Historias b¨¦licas de ni?os viejos
Un viaje, en forma de libro, a las vivencias infantiles de la Guerra Civil y el exilio
La guerra pone las vidas patas arriba. Los ni?os se comportan como viejos y los viejos pueden parecer ni?os. Margarita Garc¨ªa Zornoza (Madrid, 1935) se camuflaba en los portales donde las estraperlistas de cabezas rapadas vend¨ªan aceite y pan de contrabando y desplegaba todas las t¨¢cticas de contravigilancia de las que era capaz. "Ten¨ªa 8 a?os, pero uno deja de ser ni?o bajo esas circunstancias. Yo soy m¨¢s ni?a ahora que nunca", aclara.
Demasiado peque?a para recordar la guerra, que pas¨® en Murcia con sus abuelos maternos, rememora n¨ªtidamente aquellas sesiones de mercadeo clandestino donde las estraperlistas le contaban las vejaciones que sufr¨ªan cada vez que eran detenidas durante la posguerra: "Les daban aceite de ricino a litros, les cortaban el pelo, las maltrataban y abusaban de ellas". Revive tambi¨¦n el d¨ªa de 1943 cuando "una bruja depauperada" intent¨® besarla y ella se neg¨®. Era su madre, una republicana enferma y debilitada por las miserias de dos guerras consecutivas -la espa?ola y la mun-dial-, que retornaba de Francia gracias a los auspicios de la Cruz Roja Internacional. Volv¨ªa para morir. Pero no lo hizo. Se recuper¨® y en el 45, emocionada con el final de la guerra, march¨® de nuevo a Francia con sus dos hijos usando un extra?o pasaporte, que s¨®lo le autorizaba a salir de Espa?a y no a regresar.
Margarita Garc¨ªa no reconoci¨® a su madre en 1943. Le pareci¨® "una bruja"
Entre 1936 y 1939, murieron 414.000 menores por diferentes causas
Por la infancia francesa de aquella ni?a de la guerra que fue Margarita Zornoza pas¨® Jorge Sempr¨²n, amigo de la familia, cuando era Federico Gonz¨¢lez. Tras una nueva mudanza a Venezuela, a los 24 a?os descubri¨® que su padre no hab¨ªa desaparecido durante la guerra civil al leer en una revista que triunfaba en la radio y la televisi¨®n de Per¨². Luciano Garc¨ªa hab¨ªa sido uno de los 13 refugiados en la Embajada de Chile en Madrid en 1939, que abandon¨® hacia el exilio tras la mediaci¨®n de Pablo Neruda. Margarita Zornoza tard¨® d¨¦cadas en reencontrarle pero fue m¨¢s afortunada que los que perdieron a sus padres.
Los ni?os, como ella, son tambi¨¦n blanco de las bombas y de la propaganda en las guerras totales -y la espa?ola lo fue-. La historiadora Ver¨®nica Sierra (Guadalajara, 1978) ha rastreado en las vivencias infantiles durante la Guerra Civil y la posguerra en Palabras hu¨¦rfanas (Taurus). Desmonta de entrada una err¨®nea creencia: los ni?os soldado no son una anomal¨ªa moderna inventada en ?frica. La historiadora recuerda que Garibaldi reclut¨® menores de entre 12 y 15 a?os y que Napole¨®n alist¨® adolescentes. Espa?a tambi¨¦n tuvo sus ni?os soldado: la quinta del biber¨®n, formada por j¨®venes alistados con menos de 18 a?os, diezmada en la batalla del Ebro.
En los tres a?os del conflicto murieron por diferentes causas 414.000 ni?os, seg¨²n cifras de Ram¨®n Salas Larraz¨¢bal. Otro grupo herido por la historia fue el de los 30.000 evacuados hacia otros pa¨ªses (Francia, Reino Unido, B¨¦lgica, Suiza, Dinamarca, Rusia y M¨¦xico) para librarse de los horrores b¨¦licos. El hambre era uno de ellos. Eso explica las permanentes referencias a la comida que hacen los ni?os en las cartas que env¨ªan a los familiares que dejaron atr¨¢s. Eso explica el gesto de Laura Garc¨ªa Pindado, que incluy¨® migas de pan en una carta desde Rusia dirigida a sus t¨ªos. "Te mando unas miguitas de pan blanco, que en la de mi mam¨¢ no me he acordado", anot¨® en la parte interior del sobre.
Un gesto pueril y solidario que conmovi¨® a la historiadora mientras preparaba el libro, que reconstruye historias de ni?os a partir de cartas, diarios, cuadernos, redacciones o dibujos. No fue el ¨²nico que la sobrecogi¨®. Las cartas de s¨²plica firmadas por peque?os que desean averiguar el paradero de sus padres. Algunas de las cuales, seg¨²n descubri¨® Sierra, jam¨¢s llegaron a su destino.
El 5 de febrero de 1938, Ignacio Ruano escribi¨®: "Apreciable camarada Joaqu¨ªn Bustos: la presente es para decirle en nombre de un ni?o espa?ol que se halla en Rusia por causa de la guerra de Espa?a, tuve que desalojar y llevamos un a?o en Rusia del cual no he podido hallar el paradero de mis padres, y deseo que ustedes podr¨¢n encontrarles. Mi madre se llama Magdalena Pajares. Mi padre Daniel Ruano y un hermano de 16 a?os, Alejandro Ruano".
La tercera historia que escoge la historiadora es la de una ni?a evacuada a Francia que se encuentra que la colonia infantil no es tal y escribe a sus padres rogando que la rescaten cuanto antes. Consciente de que eso, con la que est¨¢ cayendo, tal vez sea una petici¨®n imposible, acaba pidiendo papel, l¨¢piz y sellos para, al menos, garantizarse la comunicaci¨®n con la familia.
Juego de moda: fusilar
El libro de Ver¨®nica Sierra refleja tambi¨¦n la capacidad infantil para remontar traumas e integrar el horror en su cotidianeidad, como descubri¨® el general Mola, uno de los sublevados, en agosto de 1936 y anot¨® en su diario: "Me ha chocado el juego que se llevaban unos chiquillos. Dos de ellos iban con escopetas de juguete. Los dem¨¢s cog¨ªan a otro prisionero y lo conduc¨ªan ante los armados. ?stos le gritaban al preso: '?Viva Espa?a!, ?viva Espa?a!', y como el preso no contestara (el juego era no contestar), los de las escopetas apuntaban y el pelot¨®n imitaba el fusilamiento". Debi¨® ser un juego de moda porque tambi¨¦n lo capt¨® la c¨¢mara del fot¨®grafo Agust¨ª Centelles. La infancia fue adem¨¢s un arma de la guerra propagand¨ªstica. El Gobierno republicano organiz¨® evacuaciones para poner los ni?os a salvo y aire¨® im¨¢genes de escuelas bombardeadas por la aviaci¨®n franquista. Por parte franquista, la salida de menores se atac¨® como un "robo" y su vuelta a casa se consider¨® una acci¨®n estrat¨¦gica, aireada en carteles como el siguiente: "La Espa?a rota y roja te arrebat¨® ese hijo. La Espa?a de Franco te lo devuelve. Ellos y nosotros cumplimos nuestros designios diversos. Ellos destruyen la familia. Nosotros edificamos la sociedad sobre ella".
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