Levantar el embargo ya
Empiezo por decir que no creo que mientras vivan Fidel y Ra¨²l Castro haya cambios significativos en Cuba. Y tampoco creo demasiado en una negociaci¨®n positiva entre Estados Unidos y la isla, por m¨¢s que Obama aparezca hoy nimbado por la luz de lo nuevo. Afirmaciones tan concluyentes podr¨ªan pensarse nihilistas, hasta desmovilizadoras, pero pretenden ser lo contrario: asumir la realidad para que quienes so?amos con esa evoluci¨®n hagamos lo que hay que hacer, pero sin esperar monedas de intercambio. Todos los intentos anteriores han ofrecido el mismo desesperanzador resultado: se toma la concesi¨®n que se va haciendo y, al d¨ªa siguiente, se vuelve al mismo reclamo, sin rebajas ni transacciones.
Ha faltado elocuencia para hacer entender al exilio cubano que el bloqueo ha sido lo peor para ellos
Lo vivido ¨²ltimamente en Cuba no abre el espacio a demasiadas interpretaciones, por m¨¢s que se hagan con la mejor intenci¨®n y una carga de esperanza tan comprensible como ut¨®pica. El alejamiento de Carlos Lage y Felipe P¨¦rez Roque resucita el estalinismo m¨¢s rancio. Se purga a dos figuras fundamentales del Gobierno -las dos m¨¢s representativas- y se hace con el tradicional reconocimiento de sus "errores", hasta la humillaci¨®n de hacerles decir que creen "justo y profundo" el an¨¢lisis que lleva a su defenestraci¨®n. Ni siquiera nadie se molesta en aclarar en qu¨¦ consistieron los "errores" de estos dos leales y ortodoxos defensores de la fe.
Distinto fue el caso de Robaina, canciller tambi¨¦n destituido de mal modo y hoy un fantasma que malvive en La Habana. Se advert¨ªa en ¨¦l un personalismo, hasta una vestimenta heterodoxa, que denotaba alguien no atenido demasiado a las disciplinas. Parec¨ªa m¨¢s un m¨²sico popular que un hombre de Estado, con camisas coloridas, remangadas por encima de la chaqueta. La primera vez que lo vi y convers¨¦ con ¨¦l pens¨¦ que no iba a durar mucho. Todo lo contrario de Carlos Lage y sobre todo P¨¦rez Roque. Aqu¨¦l es un hombre articulado, la mejor cabeza que ha generado la mediocre nomenclatura cubana, que logr¨® reflotar la econom¨ªa despu¨¦s de la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Desarrollaba un pensamiento muy disciplinado pero con la inteligencia que lo distingu¨ªa del cl¨¢sico apparatchik comunista, esa expresi¨®n horrorosa del pensamiento domesticado para la monoton¨ªa del eslogan. S¨®lo imaginando lo que son las envidias en esas "cortes" pod¨ªa pensarse en su ca¨ªda. Muy distinto Felipe P¨¦rez Roque, a quien vimos durante a?os al lado de Fidel, en una relaci¨®n como de padre a hijo que, incluso, llev¨® a instalar la leyenda de que era su hijo natural. No s¨®lo aparec¨ªa como su afanoso secretario, siempre detr¨¢s con los papeles, sino como un asistente personal que velaba por el menor detalle, atento a cada gesto. Por cierto, procur¨® mejorar la imagen de Cuba en el exterior, aunque su discurso no ofreci¨® nunca la menor fisura en su ortodoxia.
M¨¢s descolgado que nunca aparece el episodio en el actual contexto, diluida la guerra fr¨ªa y con presidentes latinoamericanos que hacen cola para saludar al viejo caudillo de la Revoluci¨®n, como un icono de algo que fue equivocado pero rom¨¢ntico y honesto. Y especialmente ante la llegada de un presidente norteamericano que anuncia cerrar el penal de Guant¨¢namo y aliviar restricciones en el tr¨¢nsito de personas y bienes con la isla.
Ante ese panorama, no se advierte otra estrategia que la de hacer desde la democracia lo que es el deber de una democracia: respetar la soberan¨ªa ajena, privilegiar las relaciones humanas y quitarle a la dictadura todo argumento anclado en una traici¨®n a nuestros propios principios. Lo de Guant¨¢namo es obvio y urgente. Y el famoso embargo, fracasado embargo, ¨²ltimo f¨®sil de la guerra fr¨ªa, cuanto antes debiera levantarse. Sin negociaci¨®n ni demora. Ni restricci¨®n alguna.
Si algo ha aprovechado el r¨¦gimen, habil¨ªsimo siempre en su propaganda, es ese embargo, bautizado como "bloqueo" para suscitar la idea de una pobre isla rodeada de buques norteamericanos y marines al acecho. Poco se recuerda que el mundo entero es libre de comerciar con Cuba, comprar y vender alimentos o medicamentos y que si Cuba permanece pobre y tan monocultivadora como en 1959, es por su r¨¦gimen y nada m¨¢s que por su r¨¦gimen. Sin embargo, no existe esta real conciencia en el mundo, donde el prejuicio antiyanqui -alimentado hasta el delirio por los errores del anterior presidente- aporta tambi¨¦n lo suyo.
Nos ha faltado elocuencia para hacer entender a los parlamentarios norteamericanos partidarios del embargo y a los viejos l¨ªderes del exilio cubano que nada ha sido peor para ellos que la ominosa medida de cierre. Sin embargo, los j¨®venes de origen cubano, ya nacidos en EE UU, lo entienden as¨ª.
Con el fin de embargo, EE UU y el exilio ganar¨ªan autoridad moral para reclamar cambios y le habr¨ªan quitado al r¨¦gimen la vieja bandera nacionalista en que sobrevive envuelto. Ya no habr¨ªa pretextos y en un contexto como el actual, con una Venezuela disminuida en su potencia y con pocos mecenas dispuestos a ayudar, la propia necesidad podr¨ªa estimular la idea de comenzar a hablar -aunque sea comenzar a hablar- de la anhelada transici¨®n. Podr¨¢ parecer poco, pero hoy es lo que est¨¢ al alcance de quienes queremos ver alg¨²n d¨ªa una Cuba democr¨¢tica.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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