa que conocemos por falta de liquidez, como era la tesis de Friedman, sino por la contracci¨®n del cr¨¦dito bancario a los empresarios y a los particulares.
Esto, seg¨²n Bernanke, alarg¨® la crisis en dos a?os m¨¢s de lo que pod¨ªa haber durado. En consecuencia, desde 1930 hasta 1933 y en cifras acumuladas, el PIB norteamericano cay¨® un 27% -lo mismo que el empleo y el consumo-, la inversi¨®n un 77% y la Bolsa un 82%. Quebr¨® una cuarta parte de los bancos americanos y Roosevelt, apenas llegado a la presidencia, tuvo que declarar una "vacaci¨®n bancaria" (suspensi¨®n del reembolso de los dep¨®sitos) en marzo de 1933, e inyectar inmediatamente 1.000 millones de d¨®lares para recapitalizar a las entidades.
Lo m¨¢s t¨®xico para todos ser¨ªa prolongar la contracci¨®n del cr¨¦dito bancario
El plan del Tesoro de EE UU tiene el m¨¦rito de poner manos a la obra
Casi nadie piensa seriamente que la presente recesi¨®n puede alcanzar una ca¨ªda de tal magnitud. Es evidente, sin embargo, que la dimensi¨®n de la crisis financiera y el efecto depresivo de la ca¨ªda del valor de los activos mobiliarios e inmobiliarios sobre el consumo, la inversi¨®n y el empleo, deben tomarse con la mayor preocupaci¨®n y combatirse con los instrumentos m¨¢s potentes que nos dan la experiencia y la teor¨ªa econ¨®mica.
Para frenar la ca¨ªda, y, luego, impulsar la demanda agregada -ahora casi en ca¨ªda libre- se han puesto en juego medidas de pol¨ªtica presupuestaria (gasto de inversi¨®n, reducci¨®n de algunos ingresos fiscales, ayudas a los sectores m¨¢s da?ados), en¨¦rgicamente en Estados Unidos, modestamente en Europa y, en particular, en Espa?a. Asimismo, los bancos centrales han ido aumentando la liquidez y bajando los tipos de inter¨¦s. Entre los grandes bancos centrales -la Fed, el Banco de Inglaterra, el Banco de Jap¨®n- el Banco Central Europeo se ha destacado notablemente por su falta de agudeza y perspicacia en el an¨¢lisis de la situaci¨®n, subiendo los tipos de inter¨¦s todav¨ªa en julio de 2008 y, declarando, ?a mediados de septiembre pasado!, "que hab¨ªa unanimidad entre los gobernadores de su consejo en no bajar el tipo de inter¨¦s". Es lamentable, porque las medidas monetarias tardan muchos meses en hacer todo su efecto y hay que utilizarlas lo antes posible.
Afortunadamente, por el impacto de la ca¨ªda del grande y centenario banco norteamericano Lehman Brothers y por los problemas que siguieron, el BCE se puso en marcha y ha resuelto en gran parte la falta de liquidez en Europa.
Sin embargo, la liquidez abundante y los bajos tipos no resuelven el problema, crucial en esta fase de la crisis, que es el de facilitar y reactivar el cr¨¦dito bancario. La interpretaci¨®n de Bernanke sobre la tremenda responsabilidad del credit crunch en la profundizaci¨®n de la Depresi¨®n de 1929, es una advertencia que no debemos olvidar ni un momento.
Me parece tan importante que no he parado de recalcar -desde una entrevista en Abc el 26 de octubre de 2008, hasta otra en La Vanguardia el 8 de este mes- que es imprescindible y urgente aliviar a los bancos de una parte considerable de los activos da?ados que figuran en su balance. El riesgo en que incurrieron aqu¨¦llos, con cr¨¦ditos dados en el pasado sobre garant¨ªas ahora devaluadas, crece con el tiempo y es una r¨¦mora que puede seguir paralizando el flujo necesario de nuevos pr¨¦stamos.
Las f¨®rmulas para aliviar la "infecci¨®n" de los activos tienen que descansar, ineluctablemente, en que el Estado asuma una parte de las p¨¦rdidas impl¨ªcitas y sean cuales sean las soluciones adoptadas, sus defectos ser¨¢n menos nocivos que un alargamiento del periodo de sequ¨ªa de cr¨¦ditos, que ser¨ªa lo m¨¢s "t¨®xico" para toda la econom¨ªa.
Apenas enviadas las l¨ªneas anteriores a EL PA?S, se ha conocido un plan del Tesoro de Estados Unidos para afrontar el fundamental problema de los activos "t¨®xicos" con un nuevo enfoque, tras los fracasados intentos del anterior secretario Paulson. Como el programa constituye una iniciativa de "manos a la obra", que parte de consideraciones semejantes a las que yo hac¨ªa en lo escrito, me ha parecido coherente a?adir unos comentarios a la propuesta, conocida el martes pasado.
En s¨ªntesis, el Programa (PPIP) consiste en asociar dinero proveniente de ingresos privados a otra cantidad, igual, aportada por el Tesoro P¨²blico, para dotar de fondos propios a un veh¨ªculo inversor, que comprar¨¢ activos t¨®xicos de los bancos. Sobre esta base, la Corporaci¨®n Federal de Aseguramiento de Dep¨®sitos otorgar¨¢ pr¨¦stamos al veh¨ªculo, en cantidad de seis veces lo aportado como fondos propios. El dinero movilizado as¨ª podr¨¢ llegar a 500.000 millones de d¨®lares (extensibles a un bill¨®n de d¨®lares).
El procedimiento para la compra de activos ser¨¢ el de subasta, en la que el FDIC pujar¨¢ por los activos que ofrezcan los bancos y, en el caso de que a ¨¦stos les convengan los precios, el veh¨ªculo los adquirir¨¢.
El m¨¦todo planteado por el secretario del Tesoro -Geithner- tiene importantes ventajas si es bien acogido por los inversores. Si no es as¨ª, no quedar¨ªa m¨¢s soluci¨®n que la asunci¨®n total del coste por el Estado. Por una parte, resolver¨ªa la cuesti¨®n del valor actual de los activos a comprar con un criterio de mercado, menos cuestionable que el de una transacci¨®n bilateral opaca entre banco y funcionarios de Gobierno. Por otro lado, elimina el intervencionismo pol¨ªtico en los bancos -como ocurre con las recapitalizaciones v¨ªa acciones-, y reparte una parte (m¨ªnima, es cierto) del coste y del beneficio a los inversores privados.
El PPIP parece haber sido bien recibido por Wall Street y por importantes inversionistas. Los que se han precipitado a poner el programa como "chupa de d¨®mine" han sido el Nobel Stiglitz y el Nobel Krugman (novel, por cierto, en econom¨ªa espa?ola, a pesar de sus viajes y de los buenos amigos que tiene aqu¨ª). El fondo de sus protestas es la indignaci¨®n por una ayuda a los bancos, a costa de los contribuyentes.
Es muy respetable, que Stiglitz y Krugman tengan siempre, como preocupaci¨®n, la desigualdad entre la masa del pueblo americano y la clase alta, que se ha enriquecido notablemente en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero me sorprende que olviden la inmensa miseria que la cat¨¢strofe bancaria y el cr¨¦dito crash causaron en las clases m¨¢s desfavorecidas de EE UU -y de Europa- entre 1929 y 1933. La prioridad ahora, es que no se repita tal desastre.
En EE UU hay una antipat¨ªa cong¨¦nita de la mayor¨ªa de los ciudadanos por los bancos, seg¨²n me explic¨® un Secretario del Tesoro, como corresponde a un pueblo de peque?os y medios empresarios. Me a?adi¨® que es casi imposible conseguir que el Congreso apruebe una ley que ayude o que parezca beneficiar a los bancos. Quiz¨¢ por eso Geithner ha dise?ado su plan de modo que no tenga que pasar por el cedazo parlamentario. Ser¨ªa una enorme desgracia que un populismo demag¨®gico e irresponsable y la repulsi¨®n que produce una ¨ªnfima -pero escandalosa- minor¨ªa de golfos financieros impidieran acortar y atenuar el sufrimiento que la crisis econ¨®mica est¨¢ infligiendo, principalmente a la poblaci¨®n trabajadora.
Miguel Boyer Salvador es ex ministro de Econom¨ªa y Hacienda.
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